Subrayando el 5º aniversario de un viaje que lo dijo todo sobre Francisco


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Hace cinco años el Papa Francisco partió de Roma por primera vez desde su elección hacia la isla italiana de Lampedusa. Podría parecer una salida prescindible en el momento, pero, mirando hacia atrás, es obvio que ha resultado ser el patrón que ha marcado la pauta de absolutamente todo lo que ha ocurrido después según el rechazo feroz de Francisco a la “cultura del descarte”.

Este rápido viaje papal de un día, casi olvidado por el alboroto organizado por su viaje a Brasil unos días después, contenía el papado entero en miniatura, haciendo de su aniversario una ocasión merecedora de celebración. Francisco así lo hizo en una Misa especial en el Vaticano.

Globalización de la indiferencia

Lampedusa está considerada parte de Sicilia y ha sido un punto de llegada masivo de migrantes y refugiados que quieren cruzar el Mediterráneo y alcanzar Europa desde África y el Oriente Medio.

A menudo víctimas de la explotación y el abuso en el trayecto, los migrantes intentan cruzar el mar en barcas desvencijadas y abarrotadas. Más de 20.000 personas han muerto en el camino en las últimas dos décadas, y Francisco lanzó una corona al mar ese 8 de julio para recordarlos. Antes de que el Papa llegara, una barca con 165 migrantes de Mali llegó a puerto, mientras que el día que él llegó, 120 personas, incluyendo cuatro mujeres embarazadas, fueron rescatadas siete millas mar adentro después de que el motor de su barca se parara.

Ese día, Francisco la emprendió con lo que él llama la “globalización de la indiferencia” hacia los migrantes, definiéndolos como las víctimas principales de la “cultura del descarte”. La visita fue profética, pues dos semanas más tarde otra barca con migrantes de Eritrea, Somalia y Gana zozobró y se incendió, dejando más de 360 cadáveres.

Pidamos al Señor que quite lo que haya quedado de Herodes en nuestro corazón” dijo Francisco ese día, haciendo referencia a la historia del rey en el Nuevo Testamento que ordenó la muerte de los infantes para evitar que el niño Jesús siguiera vivo. “Pidamos al Señor la gracia de llorar por nuestra indiferencia, de llorar por la crueldad que hay en el mundo, en nosotros, también en aquellos que en el anonimato toman decisiones socio-económicas que hacen posibles dramas como éste.”

Un ejemplo para el episcopado

El liderazgo del papa ha animado a otros niveles de la Iglesia a acelerar sus propios esfuerzos. En abril del 2014, una delegación de los obispos americanos recorrió la frontera entre los EEUU y México para presionar el caso de la reforma migratoria.

Encabezados por el cardenal Sean P. O´Malley de Boston, los obispos citaron a Franciso como su inspiración, y comentaron que Nogales (Arizona), donde la misa tuvo lugar era “nuestra Lampedusa”.

Como escribí en ese momento, uno podría argumentar que Lampedusa fue el momento “Plaza de la Victoria” de Francisco, haciendo referencia a la famosa bienvenida de san Juan Pablo II en Polonia en junio de 1979, cuando en pleno centro de Varsovia inspiró a tres millones de campesinos para cantar “¡Queremos a Dios!”. Ese claro desafío al régimen comunista hacía presagiar la dirección del papado de san Juan Pablo II y el impacto que éste tuvo en la historia de su tiempo.

Una prueba del impacto de la visita del Papa es esto: el día de Navidad de 2013, un grupo de inmigrantes de Marruecos y Túnez, musulmanes, accedieron a suspender una huelga de hambre en un centro de detención de Roma a cambio de la promesa de un cura local de hacer llegar al papa una carta suya. Ese sacerdote, el Padre Emanuele Giannone, dijo que los migrantes recogieron el guante porque “habían visto las imágenes del papa en Lampedusa, escucharon sus palabras ese día y supieron que venían del corazón”.

Iglesia pobre para los pobres

Como la Plaza Victoria marcó el pontificado de san Juan Pablo II, alzándose contra la injusticia del sistema soviético, Lampedusa presentó a Francisco como el papa cuyo sueño de una “Iglesia pobre para los pobres” sería más que retórico. Creó, de alguna manera, un marco para su apoyo al evangelio social.

Cinco años más tarde, todavía no sabemos cuán efectivo ha sido Francisco movilizando a la iglesia católica en defensa de la causa migratoria. El presidente Trump fue elegido en parte por la alarma provocada por el crecimiento de la marea migratoria; Italia está gobernada por una coalición fuertemente influida por un partido anti-inmigrantes, y por toda Europa, los movimientos populistas y a veces xenófobos están en auge.

Uno podría decir que, siendo tan claro, y, en los ojos de algunos, tan radical, Francisco ha animado a la oposición y profundizado la división, creando un paisaje más que menos hostil para los migrantes. Al mismo tiempo, merece la pena recordar que Franciso se ha convertido un héroe para los migrantes de todo el mundo, y muchos dirán que está en el lado correcto de la historia.

A pesar del pragmatismo político de la situación, los compromisos fundamentales de Francisco son muy claros. En este sentido, el 13 de marzo de 2013 puede señalar el principio formal de su papado, pero el 8 de julio de ese año, significa su comienzo sustancial.