Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Qué atención pastoral específica reclama el verano?


Compartir

Las vacaciones

Una vez más el papa Francisco no se va a ningún sitio de vacaciones. Permanece en el Vaticano reduciendo algunas de sus actividades. Así, durante todo el mes de julio se han suspendido las audiencias generales en la Plaza de San Pedro. El encuentro del Papa de cada miércoles con los fieles se retomará el 2 de agosto. Tampoco en estos meses de verano, hasta la vuelta del viaje a Colombia el 11 de septiembre, circularán hacia la Residencia de Santa Marta las 50 personas que cada día participan en la misa matutina del Pontífice.

El Vaticano, consciente de que en el hemisferio sur aún quedan algunos meses para las vacaciones, mantiene muy activas las redes sociales del Papa –un estudio hace tiempo decía que, en proporción con el ritmo anual, es el líder que más tuitea en agosto– y no interrumpe las reflexiones papales de cada domingo antes del rezo del ángelus.

Pero, más allá de las vacaciones papales –y las de los cardenales, que esta vez parece que van a ser auditadas–, la verdad es que el verano implica actuaciones pastorales específicas. Aunque el curso catequético y pastoral esté cerrado, son muchas las instituciones religiosas que organizan campamentos, sacramentos como los matrimonios encuentran en la climatología estival su momento más intenso, las asambleas litúrgicas de las típicas localidades costeras o también de muchas poblaciones rurales crecen por estas fechas…

Acaso la forma de vivir las vacaciones en la sociedad del bienestar se puede convertirse en una de esas “periferias existenciales” en las que montar una tienda de campaña capaz de ofrecer un poco de viento fresco y de sentido. Puede que la mente y el corazón sosegado de quien puede disfrutar de unos días de reposo y ocio, sean la oportunidad para el encuentro con Dios, un Dios que es Belleza, Bien, Caridad…

El turismo

Son muchas la diócesis que han impulsado interesantes proyectos en torno a la atracción que generan determinados santuarios o hitos culturales, yendo incluso más allá de las escuetas indicaciones del ‘Directorio sobre la piedad popular y la liturgia’ (2002). Documento que, a la espera de una intervención magisterial de Francisco al respecto –algo que de vez en cuando se hace rumor recurrente–, señala las posibles funciones que los santuarios desarrollan en la fe de los cristianos.

Así, leemos en el documento que mientras que “innumerables centros de comunicación social divulgan todos los días noticias y mensajes de todo tipo; el santuario, en cambio, es el lugar en el que continuamente se proclama un mensaje de vida: el ‘Evangelio de Dios’ (Mc 1,14; Rom 1,1) o ‘Evangelio de Jesucristo’ (Mc 1,1), esto es, la buena noticia que proviene de Dios y que tiene por contenido a Cristo Jesús: Él es el Salvador de todos los pueblos, en cuya muerte y resurrección se han reconciliado para siempre el cielo y la tierra” (n. 274). Son muchos y buenos los ejemplos de estos santuarios que transmiten un mensaje evangelizador, a la vez que son lugar para la liturgia, la caridad, la cultura o el ecumenismo.

Ciertamente, más allá de lecturas simplistas o casos como los del Ecce Homo de Borja, el turismo de quien se acerca a tantos templos, conventos, museos diocesanos o de arte sacro… es sin duda un “turismo de calidad” que no se deja identificar sin más con quienes abarrotan los chiringuitos de playa.

La ampliación de los horarios, el refuerzo de todo lo que suponga atención de los sacerdotes o equipos de acogida de las iglesias, la diversidad de idiomas en la liturgia donde hay necesidad… son buenas prácticas pastorales veraniegas que ayudan a certificar aquello que tantos catequistas han echado en cara a varias generaciones: “¡Dios no se va de vacaciones!”.

Las peregrinaciones

Otra de las propuestas ideales para estas fechas, unidas en parte a los santuarios, son las peregrinaciones. Por eso el mismo directorio dice que “la peregrinación, experiencia religiosa universal, es una expresión característica de la piedad popular, estrechamente vinculada al santuario, de cuya vida constituye un elemento indispensable: el peregrino necesita un santuario y el santuario requiere peregrinos” (n. 279).

Las metas de peregrinación son muchas, como los lugares de grandes reliquias como Jerusalén, algunos de los templos romanos, la catedral de Turín y la Sábana Santa o Liébana y su Lignum Crucis. También están las tumbas de los santos, como Tours y san Martín, Canterbury y santo Tomás Becket. Hay lugares marianos especiales como Lourdes, Fátima y tantos otros por todo el mundo (Loreto, Aparecida, Czestochowa, Coromoto, Montserrat, Guadalupe…). El camino hacia estos grandes lugares de devoción se ha transformado en una auténtica metáfora del camino que supone la vida cristiana.

Son tantos ejemplos los que se podrían citar. Pero sería tremendamente injusto olvidarse de los caminos a Santiago. Tampoco el directorio deja de referirse a esta peregrinación: “Fue también muy frecuentado durante los siglos IX a XVI, y todavía hoy lo es, Santiago de Compostela, hacia donde convergen desde diversos países varios ‘caminos’, formados como consecuencia de un planteamiento religioso, social y caritativo de la peregrinación” (n. 284).

Las cifras de popularidad son increíbles. Según la Oficina de Peregrinaciones de la archidiócesis compostelana, durante el pasado mes de junio se recibieron 41.620 peregrinos, superando con crecer el anterior Año Santo, en 2010, que fueron 33.757. Concretando un poco más, de estos peregrinos, 20.542 (49,36%) son mujeres y 21.078 (50,64%) hombres. A pie han llegado 37.803 (90,83%), en bicicleta 3.629 (8,72%), a caballo 176 (0,42%) y 11 (0,03%) en silla de ruedas. Y en cuanto a las motivaciones que expresan los peregrinos para hacer el camino, está la religiosa en 19.250 (46,25%) de ellos, la religiosa-cultural en 18.905 (45,42%) y solo la cultural en 3.465 (8,33%). Los número hablan por sí mismos.

Pero más allá de los números, el camino nos sigue ofreciendo historias cotidianas de encuentro, de hospitalidad, de necesidades compartidas, de cruces de miradas, de superación y esfuerzo, de conversión, de sentido, de naturaleza, de cultura, de belleza… de iglesia en camino que no pierde el horizonte.