Editorial

Autofinanciación de todos y para todos

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La Iglesia española está dando pasos decididos hacia la autofinanciación. El acuerdo con el gabinete de Zapatero hace una década para abandonar toda partida procedente de los Presupuestos Generales en favor de la asignación tributaria, propició que fueran los ciudadanos quienes decidieran a través de la ‘X’. Sin embargo, esta fuente de ingresos solo supone el 24% de los recursos que recibe. Son los fieles quienes sostienen mayoritariamente a la Iglesia.

Además, la labor educativa y social que realiza también le ha permitido contar con sus propias fuentes de financiación para continuar con su entrega, como bien muestran las obras de los institutos de Vida Consagrada.

El trabajo de transparencia y profesionalización en la gestión de los últimos años ha permitido que la Iglesia camine hacia una autonomía económica. Sobre todo, teniendo en cuenta la obsesión sin límites de algunos, que ven privilegios cuando simplemente se participa con reglas similares a otras entidades.

Como el resto de la sociedad, la Iglesia también ha sufrido las consecuencias de la crisis, sin que esto haya mermado su compromiso con los últimos. De hecho, ha crecido todavía más la apuesta por estar allí donde se les necesita aunque en estas zonas más deprimidas, parroquias, colegios o centros de promoción, sean deficitarios. La Iglesia no es una empresa que aspire a tener beneficios, pero sí ha de buscar mecanismos que permitan hacer viable todo este servicio en nombre de Jesús.

Es precisamente el valor de comunidad cristina el que permite solventar estos baches a golpe de solidaridad. Ese “todos somos uno”, que se materializa, entre otros medios, en el Fondo Común Interdiocesano, hace que bajo ningún concepto se cuestione ese “café para todos” que enmaraña a la clase política. En la Iglesia no solo hay un café para aquel que llame a la puerta, sino una respuesta creciente a las necesidades del otro, desde el acompañamiento espiritual al que busca un empleo o no tiene para pagar la luz. El tópico de “vivir como un cura” no se corresponde, como ha constatado Vida Nueva, con unos sacerdotes que se entregan y hacen filigranas para evitar los números rojos en favor de sus barrios y pueblos.

Y así tiene que ser. Por ello urge que, sin querer presumir de lo que es un imperativo evangélico, se incrementen los esfuerzos por sensibilizar a una sociedad con poso del humanismo cristiano, para que sea consciente del valor de colaborar con su Iglesia y se comprometa con ella. En la medida en que obispos, sacerdotes, laicos y religiosos hagan sentir familia a los “católicos del CIS”, este 70% se verá corresponsable de esta Iglesia en salida que hace que muchos lleguen con dignidad a fin de mes.

A FONDO (solo suscriptores)

  • Financiación de las parroquias: el privilegio es servir a fondo perdido. Por José Lorenzo [resumen]
  • Bernard Quintard, vicario general de Rodez (Francia): “Es imprescindible que los laicos se impliquen en la vida parroquial”
  • Opinión: Una familia caritativa y transparente. Por Miguel Ángel Jiménez, director del Secretariado para el Sostenimiento de la Iglesia, CEE
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