El desafío más urgente

CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“El creyente no puede ser una figura autosuficiente. Nos necesitamos los unos a los otros, y todos reunidos con la Iglesia…”.

Se preguntan los agentes de pastoral acerca de cuál debe ser la acción evangelizadora prioritaria, qué campo es el que está urgiendo un mayor cuidado, a qué sector de la sociedad se debe prestar una particular atención, qué desafíos son los que se presentan con más fuerza a la misión evangelizadora de la Iglesia…

Benedicto XVI no ha dudado en afirmar, ante un grupo de obispos de los Estados Unidos, que “proporcionar a los jóvenes una sana educación en la fe constituye el desafío interno más urgente al que se enfrenta la comunidad católica en vuestro país”. Las palabras del Papa ciertamente pueden extenderse a casi todas las Iglesias particulares del mundo.

Aquella transmisión de la fe de padres a hijos, que era como una cadena de fidelidad, no sabemos si es que se ha roto o, simplemente, que ya no hay vinculación entre la fe de los padres y la de sus hijos. Pero, como es evidente, si se ha perdido una forma de transmitir la fe, no por eso es menor la responsabilidad de hacer que el bautizado tenga la formación que necesita para madurar y hacer consciente su fe.

Benedicto XVI habla de crear redes de apoyo nuevas y eficaces. Pues, aunque es muy cierto que la relación padres e hijos en la maduración de la fe es tan importante y casi imprescindible, no por ello se debe abandonar la obligación de anunciar el Evangelio y de ofrecer los medios más adecuados para la asimilación de la doctrina, y para encontrar un camino de lealtad moral conforme a los principios religiosos acatados.

Quizás el problema no sea tanto el de responder a las cuestiones que presentan los jóvenes a la vida cristiana, sino a la falta de interés alguno por todo aquello que se refiere a la religión. No es que haya una tensión entre la inteligencia y la fe, entre la razón y lo trascendente, sino que la carcoma de la indiferencia ha destruido las motivaciones para tener una formación verdaderamente íntegra.

No se puede caminar en solitario; la fe necesita una comunidad en la que apoyarse, de la que recibir la catequesis necesaria para el conocimiento del depósito de la fe, para celebrar la Eucaristía y los demás sacramentos, para vivir la caridad fraterna conforme el mandamiento nuevo del Señor. El creyente no puede ser una figura autosuficiente. Nos necesitamos los unos a los otrod, y todos reunidos con la Iglesia, la comunidad de los que han sido llamados en Cristo y que deben formar un solo pueblo.

Decía Benedicto XVI: “El depósito de la fe es un tesoro de incalculable valor que cada generación ha de transmitir a la siguiente, ganando corazones para Jesucristo y formando los entendimientos en el conocimiento, en la comprensión y en el amor de su Iglesia” (Discurso a los obispos de los Estados Unidos, 5-5-2012).

En el nº 2.809 de Vida Nueva.

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