Jamás la había oído nombrar


Compartir

No tenía idea de su existencia. Ni siquiera la había oído nombrar y supe de ella por mi amigo el teólogo Fernando Torres Millán, especialista en lectura popular de la Biblia. En el pasado encuentro de teólogas habló de Apia: de “la hermana Apia”, destinataria con Filemón de una carta de Pablo. La única mujer a quien Pablo le dirigió una carta… Y yo ni me había enterado…

Como no sabía nada de ella, me picó la curiosidad y me puse a buscar información para llenar este vacío. Sabía que entre mis apuntes, artículos y libros, nada iba a encontrar. Recurrí entonces a la Enciclopedia de la Biblia: cuatro renglones para decir que Pablo la llama “hermana” y que era la esposa de Filemón; la Introducción al Nuevo Testamento de Robert y Feuillet –que dedica menos de una página a la carta a Filemón– dice que era “seguramente su mujer”; la nota introductoria de la versión de la Biblia Dios habla hoy, repite que era “probablemente la esposa de Filemón en cuya casa se reunía la iglesia”.

Wikipedia, donde la encontré como Apia de Colosas, informa que “según la tradición, avalada por Juan Crisóstomo, Apia era esposa de Filemón, líder de la iglesia de Colosas que se reunía en la casa del matrimonio” y que fue martirizada durante la persecución de Nerón con su familia, incluido el esclavo Onésimo; y por ahí llegué al Martirologio Romano para confirmar que el 22 de noviembre se conmemora a “san Filemón, de Colosas, […] que recibe culto al lado de santa Apia, su esposa”. Que es el motivo para recordar a “la hermana Apia” en este blog que se publica en el mes de noviembre y poder así visibilizarla.

Pero no cómo mártir, que es como la Iglesia recuerda su nombre. Ni como la esposa de Filemón, que es como la exégesis tradicional y consiguientemente androcéntrica la muestra, porque si hubiera sido la esposa, Pablo habría hablado de la iglesia que se reúne en casa de Filemón y Apia, como cuando se refiere a la iglesia que se reúne en casa de Prisca y Aquila, pero la tradición la encerró como a todas las mujeres en el espacio doméstico y, de paso, la silenció. Quiero visibilizarla como “la hermana Apia” de la iglesia que se reunía en casa de Filemón, “la querida hermana Apia”, que es como aparece en muchos manuscritos, incluso en la traducción al latín del Nuevo Testamento Griego-Latín de Nestlé-Aland: “Appiae sorori carissimae”.

Y en este título de hermana quiero detenerme para resaltar su papel protagónico en la comunidad, al igual que otras mujeres que la interpretación patriarcal también invisibilizó. Es el mismo título que Pablo le da a Timoteo en el saludo: “Pablo, preso por causa de Cristo Jesús, y el hermano Timoteo saludan a Filemón …”; el mismo que da a Onésimo, el recomendado de la carta para que Filemón lo trate “ya no como un esclavo, sino como algo mejor que un esclavo: como un hermano querido […] como hermano en el Señor”; y el mismo que da a Apia: “la hermana Apia”.

Un título que, desde la mirada de las teólogas, no puede pasar desapercibido: hace pensar que una mujer ejercía un liderazgo y, al mismo tiempo un servicio –un ministerio– en la comunidad: como el que ejercía Timoteo y el que Pablo propone que también debe ejercer Onésimo. Es decir, que Pablo invita a la comunidad que se reunía en casa de Filemón, a la que también está dirigida la carta, a convertir en praxis lo que proclama la carta a los Gálatas: en la comunidad de creyentes convocada en el nombre de Jesús y que hace presente el amor y la salvación de Dios, “ya no importa el ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer”.

La invitación de Pablo no es solamente para la Iglesia que se reunía en casa de Filemón sino para la Iglesia de todos los tiempos: para ejercer un liderazgo y servicio en la comunidad a nadie se debería descalificar, ni discriminar, ni marginar, ni invisibilizar o silenciar. Pero Apia, “la querida hermana Apia”, por culpa de la interpretación patriarcal pasó a la historia solamente como esposa –por lo tanto en condición de subordinación– de Filemón.