Una historia sorprendente


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De este libro sorprende todo, empezando por el título donde el ‘Aleluya’ recuerda una tragedia como la muerte de la jovencísima Susanna tras la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia.

Desconcierta el alegre título, sobre todo porque el autor del libro ‘La alegría de Susanna. El legado de quien no volvió de la JMJ de Cracovia’ (Roma, San Paolo, 2018) es Enrico Rufi, el padre de Susanna, que alude con gran pudor al terrible dolor de la familia. Muchos de nosotros –especialmente los padres– recordamos cómo se nos encogió el corazón al leer la noticia de la joven de 19 años muerta de improviso en Viena durante el viaje de regreso. Todos hemos esperado y esperamos con inquietud la vuelta de los hijos de un viaje, vacaciones, peregrinación…Y sabemos lo que significa que una ansiosa sospecha confusa pueda convertirse en una terrible certeza.

Pero el libro es otra cosa: es la serena historia de una familia sorprendente. Porque los padres de Susanna no se casaron por la Iglesia, pero crearon igualmente una familia sólida y cimentada en el amor: Entre ellos, ante todo, y con las dos hijas que –cosa no tan frecuente entre hermanas– están muy unidas y acostumbradas a compartir toda experiencia.

El padre es amigo de Marco Pannella, trabaja en Radio Radicale, pero esto no le impide participar en la vida de la parroquia donde las jóvenes han encontrado un ambiente a su gusto, un clima que no contradice todo lo abierto y generoso que han aprendido en casa. La madre, científica, leía la Biblia a las hijas desde pequeñas,pasaban las vacaciones siempre juntos dando vueltas por el mundo, persiguiendo el recuerdo de los personajes históricos abiertos y tolerantes que el padre señalaba como sus predecesores. En este clima conocieron a la hija de Albert Camus, escucharon todas las canciones de Fabrizio de André, visitaron la casa de Montaigne… El padre, que en la católica Italia se sentía protestante pero en la protestante América se sentía católico…

La clave: el papa Francisco

El acercamiento a la comunidad de la parroquia de san Policarpo, donde participaba en muchas actividades comunes con alegría y generosidad, no impedía a Susanna conservar una cierta inquietud frente al catecismo, inquietud que lleva la firme firma de todo cuanto había aprendido en familia: “Susanna no tenía una relación serena con la confesión, también porque cuando la catequesis tuvo que hacerla a regañadientes. ¿Y con qué convicción habría podido enseñar que sólo mando a Dios es posible amar al prójimo? ¿Quizá entonces mis abuelos me querían con un amor no pleno simplemente porque no eran creyentes? se preguntaba“.

La vocación católica de las chicas recibió una fuerte confirmación de las enseñanzas del Pontífice: “El camino de su madurez –escribe el padre– estuvo guiado por el Papa Francisco. En la parroquia, el magisterio del Papa fue acogido de inmediato. Cuando le escuchó decir que la misericordia está por delante de todo, ella ya estaba lista para recibir una educación que para muchos era y aún es desconcertante, y para algunos además indigesto”. Las palabras de Francisco, de hecho, encontraron en la familia de Susanna “terreno fértil en un ‘hummus’ más humanístico que religioso” pero sobre todo una familia laica abierta a la espiritualidad.

Precisamente por esto el libro, conmovedor y muy bonito, ofrece una lectura que señala la posibilidad de nuevos caminos, que invita a una apertura más amplia de la evangelización y a comprender cómo solo con la verdadera práctica de una vida cristiana se puede atraer a las personas que la han abandonado o que jamás la han conocido.

Este libro es un regalo que nos ha dejado Susanna.