Raquel Lara, secretaria de la JOC
Secretaria de la JOC

Engendrando y empujando un nuevo mundo


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Aún resuena en nuestros corazones la emoción provocada por tantos millones de personas (según algunas fuentes más de 6 millones en toda España) que el 8 de marzo pasado nos lanzamos a las calles a gritar, bailar, sonreír y celebrar la lucha por crear un mundo donde nadie, tampoco las mujeres por el simple hecho de ser mujer, suframos más desigualdad, violencia e injusticia.

Fue realmente emocionante ver calles, avenidas y plazas llenas de mujeres jóvenes, adultas y ancianas, familias al completo gritando: “vivas nos queremos”, “no tenemos miedo” y “la revolución ha comenzado”. Sin duda, somos una población indignada, harta por tantas situaciones de precariedad e injusticia, pero que el 8M mostramos de forma ejemplar y pacífica nuestra capacidad de reivindicación y organización colectiva.

Algo está pasando, algo está cambiando; cada vez son más los sectores de la población, los más machacados de nuestra sociedad, los que se están empoderando, tomando la palabra y actuando junto a otras/os, en lucha colectiva.

Las pensiones, por ejemplo, que son un pilar fundamental de nuestra sociedad, penden de un hilo. Por eso, el pasado 22 de febrero vimos como nuestros mayores salían también a la calle en toda España generando movilizaciones y convocando nuevamente a tomar las calles el 17 de abril. El Sistema de Pensiones Públicas se caracteriza por ser un eje de solidaridad tanto interterritorial como intergeneracional. Son un derecho y, a la vez, un símbolo de luchas conseguidas por la clase trabajadora y están en peligro.

“Estamos hartos y hartas de que nuestros políticos nos tomen el pelo, de que nos suban la miseria del 0,25%”, gritaban a pleno pulmón miles de pensionistas en las plazas y ayuntamientos de las ciudades y pueblos de España.

jovenes en manifestacion en cibeles durante la huelga feminista del 8 de marzo

Como jóvenes, esta es una situación que puede parecernos muy lejana pues nos quedan años para llegar a la edad de jubilación, sin embargo nos sentimos afectados directos. El acceso tardío al trabajo, largas temporadas de paro, fomento de contratos temporales, sin estar de alta en la seguridad social todas las horas trabajadas… son circunstancias que influyen negativamente en nuestras futuras pensiones. Y si introducimos el factor desigualdad de género se endurece aún más la situación; mujeres que padecemos el recibir menor salario por el mismo trabajo, mayor dedicación a las tareas de cuidados, largas lagunas en las cotizaciones… Nos cuesta comprender desde qué parámetros se mira, se legisla y se aplican las leyes en nuestra sociedad que llamamos democrática, cuando precisamente en vez de aportar calidad de vida y dignidad, fomentan sufrimiento, precariedad, miseria y desigualdad.

El 8M nos hemos sentido orgullosas y admiradas de ver a tantas mujeres que después de largas jornadas de trabajo y toda una vida de esfuerzo y sacrificio invisibilizado, tienen fuerza y energía para seguir reivindicando aquello que les y nos pertenece. Nosotros las y los jóvenes ¡tenemos tanto que aprender de ellas! Todas ellas son fuerza, coraje, valentía y esperanza. Son referentes para las/os jóvenes y en las cuales queremos vernos reflejados.

Una señal de esperanza

Como Iglesia en acción, Iglesia en salida, nos sentimos concernidos, interpelados y estimulados por los acontecimientos que están sucediendo en nuestra sociedad y como movimiento nos vemos reflejados en todos estos gestos de esperanza que están salpicando el momento presente. Todo esto está provocando en nosotros, tanto a nivel personal como colectivo, por una parte, un sentimiento de alegría y de agradecimiento, y por otra, un compromiso de salir al encuentro de todos los colectivos que están sufriendo discriminación y atropello para unir nuestras fuerzas a ellos en esta lucha imparable por la justicia social.

La juventud lo tenemos muy crudo porque sin trabajos decentes nunca podremos disfrutar de pensiones dignas. Por eso, las y los jóvenes percibimos estas movilizaciones de lucha solidaria entre generaciones como una saludable señal de esperanza. El deseo es que estas movilizaciones crezcan y vayan desde las calles a las instituciones, alentando a la ciudadanía a proteger y defender lo que es nuestro, lo que es justo. Será una lucha sin cuartel, pero, una lucha pacífica, pública y democrática y, sin duda, la ganaremos, porque el futuro es de los que sueñan colectivamente y apuestan por el bien común.