José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Qué poco rezamos por los que nos hacen daño


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MIÉRCOLES 22. Obispo no es un oficio, aunque la responsabilidad que se adquiere exige mayor responsabilidad que la que da el sueldo mileurista del episcopado. Quien tengo ante mí lo sabe. Y le bastó día y medio en su destino para saber que la clave no está en el diámetro de la mitra, sino en el perímetro auditivo. Escuchar.

JUEVES 23. Resistencias haylas. El Papa lo sabe. Comprende y asume que las haya. “No podía haber menos dificultades de las que hay”, me dicen que dice.

VIERNES 24. Fin de la Plenaria. Sin las presiones que alguno buscaba ejercer. Con alguna salida de tono tan esperada como apaciguada. Fenómenos cada vez más aislados, que acaban convenciéndose al final de que lo exacerbado no casa con la comunión. Seny en catalán y en castellano.

SÁBADO 25. Cristina Inogés presenta su libro en Madrid. En familia. Mesa redonda que habla de El Cantar de los Cantares. Olvidado en la liturgia. Ignorado en la pastoral. No sé por qué. Quizá temor a toparse con la sexualidad sin tapujos y tener que explicarla sin tabúes. Esa que ahondan el Amado y la Amada, más allá de una reinterpretación mística. Enmarcada en un amor real entre hombre y mujer. Amor, que no enamoramiento. De igual a igual. Con sus problemas.

DOMINGO 26. “Estuve desnudo y me vestisteis”. Cuesta ver el rostro de Jesús en el que necesita, cuando supone una verdadera renuncia. Cuando uno se plantea dar lo que tiene y no lo que sobra, se corre el peligro de juzgar la desnudez del otro, castigarle y justificarte para no vestirle.

LUNES 27. Calasanz. Fiesta del maestro. Del que educa con sus gestos. No solo con sus palabras. El poder del ejemplo. Y todo lo contrario. El daño que ejerzo en los más pequeños cuando mando mensajes contradictorios. La palabra, por un lado. La acción, por otro.

MARTES 28. “¡Qué poco rezamos por los que nos hacen daño!”. Nace con tanta espontaneidad el comentario tras las preces de manual como verdad esconde el lamento. “Ellos sí que necesitan que nos acordemos”. Y nosotros. Para ablandar un corazón que se endurece cuando es herido.

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