José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Amor fraterno a la intemperie


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JUEVES 15. Iba pensando en mis cosas. Dios piensa en las suyas. La entrada al párking más cercana, cerrada por obras. Camino por los soportales de la Plaza Mayor. Cinco grados. Una hilera de cajas de cartón. Con inquilinos. La pobreza. Paso entre ellos. Pero no soy uno de ellos. Veo una fila enorme. Algo están repartiendo. Me acerco. Tres voluntarios. No tienen pinta de ser de los servicios sociales. “Son torrijas. Las hemos hecho nosotros”. Sonrisas a cuantos se acercan a la mesa plegable. A recibir el pan compartido. Empapado de leche y azúcar glas. Jueves Santo anticipado. Amor fraterno a la intemperie.

SÁBADO 17. Mañana de ‘clipmetrajes’. Concurso autonómico de Manos Unidas. Una sola palabra para luchar contra el hambre: empatía.

Tarde de canción misionera. El festival cumple 40 años. Contra viento y marea. Y no va mal. Auditorio de la Consolación repleto. Cierra el encuentro el único colegio que no ha fallado ni solo certamen. Nuestra Señora de la Merced. Empeño y apuesta de Sor Pi. Una vocación con ritmo. Al son de la entrega.

MARTES 20. Un escalofrío. Un hombre se suicida tras matar a sus dos hijos en un incendio en Getafe. Parricidio. Tan cerca que parece inverosímil. Imposible asimilarlo. Solo Dios.

MIÉRCOLES 21. Pasan un par de minutos de las doce. Se anuncia la dimisión de Dario Viganò como prefecto de la Secretaría para la Comunicación de la Santa Sede. Error en la gestión de la crisis generada por la publicación a medias de una carta escrita por Benedicto XVI. Responsabilidad asumida. Con honestidad. Decisión que no sorprende en la sociedad civil, pero excepcional en un gremio curial que, en casos similares, suele disfrazar el corporativismo de falsa misericordia. No solo en Roma. ¿Puede y debe abandonar su cargo un presbítero o un prelado ante incapacidad profesional, física, psicológica o afectiva en la misión encomendada? Intento hacer memoria por asuntos de similar o mayor gravedad a kilómetros a la redonda y me cuesta encontrar ejemplos de renuncia. Como mucho, traslado de tapadillo o toque de atención de puertas para adentro. Para evitar el escándalo, cuando el escándalo es dejarlo todo igual, como si nada hubiera ocurrido. Ojalá el caso Viganò sea ejemplarizante. Echarse a un lado no es una humillación. Es signo de coherencia, humildad y valentía. Virtudes manifestadas en su adiós. Y exigibles a toda la Iglesia. A mí el primero.

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