Editorial

Aquilino Bocos: el purpurado de la diversidad

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El 29 de junio, Francisco creará 14 purpurados, nombramientos que, por un lado, se enmarcan en la senda de un Colegio cardenalicio más universal y periférico, como demuestran las birretas para Madagascar, India, Perú y Japón. Por otro, Bergoglio reconoce y refuerza, además, la entrega de quienes ha seguido de cerca en su pastoreo, como el limosnero apostólico, el sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado y el vicario general de Roma. Entre todos estos nombres, dos españoles: Luis Francisco Ladaria y Aquilino Bocos.



El jesuita Ladaria recibe el cardenalato cuando no se ha cumplido un año desde que fuera nombrado prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, tiempo más que suficiente para haber introducido al “ministerio” vaticano en un estadío de cambio sereno, fruto de su impronta discreta y eficaz, alejada de todo aspaviento doctrinal o mediático. Con méritos más que sobrados al estar vinculado a esta congregación desde hace dos décadas, Francisco ha confiado en él para que el dicasterio esté al servicio de la Iglesia, especialmente de los teólogos, y no se presente como un tribunal de rendición de cuentas.

Pero sin duda, la sorpresa del nuevo consistorio ha venido a través de Aquilino Bocos. Y no solo porque no sea habitual el nombramiento como cardenal de un presbíterio sin mitra, sino por todo lo que representa este claretiano español. Bocos ha sido –y es– cabeza, corazón y voz de la vida religiosa, no solo como el superior general que impulsó la expansión internacional de los claretianos, sino por su labor en el acompañamiento y reflexión de tantos institutos de vida consagrada a la luz del Concilio.

Cuando Roma cuestionó el ser, hacer y formación de los religiosos en favor de los nuevos movimientos, con el consiguiente freno a los postulados del Vaticano II, al padre Bocos no le tembló el pulso al defender la riqueza de la vida consagrada. Nunca desde la confrontación y el pesimismo. Sí con una impronta profética que reconociese la actualidad y vigencia de los diferentes carismas, pero, sobre todo, desde una apuesta por impulsar las relaciones mutuas entre clero, religiosos y laicos que tanto promovió el cardenal Pironio.

Aunque el nuevo cardenal no tenga derecho a voto en un futuro cónclave al haber cumplido los 80 años, se encuentra en plenas facultades para continuar como centinela y altavoz de esta diversidad eclesial. Una llamada de atención del Papa hacia la Iglesia española, para que nunca deje de transitar por el camino de la pluralidad en la comunión, ni deje en la cuneta a los religiosos, columna vertebral no solo del pontificado sinodal de Francisco, sino de la esencia misma de la catolicidad.

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