Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Avanzan o retroceden las relaciones entre el Vaticano y China?


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Los realistas

De vez en cuando, sobre todo en esos momentos en los que la Iglesia oficial china lleva un tiempo sin hacer un gesto “hostil” –entiéndase este concepto en términos exclusivamente diplomáticos– contra la Iglesia católica, salen a la luz algunas voces optimistas que anuncian que el deshielo de las relaciones con el gigante asiático está a punto de producirse.

En estas semanas de tranquilidad nos encontrábamos cuando ha visto la luz, la semana pasada, el último ejemplar de La Civiltà Cattollica –la publicación que cuenta con el honor de ser la revista más antigua de Italia que sigue publicándose, y cuyas pruebas de imprenta cuentan con el visto bueno expreso de la Secretaría de Estado del Vaticano–. Había algunos temas atractivos para merecer la portada de este su cuaderno número 4.007: el encuentro de Trump con el papa Francisco, el viaje del pontífice a Portugal al celebrarse el centenario de las apariciones… Sin embargo, la publicación quincenal italiana ha ido por otro lado y abre con el artículo: “El catolicismo en China en el siglo XXI”.

En ocho páginas, el jesuita chino You Guo (Joseph) Jiang, que ha trabajado para instituciones como la UNESCO o ACNUR, hace un recorrido histórico de la presencia cristina en China: los primeros monasterios fundados por un monje sirio que lleva el nestorianismo en el siglo VII; los indicios de un nuevo resurgimiento de ese cristianismo alejado de la doctrina de Éfeso en el siglo XIII; la llegada de los misioneros, con Mateo Ricci a la cabeza en 1582, iniciando un siglo de convivencia, respeto y aprecio del cristianismo por parte de las autoridades imperiales; la evolución desigual de las misiones en los siglos posteriores, provocando un gran desarrollo educativo y social en la república China entre los años 1912 y 1949…

Con este pórtico, el autor señala los retos en los que se mueven, desde los noventa hasta el día de hoy, los agentes de pastoral en este contexto en continua evolución entre el comunismo postmaoísta y el capitalismo despiadado. La búsqueda del sentido de la vida más allá de las tradiciones y disciplinas heredadas o impuestas, la falta de valores espirituales, la necesaria formación del laicado, la vivencia de una libertad religiosa condicionada, la crisis vocacional acentuada por la política del hijo único, los problemas legales para regresar en el país que sufren los sacerdotes y religiosos formados más allá de sus fronteras, el control de las comunicaciones, los problemas de diálogo con las culturas locales… son temas que surgen en cualquier análisis de la situación.

Los escépticos

Cada vez que se difunde el rumor de que se retoman las relaciones entre el Vaticano y China, hay voces que desde el oriente se hacen oír. Y es que muchas veces, pasos significativos a la hora de superar algunos escollos de la historia pueden herir a las víctimas.

Pasó después de la firma de un acuerdo entre el papa Francisco y el patriarca Kiril de Moscú en La Habana en febrero de 2016, cuando los católicos ucranianos sintieron cierto resquemor al ver las relaciones tan cordiales entre los dos líderes religiosos. Ha pasado más recientemente en algunos sectores de la iglesia colombiana en los inicios del proceso de paz o sigue pasando entre algunos fieles de la iglesia venezolana o de la oposición política que esperan mucho más de la iglesia y de su diplomacia y liderazgo moral.

En el caso chino no podía ser menos. Particularmente merecedoras de atención son las voces que llegan desde el propio país. El cardenal Joseph Zen, a sus 85 años, obispo emérito de Hong Kong y natural de Shangái, sigue con particular atención cualquier movimiento de la diplomacia que se produce en los palacios vaticanos. Buen conocedor de las maniobras, pasadas y presentes, del partido comunista chino, así como de sus aliados en algunos de los países vecinos, su principal reivindicación está de lado de la Iglesia católica que ha crecido en la clandestinidad y cuya memoria puede quedar sepultada para siempre por un acuerdo ingenuo basado en la retórica que lleva adelante la política china –capaz de defender, al mismo tiempo, el comunismo más clásico con el capitalismo más salvaje–, que otorgue la supremacía jurídica, doctrinal y moral a la iglesia patriótica.

Su voz no es la única que clama desde la otra parte del “telón de bambú”.

Los optimistas

Paso a paso, las cosas siguen adelante. Mientras, los papas continúan con la aspiración de visitar un país en el que la libertad religiosa sea una realidad. Ciertamente sería uno de los grandes gestos de apertura y un espaldarazo para quienes aún sufren en prisión las consecuencias de su fe.

El papa Francisco concedió en enero de 2016 un entrevista al diario Asia Times en el que se refería a China como “una tierra bendecida de muchas maneras”. Para el Pontífice, “la Iglesia católica, que entre sus tareas tiene en respeto de todas las civilizaciones, tiene más nunca el deber de respetar esta civilización. La Iglesia tiene un gran potencial para recibir cultura”.

El Papa no ha dejado de pedir frecuentemente oraciones por China, la última en torno a la fiesta de María Auxiliadora venerada en un antiguo santuario chino, el pasado 24 de mayo.

Y es que aunque parece que el país ha cambiado –uno enciende hoy la tele china y se encuentra con una final de ‘Master Chef’ o de ‘Mira quién baila’–, en algunas cosas el país parece detenido en el pasado. Eso sí, un pasado que ha comenzado en el siglo XX y que de milenario no tiene nada.