Analfabetismo religioso

CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“No llega la catequesis, que es hacer escuchar la Buena Noticia, no una sarta de ideas sobre los valores de la amistad, la solidaridad, el pacifismo y la cuestión ecológica…”.

¡Cuánto sabe y qué poco inteligente es! La inteligencia va mucho más allá de un abundante bagaje de conocimientos y datos sobre las cosas. Lo inteligente tiene unas dimensiones más anchas y más profundas. El razonamiento y la reflexión, la relación entre causas y efectos, el sentido ético, la coherencia entre el pensamiento y la conducta…

Un generoso almacenaje de conocimientos no siempre está unido a unos buenos criterios de discernimiento, de sindéresis, de sinceridad en la búsqueda de la verdad, del diálogo esclarecedor, del aceptar algún consejero, del pedir ayuda y estar dispuesto a prestarla.

Mucho peor sería si la conducta moral desdijera de lo que se presume en sabiduría. ¡Es un pozo de ciencia y una mala persona! Esta incoherencia parece una aberración. Una especie de esquizofrenia intelectual que forcejea entre la verdad y el capricho. Otra cosa es la debilidad humana y la tentación a la que todos estamos sujetos.

El tema de la falta de formación religiosa es motivo de no poca preocupación. No llega la catequesis, que es hacer escuchar la Buena Noticia, no una sarta de ideas sobre los valores de la amistad, la solidaridad, el pacifismo y la cuestión ecológica. Y está muy bien el que se hable de todos estos temas. Pero la catequesis, para los niños y gente de todas las edades, es algo bien distinto: hacer que se oiga, en toda su pureza y exigencia, el Evangelio de Cristo.

Analfabeto religioso es el que no sabe leer en unos textos revelados. Tampoco sabe escribir la historia de su vida dejándose llevar de la mano de Dios. No sabe leer el que desconoce la Escritura, la Palabra de Dios. Y no sabe escribir con las letras vivas de una conducta en leal coherencia conforme al ejemplo de Cristo…

El peor analfabetismo, sobre todo el de tipo religioso, es el de aquel que se empecina en no querer saber ni comprender. El que desprecia la sabiduría de Dios manifestada a los hombres. Que pretende saberlo todo y no desear escuchar a maestro alguno. Es la soberbia de la mente, que deja siempre enormes lagunas de oscuridad en aquellos que creen imposible llegar al conocimiento de Dios.

Existe también una especie particular de analfabetismo que llega de la mano del relativismo, que vacía de seriedad intelectual y de valor moral tanto el pensamiento como la conciencia. Y es que una cosa es la libertad para investigar y otra el prescindir de la sabiduría del maestro.

Decía el papa Benedicto XVI: “Los elementos fundamentales de la fe, que antes sabía cualquier niño, son cada vez menos conocidos. Pero para poder vivir y amar nuestra fe,para poder amar a Dios y llegar por tanto a ser capaces de escucharlo del modo justo, debemos saber qué es lo que Dios nos ha dicho; nuestra razón y nuestro corazón han de ser interpelados por su palabra” (Misa crismal, 2012).

En el nº 2.805 de Vida Nueva.

Compartir