Desmontando una entrevista a un Papa no entrevistado… esta vez en el infierno


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Desde el punto de vista creyente, la Semana Santa es un momento para pocas noticias, puesto que representa el período más sagrado del año. No obstante, desde el punto de vista de un relaciones públicas, es también una colección de momentos estrella en el escenario romano, cuando un papa tiene la atención del mundo y, por tanto, la oportunidad de lanzar mensajes. Sin embargo, el papa Francisco nunca ha necesitado la ayuda de circuitos de noticias o momentos coreografiados para llamar la atención, –y todo hay que decirlo a veces despliega una capacidad asombrosa de eclipsarse a sí mismo cuando esos momentos ruedan–.

Este año, el Jueves Santo mostró un clásico ejemplo del paso del Papa sobre su propia historia. La gran noticia se suponía que venía de dos pilares básicos de la liturgia: la Misa Crismal en la basílica de San Pedro y la Misa de la Última cena, incluyendo el tradicional lavado de pies, en la prisión más conocida de Roma: Regina Coeli. En cambio, los vaticanistas estuvieron todo el día hablando del infierno.

El frenesí se desató a consecuencia de otra entrevista (quizá papal o quizá no papal) con el legendario periodista italiano de 93 años Eugenio Scalfari –autoproclamado no-creyente–, quien ha repetido en sus intercambios con el Pontífice que él ve a Jesús “como un hombre, nada más que un hombre”. Era el quinto encuentro entre el Papa y Scalfari, y, como en ocasiones anteriores, el periodista ni grabó la conversación ni tomó notas. Esto no le impidió publicar una versión en forma de pregunta-respuesta en La Repubblica, el periódico que él fundó, dando la impresión de que citaba al Papa literalmente y además, detenidamente.

Y también como antes, el Vaticano suavemente (y previsiblemente) se lavó las manos. El portavoz Greg Burke declaró, el jueves (29 de marzo) a media tarde, que el texto de Scalfari no era una “transcripción fiel” de las palabras del Papa. Desde un punto de vista informativo, la parte más explosiva de la supuesta entrevista vino cuando Scalfari dijo que para el Papa el infierno no existe, y que las almas pecadoras que no quieren arrepentirse simplemente desaparecen. El titular estaba servido: “El Papa dice que no existe el infierno”.

Tres hechos que explican la situación que raya los límites de lo surreal

  • Primero: hay básicamente cero posibilidades de que Francisco realmente dijera eso tal como lo cita Scalferi, ya que Francisco ha hablado públicamente y varias veces sobre el tema –de hecho, ha hablado sobre el infierno más que ningún otro Papa reciente, y nunca ha dejado lugar a dudas que lo ve como una posibilidad real para el destino eterno–. Durante una de sus misas diarias, en 2016, Francisco contó la historia de que cuando iba a catequesis de pequeño, oía al cura hablar del infierno. Los niños no se lo creían, decía, pensando que el cura solo quería asustarlos. El cura, decía, insistía: “No, es verdad. Si no cuidas tu corazón para que el Señor esté contigo, y vives lejos de él, existe el peligro de seguir distanciado de él por toda la eternidad”. Estaba claro que el Papa aprobaba esta idea. Podríamos recopilar ejemplos, pero no hace falta. (Cómo entiende uno la naturaleza del infierno y si es legítimo para el Papa esperar que esté vacío, son cosas diferentes, y los teólogos llevan discutiendo sobre ello durante siglos). Uno se podría sorprender que nadie en La Repubblica se parase a pensar si el Papa podía realmente haber dicho semejante cosa, y buscar confirmación antes de correr a imprimirlo… esto sería así, si no conoces cómo trabaja el periodismo italiano claro está.
  • Segundo: debemos sorprendernos de que, ya que el Papa fue citado diciendo algo que está claramente distorsionando un tema central de la doctrina católica, y que va en contra de su pensamiento, ¿por qué el Vaticano no lo negó con más rotundidad? Bueno, el comunicado de Burke dice que las citas no son fiables, pero no dice tajantemente: “El papa no dijo eso y no cree en eso”. ¿Por qué no? A un nivel básico, probablemente el Vaticano no quiere pasar por el embarazoso espectáculo de lanzar una declaración que sería más o menos: “Solo para confirmar, el Papa cree en el infierno”. Las mofas y los tweets sarcásticos que esto hubiera provocado, no son muy agradables, por lo menos si formas parte del equipo de comunicación del Vaticano. Pero también hay una dimensión personal tras esta tímida reacción. Recuerdo que le pregunté a un cardenal cercano a Francisco sobre la primera “entrevista” de Scalfari en 2013, cuyo titular fue que Francisco negaba que Dios fuera católico, por qué el Vaticano no había respondido con más contundencia. El cardenal me dijo que lo mismo le había preguntado a Francisco y que la respuesta había sido: “Bueno, ya sabes que él (Scalfari) es muy mayor… y tenemos que ser amables con él”, lo cual es coherente con sus ruegos de ser respetuosos y cariñosos con los mayores. El equipo de Francisco, percatándose de sus preferencias, parece haber captado el mensaje de que en lo que respecta a Scalfari, los guantes de seda se quedan puestos. También merece la pena recordar que en 2015, cuando Sacalfari dijo que Francisco había dicho que “todos los divorciados y vueltos a casar que lo pidan, serán readmitidos” a la comunión, el entonces portavoz, Federico Lombardi, añadió una expresiva nota a la negación oficial. Aquellos que “han seguido los acontecimientos precedentes y trabajan en Italia”, dijo, “conocen cómo trabaja Scalfari y conocen estas cosas bien”.
  • Tercero, la pregunta crucial es por qué Francisco sigue poniéndose en estas situaciones. No hay una ley que diga que tiene que hablar con Scalfari, y si incluso quiere seguir haciéndolo, podrían no publicar nada tras la conversación. El Papa tiene a mucha gente en Santa Marta y nadie sale corriendo a imprimir una pretendida conversación con él… Aún más, Francisco debe saber que para mucha gente que pasa por esta historia y no conoce ni el fondo, ni las personalidades, ni el contexto, la impresión que se llevan es que tal vez los católicos ya no creen en el infierno. Independientemente de lo que él pueda pensar sobre las consecuencias de esto, también debe saber que muchos entre su rebaño se sentirán ofendidos, y exacerbará lo que a veces es un ambiente interno que es, ya de por sí, tenso. Especialmente tras el asunto ‘Lettergate’, un intento chapucero del Vaticano de suprimir parte del contenido de una carta de Benedicto XVI, este episodio solo puede causar más dolores de cabeza… que nadie necesita. Sin especular demasiado sobre los motivos particulares del Papa, lo que parece claro es que Francisco está menos preocupado por la precisión que por el diálogo, y parece que cree que aunque sea mal citado –o si permite que la doctrina resbale, dando una impresión errónea de lo que piensa realmente–, merece la pena por conversar con Scalfari y el mundo cultural que éste representa.

En resumen, este sería el modelo de diálogo de Francisco: primero amistad, luego claridad. Esta opción, obviamente, tiene un inconveniente, y no es del gusto de todos. Sin duda, los expertos discutirán mucho sobre si Francisco debe hacer cosas como estas –si abre puertas o reduce prejuicios, que es lo que él cree y lo que Scalfari insiste que hace– o simplemente suelta el caos y crea distracciones innecesarias, que es lo que los críticos ven como consecuencias inevitables.

Mientras el debate sigue, aquí una propina: la próxima vez que oigan algo sobre una entrevista papal “bomba”, hagan una búsqueda en internet con la palabra “Scalfari”. Si salta, sabrán que la historia no acabará hasta que oigamos el intento –con guantes de seda– de negar la historia, sin negar al hombre que está detrás de ella.