Teología del aprisco

JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Hay obispos y teólogos que vienen pasando unas “noches toledanas” de espanto, desde que el Premio Ratzinger fuera concedido a González de Cardedal. Están que no duermen, acosados por demonios meridianos que los sacan de quicio. Son los perdedores del Vaticano II, que siguen poniéndolo en solfa de forma poco inteligente.

“Noches toledanas” para quienes cobijan e inoculan en sus centros teológicos a los primeros espadas de la “teología del aprisco”. Ahora tiran piedras y esconden la mano. El cardenal Ruini tuvo que advertirles: “Es buena señal que la Cristología de Olegario sea discutida; quiere decir que su pensamiento es relevante”.

En este tour de force, algunos dan la cara, pero otros se esconden. Lo que preocupa no es que haya quienes así piensen y enseñen, sino que se les dé patente de corso, que estén cerrando ventanas, apagando luces y condenando a diestro y siniestro. No les vienen mal unas pocas “noches toledanas”.

Son los déspotas –y se creen los señores– de la Teología. Algo de esto pasó en Toledo, cuando la mala conciencia no dejó dormir a quienes habían sembrado el páramo de horcas y patíbulos.

En el nº 2.759 de Vida Nueva.

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