Tecnología sin ética: un espejo negro

Jesús Sánchez Camacho, periodistaJESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Periodista

Los filósofos del Círculo de Viena sostuvieron que el único conocimiento válido era aquel que provenía del ámbito de la ciencia. El neopositivismo llegó a poner en jaque a otras disciplinas, al considerar que todo saber debía ser empíricamente probado.

¿Pensarían lo mismo los filósofos de la ciencia si hubieran visto algún episodio de Black Mirror? ¿Habrían ido más allá de su teoría si hubieran descubierto el dilema moral planteado por la serie británica?

Cuando se estrenó, su autor, Charlie Brooker, se preguntaba en The Guardian: “¿Y si la tecnología es una droga?”. El espejo negro de Black Mirror es una alegoría de las pantallas de cada dispositivo electrónico, ante las que podemos quedar completamente abducidos, sacando el lado más oscuro del ser humano.

El 4 de marzo de 1967 (VN, nº 564), el jesuita José María de Llanos preparaba a los lectores del semanario para el advenimiento del año 2000, reflexionando sobre las implicaciones del desarrollo de la tecnología. El columnista sostenía que, a pesar de tanta evolución, los seres humanos “del 2000 necesitarán más y más de una esperanza en Aquel que no pasa”.

No solo los personajes de Black Mirror necesitan esperanza. Lo vemos en el dolor y el vacío existencial de los jóvenes que usan acrítica y compulsivamente la tecnología. Precisan del encuentro con el espejo de su interioridad, y tropezar con la pregunta sobre el sentido de la vida.

Publicado en el número 3.026 de Vida Nueva. Ver sumario

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