2018: desafío para los y las creyentes


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En Colombia, 2017 pasará a la historia como el año del silencio de las armas de la guerra y el año de la visita del papa Francisco, “peregrino de paz y de esperanza”, dos hechos que quiero recordar al repasar el año que termina.

Sobre todo porque coinciden: la finalidad del viaje papal –lo dijo a los periodistas durante el vuelo a Bogotá– era “ayudar a Colombia a seguir adelante en su camino de paz” y “expresar el aprecio por los esfuerzos que se hacen, a lo largo de las últimas décadas, para poner fin a la violencia armada y encontrar caminos de reconciliación”, lo repitió en la Plaza de Armas de la Casa de Nariño; también lo recordó al decirles a los obispos que Colombia los necesitaba “para sostenerla en el coraje del primer paso hacia la paz definitiva, la reconciliación, hacia la abdicación de la violencia como método, la superación de las desigualdades que son la raíz de tantos sufrimientos, la renuncia al camino fácil pero sin salida de la corrupción”; y en la Audiencia General del miércoles después de su regreso a Roma volvió a referirse al proceso de paz: “Con mi visita quise bendecir el esfuerzo de ese pueblo, confirmarlo en la fe y en la esperanza”.

Y al cerrarse el 2017 se abren 365 páginas en blanco del 2018 que vamos a llenar, día a día, en un proceso de apertura política, de expectativas frente a la primera campaña electoral en el marco del posconflicto y respecto a los resultados de los diálogos con el Eln. También de temores ante los caudillismos de derechas que asoman en el escenario actual, ante el peligro de la polarización política, el aumento de la economía ilegal y la corrupción de la clase dirigente.

Pero el 2018 puede y debe ser un año de esperanza si los y las creyentes hacemos eco al mensaje de Francisco durante su visita a Colombia, si no permitimos que sus palabras que conmovieron al país se las lleve el viento.

Permítanme recordar su invitación a escuchar “a los pobres, a los que sufren. Mírenlos a los ojos y déjense interrogar por sus rostros surcados de dolor y sus manos suplicantes”.

También cuando en la puerta de la Nunciatura resaltó “una lección de alta teología” que dio una de las víctimas: “Dios perdona en mí. Basta dejar que él haga. Y dejar que entre él, y que él perdone en uno. La reconciliación concreta con la verdad, la justicia y la misericordia sólo la puede hacer él”.

Y cuando en el encuentro con víctimas de la guerra y con sus victimarios a los pies del Cristo mutilado de Bojayá –otra víctima de la violencia guerrillera– señaló que esta imagen “nos enseña a transformar el dolor en fuente de vida y resurrección, para que junto a él y con él aprendamos la fuerza del perdón, la grandeza del amor”.

O cuando en la homilía de la misa en Villavicencio dijo que “reconciliarse es abrir una puerta a todas y a cada una de las personas que han vivido la dramática realidad del conflicto”.

Sobre todo cuando invitó a no tener miedo “a pedir y a ofrecer el perdón”, diseñando el camino que como constructores de paz es preciso recorrer: “No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades. Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias. Es la hora para desactivar los odios, y renunciar a las venganzas, y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno”.

Cuando propuso “dar un segundo paso” en el que está en juego la decisión personal de cada creyente de contribuir a la construcción de la paz. Que es el desafío para los y las creyentes en la actual coyuntura y nuestro compromiso con la paz. Con la paz que se construye, en palabras del papa Francisco en su invitación a reconciliarnos, acercándonos, reencontrándonos como hermanos, superando las enemistades, sanando heridas, tendiendo puentes, limando diferencias, desactivando odios, y renunciando a venganzas. Es nuestro desafío de creyentes desde el cual, como se acostumbra en estas fechas, podemos desear felicidad con la expectativa esperanzadora de que vamos a contribuir a la construcción de la paz.