La tormenta perfecta


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La semana pasada, se me ocurrió publicar en mi muro una nota de felicitación para los bebés en gestación y sus familias, ante el fallo del senado argentino en contra del aborto. Sin duda esperaba comentarios de agrado y rechazo, pero no a ese nivel. En diversos modos el debate en mi muro tiene los elementos de una perfecta tormenta conversacional. Así que te comparto tres temas que pasan a formar parte de mí, después de un debate del que salgo enriquecido y, valga la pena decirlo, también un poco magullado.

En mi milpita

Casi sobra decir que comparto esta convicción por el aprecio y la dignidad de toda vida humana desde la concepción hasta su muerte natural. A la vez, reconozco que es un tema controvertido, pues esta verdad no siempre es cómoda, ni conveniente. Hay un sinnúmero de “peros” de todos tamaños y formas, defendidos con ferocidad por gente inteligente.

Me acusaron de fanatismo, a pesar de que deliberadamente no usé ningún argumento teológico para defender mi felicitación pues los argumentos médicos, evolutivos, antropológicos y de derecho internacional por la vida humana son suficientes. Lo hice así con por otra convicción paralela que me acompaña: ciencia y fe no se oponen, sino se complementan y apoyan.

Me tildaron de necio, cuando lo que hice fue simplemente responder a los comentarios vertidos en mi muro. Te confieso que eso me sorprendió un poco, pues me parece que es de cortesía básica dar una respuesta seria a quien se toma la molestia de escribirme sobre un tema espinoso, especialmente si está en mi casa. A alguien le pareció que debatía ideológicamente y cuando respondí con un testimonio de vida, alguien más me criticó de protagonismo.

Pero también intercambiamos diversas muestras de acuerdo y apoyo. Diversos amigos lideraron el respeto a la vida en lo familiar y en lo médico, lo que me llena de agradecimiento. Incluso hubo un ejercicio de mediación por parte de un gran amigo, cuando el muro se calentó un poco. Sostuvimos diálogos de respeto a la opinión ajena, a pesar de no compartirla, lo cual me invita a respetar a estas personas aún más.

Ahora tengo la certeza de que tuvimos tanto acercamientos como bloqueos y que por la mayor parte imperó el respeto y los buenos modales, así que si de algo estoy honrado es por todos quienes se tomaron el tiempo de poner sus ideas a mi consideración.

El vórtice del huracán

Mi segunda reflexión se centra en que el aborto no es un problema aislado, sino que revela graves condiciones de deterioro social que viven muchas mujeres. Afloraron con fuerza el abuso físico, psicológico y sexual, la fragmentación del núcleo familiar y el derecho a la determinación femenina. Todos ponen en juego una aparente contradicción de valores, elecciones que se antojan imposibles y ello invita la falsa opción entre la libertad y la vida del bebé. Además está la incomodísima idea de que legislar el aborto equivale a consentir un genocidio en nuestro jardín trasero, subsidiado con tus impuestos y los míos. Esta realidad es tan espeluznante que invita a la negación: “No puede ser cierto que la vida en gestación sea un humano de verdad”. Este ataque a la vida prenatal es solamente el vórtice de un huracán de caos social.

No pretendo debatir aquí el tema una vez más. Simplemente quiero poner a tu consideración que considerar la lucha por la vida como un grupo de batallas que forman la última-línea-de-defensa frente a la tragedia, no solo disminuye nuestras probabilidades de éxito, sino que además es agotador. Cuando alguien ha vivido una historia de abuso, sufrido ataques sistemáticos a su identidad y experimentado una vida familiar cargada de violencia, ciertas opciones que de este lado nos parecen atroces, se antojan perfectamente lógicas bajo la otra perspectiva. La defensa por la vida, tiene que emanar desde la celebración de la vida misma, y no limitarse a las batallas finales contra la muerte intencional. Hemos de colaborar por una vida personal y comunitaria en abundancia, si es que queremos que las opciones contrarias ni siquiera sean consideradas con seriedad.

Lamento y Esperanza

Mis argumentos también se agotaron ante algunos silencios, pues la exaltación reveló dolor contenido, tras la rabia se asomó el anhelo de justicia y la negación reflejó culpa y miedo a enfrentar el vacío. Todo esto muestra que mi razonar es insuficiente y me invita a un silencio que se vuelve cada vez más necesario. En algunos aspectos la lógica y la ciencia pueden darnos claridad, pero no consuelo.

Así que te comparto este raro ensamble de lamentaciones y esperanzas de la Escritura, dedicado con todo aprecio y respeto a quienes también anhelan lo ilimitado, desde un punto de partida que apenas alcanzo a vislumbrar:

Lamento que tu historia de vida, esté herida por abandono y abuso; nadie debió hacerte esas cosas. Deseo para ti un remanso de fuentes tranquilas y Amor infinito, donde encuentres paz, aliento y resguardo.

Estoy en duelo cuando veo tu identidad malherida por estereotipos, acechada con prejuicios. Y más aún cuando sientes que Él es quien ha roto tus dientes con piedras y te revuelca en ceniza, pues yo sé que Él no impulsa ese viento de fuego. Quizá mis palabras enciendan aún más tu furia. Aún así anhelo que en tu camino descubras que, entretejida admirablemente en tus entrañas, habita en ti una Sabiduría completa, en busca de tu vida en plenitud.

Me aflige ser testigo de ese dolor permanente incrustado en tu corazón, cuando en penumbra perpetua observas a los niños mendigar pan, sin tener éxito. Alguien debió protegerte y acompañarte desde hace mucho tiempo atrás. Ruego porque esa fuente de inagotable Ternura tome tu mano, te muestre el sendero, y al renovar tu alma, seas de nuevo feliz.”

Y si en algo puedo servirte, estoy para ti.

 

Referencias. Libro de las Lamentaciones. Salmos 22, 138 y 24.