Raquel Lara, secretaria de la JOC
Secretaria de la JOC

En el adiós del ‘Pescaíto’ Gabriel: ¿Dónde está el límite del amor?


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“Lo que quede de este caso –decía la madre de Gabriel al enterarse del hallazgo de su hijo asesinadoque sea la fe y las buenas acciones que han salido de todos los lados y han sacado lo más bonito de la gente”.

¿Es verdad lo que estoy oyendo? Más allá de cuatro detalles, por la prensa, no conozco nada de esta mujer: ¿Quién es? ¿Qué hace? ¿Por dónde se mueve? Sus palabras y sus gestos nos han conmovido a todos, han sido una llamada a nuestra conciencia.

Revelan un alma grande y un corazón “talla XXL”: de madre, esposa, compañera, amiga. Mujer de mirada limpia, profunda, capaz de trasmitir palabras vivas y preñadas de esperanza. En un contexto de muerte, de violencia y de rabia, solo tú has sido capaz de ver signos de vida, apelando a la bondad de la que es portador el corazón humano. ¡Qué paradoja!

¡Qué grandeza!

Cuando todo apunta a que nuestra sociedad ha perdido el norte, con todo el sufrimiento que provocamos en los inocentes y denigrando la condición humana, llegas tú y haces posible la esperanza. Paradójicamente lo haces masticando el dolor, tragando lágrimas; desde la angustia y la impotencia de una madre que no encuentra consuelo por el hijo de “sus entrañas” que violentamente le ha sido arrebatado; sin duda, un “don” del Cielo, pero al que no te aferras como si fueras su dueña. ¡Qué grandeza!

Tienes el valor de quedarte con lo positivo y agradecer todo lo que de bueno ha generado la búsqueda del pequeño Gabriel. Has tenido el valor de recordarnos, porque se nos olvida con frecuencia, que “lo esencial es invisible a unos ojos superficiales, pero no a los ojos de un corazón que ama”, y haces referencia a la capacidad del ser humano de generar vida y de vivir desde la “fe” como un “antídoto” para nuestra sociedad “miope” y “necrosada”.

Milagrosamente has puesto el contrapunto a la decepción, al odio y a la venganza, invitándonos a afinar la mirada, señalando en otra dirección y recordándonos la única razón que nos hace dignos de ser llamados “humanos”, aquella que genera vida y esperanza: “el amor incondicional a todos”. Me has hecho soñar despierta y has traído a mi memoria el aire fresco del Evangelio. Sinceramente creo que son gestos y palabras que descolocan y nos convocan a la esperanza.

“Toda bondad, belleza y justicia proceden de Dios”

Estos acontecimientos me traen a la memoria aquel otro suceso en el que también “un inocente fue injustamente conducido a la muerte” ante el asombro y el estupor de un pueblo que no daba crédito a lo que estaba viendo y oyendo.

Jesús era consciente de que lo que le sucedía era consecuencia de sus palabras y de su estilo de vida, pero estaba convencido de que el camino que recorría era el único que podía dar respuesta a los anhelos más profundos de las personas y dar sentido a todo esfuerzo y lucha en la búsqueda de una vida digna para todos y todas.

¿De dónde sacó Jesús este convencimiento? ¿Quién sembró en su interior estos sentimientos? Lo que sentía en su corazón lo había recibido como un “don” de su “Padre del Cielo” en quién tenía puesta su confianza: “Toda bondad, belleza y justicia proceden de Dios Padre-Madre” y a ello se aferraba. He aquí el secreto. Desde esta experiencia es posible la utopía.

¿Cuál es la calidad del amor? “El amor todo lo puede” (1Cor.13) “En el amor no hay límite”, el que ama ha entrado en la dinámica de lo eterno, de lo definitivo, en el ámbito de Dios. “Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios, porque Dios es amor” y “el sello de la calidad humana”. (1Jn.4, 7).