Fernando Vidal, sociólogo, bloguero A su imagen
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

La plaga de ranas, de David Mach


Compartir

En el conjunto de la colección que David Mach creó bajo el título ‘Precious Light’, con motivo del 400º aniversario de la publicación de la Biblia del Rey Jacobo, la obra ‘Plaga de Ranas’ ocupa un lugar destacado. En la amplia creación de collages que Mach realizó durante tres años para esta celebración, el artista incluyó los relatos sobre las diez plagas que asolaron el Egipto de Ramsés. La plaga de ranas hace referencia a una invasión de esos batracios, la segunda plaga después de que las aguas del Nilo se convirtieran en sangre. La secuencia de las plagas es un terrible relato de destrucción que Mach aplicó al estado del mundo del siglo XXI. En este caso el contexto en que encarna la plaga de las ranas es un atentado ante el Belfast City Hall, posiblemente con coche bomba ((Watkins, 2011).

Efectivamente, en el extremo derecho (del espectador) del cuadro se produce una enorme explosión entre cuyas llamas se distingue un automóvil volcado. Las llamas se han extendido y entre el gentío en estampida se distingue a lo lejos otro coche en llamas. Mach ha elegido distinguir el terrorismo como una de las plagas de nuestro mundo del siglo XXI. Las explosiones han sucedido en medio de una multitud y sus efectos son devastadores. En la esquina superior derecha se ve una bicicleta que ha salido disparada por los aires, separada del conductor que tuviera en ese momento.

La maestría que el artista demuestra en la técnica del collage crea una composición de extraordinario movimiento. El mismo cuadro es una explosión de pequeño recortes que se expanden violentamente con tal cantidad y detalle que al espectador le cuesta hacerse cargo del contenido; más bien se protege de tal explosión de imágenes. Eso refuerza la fuerte sensación de onda expansiva de la bomba o bombas. En el plano del suelo decenas de personas salen corriendo cuando pueden. Otros yacen en el suelo. Cercanos a la fachada del ayuntamiento de Belfast, algunos permanecen quietos atónitos ante el atentado y a la izquierda del cuadro la gente todavía está reaccionando. Algunas personas y varios perros miran al cielo la masa que se abalanza. El cielo muestra una mancha oscura de humo que nubla el día festivo que parecía disfrutar la ciudad. En primer plano ante el coche bomba un hombre alza su puño derecho y su rostro es originario del Medio Oriente o el Sur de Asia, regiones martirizadas por el terrorismo. Detrás de él un ciclista recibe el impacto de la metralla y también otro hombre a su lado que comienza a desplomarse al suelo.

Pero el fenómeno más impactante de la obra es el conjunto de cosas que salen disparadas en todas direcciones desde la explosión y entre las cuales parece haber cientos de ranas. Mach yuxtapone las imágenes con gran eficacia y el espectador se ve casi obligado a retroceder. La perspectiva está tan bien trabajada que parece expandirse hacia fuera del plano y alcanzar al espectador. Toda esa multitud de cosas salen de la propia bomba, que echa por el aire unos maderos –posiblemente de una valla o quizás de un pequeño camión- y retuerce un amasijo de metales. En todas las direcciones pero muy especialmente hacia la izquierda del cuadro la onda expansiva arrastra entre las ranas de distintos colores (verdes, amarillas, rojas, negras, blancas, naranjas, lilas, azules…) numerosos objetos: un patito amarillo de juguete –que le da un gran patetismo por la asociación de algo banal e infantil que podría pertenecer a una víctima-, un pequeño perro blanco de lazo rosa con la corea rota, bicicletas, la escoba de metal de un jardinero, botellas, una sopera de cerámica, taburetes y sillas, tazas y teteras, señales de tráfico, discos, botas, anillos de alianza matrimonial, cuchillos y otros cubiertos, figuras de enanitos de jardín, piezas del ajedrez, ruedas sueltas, relojes de pulsera, etc., además de varillas, astillas y láminas que la metralla ha fragmentado por la explosión. Uno tiene que detenerse minuciosamente para poder dar valor a cada cosa, quien lo tenía en ese momento en sus manos y la posible vida que le pertenece. No puedes resignarte a verlo de lejos y globalmente sin atender a cada trozo de historia. Mach ha hecho inventario de todos los destrozos en que los atentados terroristas rompen nuestras vidas cuando dejan caer su violencia contra los hogares y lugares de la gente.

Mach recoge la maldición de las diez plagas y entiende que ese terrorismo es una de este siglo. El cuadro habla del estado del mundo; la colección de collages ponen en diálogo los sucesos bíblicos con ese estado actual del mundo (Amar, 2011). “La exposición no es abiertamente religiosa pero está llena de contenido social. Los collages cinemáticos, fascinantes, grandes y densos de Mach evocan la cultura del exceso, el hedonismo y el caos de la vida contemporánea” (Bayne, 2011). En este caso Belfast pero también Roma, Lima, Bogotá, Madrid y otras ciudades que sufrieron el terrorismo del último cuarto del siglo XX se hermanan con las que ven romperse su piel en pleno siglo XXI. Las plagas que se remontan a los tiempos bíblicos continúan castigando a los pueblos del hoy.

Las ranas son los propios terroristas pero esa lluvia de ranas también nos habla de fenómenos emergentes que sacan las cosas de su sitio y las pone en posturas antinaturales. Hay en la plaga una violación de la naturaleza del mundo y el hombre. Las ranas en el Antiguo Egipto eran símbolo de vida y origen de la vida. Por eso la plaga de las ranas que Moisés contempló que se echaba contar el imperio no sólo llenaba de infección su mundo sino que daba la vuelta a su mundo simbólico: lo que era origen de vida se convertía en anuncio y causa de muerte. Asimismo, la rana suele estar asociada en Irlanda con la suerte o buena fortuna, pero en esta obra es una suerte trágica.

Este collage es un sensacional –a algún crítico de arte le ha parecido incluso sensacionalista (Bayne, 2011) y excesivamente ansiosa de espectacularidad- impacto que le da expansión al relato bíblico original y a su vez le da profundidad comprensiva al fenómeno del terrorismo. Es quizás una de las obras maestras del collage de los comienzos de este siglo XXI.