Cuando el turismo se encuentra con los ejercicios espirituales


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En 2022 se celebrará en Manresa, ciudad en el centro de Cataluña, los 500 años de la iluminación de San Ignacio de Loyola, que allí mismo escribió la primera versión de los Ejercicios Espirituales. En 2025, a pocos kilómetros de allí, se festejará el primer milenio de uno de los santuarios marianos más famosos y venerados del mundo cristiano, el de Montserrat.

Las iniciativas programadas para estos dos importantes aniversarios nacen en un contexto histórico particular: la Europa que había negado en su constitución las raíces cristianas hoy se encuentra con estas celebraciones, muy diferentes entre sí, en un momento de profunda crisis identitaria y económica. Las administraciones políticas empeñadas hasta hace pocos años en eliminar todo rastro de mentalidad cristiana de la sociedad apoyando un laicismo exasperado, hoy están cambiando de idea: la crisis económica, causada por la deslocalización de las industrias, obliga a las instituciones a apostar todo al turismo, hoy en gran parte asiático, que obliga a reconocer el valor de los edificios y obras de arte religiosos.

Confluencia entre turismo y religión

Bajo este punto de vista, los aniversarios religiosos quizá también se convierten en ocasiones interesantes para oficinas de turismo, restaurantes, hoteles o nuevas iniciativas de mejora local. Por un lado, existe el riesgo de que Europa se transforme en un gigantesco parque turístico para el resto del mundo, en cierto sentido poniendo a la venta su identidad cultural, por otro está la posibilidad de que los movimientos geográficos que hasta ahora tendían a dividirse entre los de los creyentes (los peregrinajes) y los de los no creyentes (los viajes y el turismo) confluyen en un único proyecto.

Así, puede suceder que quien se acerca a Manresa para visitar una importante obra arquitectónica –la Colegiata gótica de Santa María de la Aurora, llamada también la Seu– o los barrios medievales donde vivían los artesanos de las pieles, recientemente restaurados, se encuentren envueltos en un camino intensamente espiritual como el que sugiere la visita a la Cueva donde san Ignacio iba a rezar, y donde probablemente escribió parte de los Ejercicios Espirituales, obra en la que continuó trabajando en las siguientes décadas.

La gruta –ahora transformada en una bella capilla modernista gracias a la remodelación de principios del siglo XX– es sin duda sugestiva, y su ubicación, desde donde se abre una vista panorámica que va de la Seu hasta Montserrat, parece adaptada a la experiencia mística, pero es sobre todo la obra de san Ignacio, los Ejercicios Espirituales, lo que enciende la curiosidad, incluso de los no creyentes. ¿Pero qué son? Desconocidos para muchísimos, se presentan, gracias a las palabras de los padres jesuitas que acompañan a los visitantes, tan nuevos y tan modernos como para suscitar gran interés por la atención al desarrollo individual, por el uso de las imágenes y por su extraordinaria capacidad de introspección psicológica.

La crisis es también espiritual

Por tanto es posible que muchos turistas, atraídos en primer lugar por la oferta artística y gastronómica, acaben descubriendo la espiritualidad. Y es un riesgo que vale la pena correr, aceptando esta mezcla aparentemente profana entre los proyectos turísticos del alcalde y las iniciativas espirituales de la comunidad de jesuitas residentes. Cierto, encontrar la línea justa entre una tradición hasta hoy enfocada sobre todo en creyentes comprometidos con la búsqueda de una vía espiritual y una serie de iniciativas que a veces dan la impresión de “vender” a San Ignacio no es fácil, pero aquí la apuesta –los ejercicios ignacianos– es alta y de extraordinario interés para el mundo de hoy.

Y además, en el fondo: ¿No es lo mismo a lo que se juega en todos los lugares sagrados, como el propio Montserrat, donde un monasterio célebre por su biblioteca y la severidad de sus estudios está rodeado de bares y cafeterías que venden souvenirs y regalos muy profanos? ¿Allí, donde tantas familias van a presentar a los niños a la Virgen, a la Moreneta, siguiendo la tradición incluso si ninguno de ellos frecuenta ya la Iglesia? Estos lugares, estas celebraciones, son ocasiones extraordinarias para hacer resurgir una memoria olvidada, y para recordar que la crisis europea no es solamente de carácter económico sino, sobre todo –en cuanto a identitaria– de naturaleza espiritual.