Entre la vocación bautismal y la conversión pastoral

(P. Alexis Rodríguez Vargas, Secretario ejecutivo del Departamento de Vocaciones y Ministerios del CELAM y secretario adjunto del II Congreso de Vocaciones) El método Ver-Juzgar-Actuar (DA, 19) ha dinamizado el trabajo del II Congreso Latinoamericano de Vocaciones (Costa Rica, 31 de enero-5 de febrero de 2011), por lo me parece adecuado utilizarlo también en esta reflexión que ahora comparto.

VER: el rostro de Dios en su Iglesia hoy

Alexis-Rodriguez-Vargas

Alexis Rodríguez Vargas

El objetivo general que animó el largo camino que nos llevó hasta Costa Rica para este encuentro fue: fortalecer la cultura vocacional para que los bautizados asuman su llamado de ser discípulos y misioneros de Cristo en las circunstancias actuales de América Latina y el Caribe. Lo que nos planteó el reto de realizar una actividad de Iglesia en la que todos los participantes se comprometieran como protagonistas, porque no se puede cambiar una cultura sólo con discursos; se requiere la conversión personal y pastoral, en las vidas y en la Iglesia.

La respuesta al evento superó mis expectativas y me dio claras señales de la vitalidad de la Pastoral Vocacional en nuestras tierras. Contamos con una masiva asistencia de las 22 conferencias episcopales del continente. Cerca de 500 delegados participaron en las actividades: tres cardenales, 30 obispos, más de 200 presbíteros y diáconos, unos 140 consagrados y consagradas (incluyendo seculares y religiosos) y unos 130 seglares (mujeres y varones, jóvenes y adultos, casados y solteros).

Gozamos también de la compañía de invitados del Vaticano, de las Iglesias hermanas de Canadá y los Estados Unidos, de organizaciones como POVE, OSLAM, CISAL, SBU, entre otras. Esto sin contar a los 600 voluntarios que corrieron con todos los servicios del Congreso y a cientos de familias que abrieron las puertas de sus corazones y de sus casas para que los congresistas se alojaran.

Las reflexiones del Congreso, en torno a la Palabra y el Magisterio que iluminan la realidad del continente hoy, se realizaron en pequeños grupos y en plenarios, gracias a los aportes del P. Carlos Silva (Uruguay), del laico Helio Fallas (Costa Rica) y del P. Amedeo Cencini (Italia). También en los 25 talleres temáticos en los que se distribuyeron los congresistas para aportar el punto de vista de su propia realidad al documento conclusivo.

La oración se centró en las mesas de la Eucaristía y de la Palabra: la celebración de la misa diaria, compartida a menudo con los fieles de las comunidades anfitrionas, nos permitió glorificar al Señor por las diversas vocaciones. La escucha diaria y atenta de la Palabra, a través de la lectio divina, nos invitó a renovar nuestra respuesta vocacional para seguir sirviendo con gozo en la Misión Permanente de la Iglesia.

Unos de los principales insumos en este camino de reflexión, meditación y diálogo nos lo concedió Benedicto XVI, cuyo mensaje –leído por el cardenal Damasceno– nos recordó que “la Iglesia, en lo más íntimo de su ser, tiene una dimensión vocacional, implícita ya en su significado etimológico: ‘Asamblea convocada’ por Dios. La vida cristiana participa también de esta misma dimensión vocacional que caracteriza a la Iglesia”.

Así, quienes participamos en el Congreso, tanto en su sede como a través de los medios de comunicación, tuvimos una profunda experiencia de esta Iglesia, misterio de vocaciones. Iglesia de muchas voces, Iglesia de la Palabra, Iglesia de la Eucaristía, Iglesia de puertas abiertas, Iglesia de testimonio. Iglesia en comunión, Iglesia que anuncia el Reino. Iglesia que refleja una viva dinámica vocacional.

JUZGAR: la Palabra de Jesús como dinamizadora del diálogo vocacional

Destacaré algunos elementos, de entre muchos posibles, que fueron fundamentales para la exitosa realización de este Congreso:

  • Dice VD, 77: “La Palabra llama a cada uno personalmente”. Por eso, desde que definimos el lema del Congreso (“Maestro en tu Palabra echaré las redes”, Lc 5, 5), la lámpara de la Palabra guió nuestro compartir y nuestro trabajo… en la liturgia, en las lectios y en la vida de las personas.
  • El espíritu mariano fue un aspecto central. La reunión se celebró en una ciudad con profunda raigambre mariana (Cartago), se clausuró en el Santuario de la Negrita de los Ángeles y se encomendó a la guía e intercesión de María, espíritu y energía del encuentro.
  • El Congreso fue una experiencia de Koinonia. El CELAM y la CLAR, dos organismos de comunión y servicio para las Iglesias del continente, trabajaron hombro con hombro durante todo el proceso. El apoyo de los organismos de la Curia romana fue contundente. La cercanía de todos los participantes entre sí… Todo testimonia que el amor sigue siendo la energía que mueve a la Iglesia.
  • Muy ligado al anterior aspecto, quiero resaltar la acogida de la Iglesia local. Creo que todos los extranjeros disfrutaron de la hospitalidad costarricense y entendieron lo que significa expresar que todo salió “pura vida”, como decimos los ticos.
  • Algo que escuché mucho fue el reconocimiento del nivel organizativo. Tanto el equipo local en Costa Rica, como todas las delegaciones, hicieron un gran esfuerzo de corresponsabilidad, que se  tradujo en una logística de excelente nivel.
  • La Iglesia es comunidad de hermanos con un carácter multicultural. Tomar conciencia de esta realidad es más fácil cuando se tiene la oportunidad de vivir una experiencia como este Congreso. Diversidad de idiomas, comidas, vestidos, rasgos, personas…, pero todos unidos por un proyecto común a favor de la animación vocacional.
  • Espacio aparte merece el paterno mensaje papal, constatando que “la preocupación por las vocaciones ocupa un lugar privilegiado en mi corazón y en mis oraciones”. En él pudimos experimentar el apoyo de su oración, de su bendición, de su guía.

3. ACTUAR: convocados por el Espíritu a lanzar las redes aquí y ahora (Lc 5, 5)

  • Una actividad hermosa, con un carácter bíblico, teológico, pastoral y eclesial tan profundo podría llevar a la tentación del triunfalismo. No es así. El evento no ha sido un fin en sí mismo, sino parte de un proceso mucho más extenso: se enmarca en el camino de los congresos continentales convocados por la Santa Sede hace más de 18 años (el primero se realizó en nuestro continente).
  • Camino que, siguiendo la renovación conciliar, ofrece itinerarios concretos para la Pastoral Vocacional. Y se nutre del magisterio eclesial: por ejemplo, el mensaje final del Sínodo de la Palabra nos dio el esquema para nuestro instrumento de participación y ayudará mucho para el mensaje final. En nuestra tierra, el acontecimiento es concretización, para el campo vocacional, de las propuestas de las Conferencias Generales del Episcopado, de modo particular la de Aparecida, acontecimiento eclesial que es la clave hermenéutica del Congreso. Por tanto, es un impulso a la Misión Continental y una expresión de que la vocación ocupa un lugar transversal en la pastoral de conjunto y es dimensión fundamental de la evangelización. Esta conciencia procesual en la pastoral es fundamental de cara al futuro.
  • Que la Pastoral Vocacional ocupe “un lugar privilegiado” en el corazón del Papa también debe ser entendido como propuesta para toda la Iglesia. Quienes trabajamos en esta área debemos velar por animar a todos nuestros hermanos y hermanas para que también den al servicio vocacional un lugar preponderante en sus recursos, en su tiempo y en su vida. El porvenir de una pastoral de las vocaciones madura pasa por que sea una opción prioritaria en la labor pastoral.
  • El I Congreso Vocacional Latinoamericano auguraba una nueva primavera en el campo vocacional, por ser el nuestro “el continente de la esperanza”. Hoy día, podemos hablar de nuevo en estos términos, siempre que no los reduzcamos a un sentido cuantitativo. El reto que el Congreso plantea de cara al futuro no se puede entender en relación a la cantidad de consagrados y consagradas en nuestras casas de formación y seminarios, sino más bien en términos de una nueva dinámica, una conversión pastoral que cambie nuestros paradigmas, en la que todos los bautizados asuman su papel en el trabajo del Reino. La nueva evangelización no depende sólo de las vocaciones de especial consagración, sino de una respuesta decidida a la vocación universal a la santidad. Sólo tomando en serio nuestra vocación bautismal podremos dejar atrás escándalos, divisiones y antitestimonios.
  • El aspecto anterior no exime de otro compromiso fundamental retomado en nuestro Congreso, el de orar al Dueño de la mies para que envíe operarios a sus campos. La oración por las vocaciones  es un elemento que no puede faltar en nuestro trabajo, y va de la mano con lo que el Papa llamó en su mensaje “cuidado de la vida espiritual”. En quienes ya hemos hecho esta opción de vida, para que nuestro testimonio anime a otros a la entrega absoluta al Señor, y, en nuestras comunidades, para que, como él dijo, de entre las buenas ovejas salgan buenos pastores. Y, en cualquier proceso de planificación pastoral vocacional, recordar lo que Benedicto XVI nos señaló: “La vocación no es fruto de ningún proyecto humano o de una hábil estrategia organizativa”, sino “un don de Dios, una iniciativa misteriosa e inefable del Señor, que entra en la vida de una persona cautivándola con la belleza de su amor, y suscitando consiguientemente una entrega total y definitiva a ese amor divino”.
  • El último aspecto brota en mi corazón más como una intuición que como una idea clara: los principales aportes del Congreso no vendrán de sus ideas y reflexiones, sino del testimonio de fe, esperanza y caridad de quienes se han visto interpelados por Jesucristo y su Evangelio en estos días.

Ahora, ante la duda de no haber alcanzado mi objetivo de compartir lo que para mí fue este Congreso, sólo le pido al Señor que quienes vean sus frutos en los años por venir le agradezcan a Él todo el bien que nos ha hecho.

En el nº 2.743 de Vida Nueva

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