¿Divulgar o vulgarizar?

FRANCISCO JUAN MARTÍNEZ ROJAS | Deán de la Catedral de Jaén y delegado diocesano de Patrimonio Cultural

“En demasiadas ocasiones, más que dar a conocer el patrimonio en su sentido auténtico y genuino, lo que se hace es vulgarizarlo. Y ejemplos se podrían citar muchos…”.

No cabe duda de que la conservación, gestión y difusión del patrimonio es un proceso cargado de futuro. Esa tríada de conceptos se repite en nuestra sociedad, como si fuesen las únicas llaves que abren el gran arca del rico patrimonio cultural atesorado a lo largo de los siglos.

Se han logrado grandes avances en la protección del patrimonio, haciendo crecer la conciencia de la necesidad de salvaguardar el rico legado que dejaron las generaciones pretéritas, y que constituye la urdimbre de la cultura.

Del mismo modo, la gestión ha generado un nuevo mercado laboral, en el que las nuevas propuestas parecen no haber hecho más que empezar. Pero otra cuestión es la difusión.

En este campo, en demasiadas ocasiones, más que dar a conocer el patrimonio en su sentido auténtico y genuino, lo que se hace es vulgarizarlo. Y ejemplos se podrían citar muchos: visitas turísticas donde el valor auténtico del monumento se reduce a una anécdota trivial, que en la mayoría de las ocasiones no tiene ni apoyatura histórica; teatralizaciones, que poco o nada tienen que ver con la realidad histórica; simplificación en los contenidos… Y así muchos ejemplos, que muestran que más que difundir, lo que hacen es vulgarizarlo.

Menester sería que los gestores culturales cayesen en la cuenta de que si quieren ser fieles al espíritu que dio vida al patrimonio, este no se puede rebajar al nivel de vulgarización al que en tantas ocasiones se le somete y reduce..

En el nº 2.800 de Vida Nueva.

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