¡Abrid las puertas!, que quien llama es humano

BEATRIZ QUISHPE ASTUDILLO | Trabajadora social

“La Doctrina Social de la Iglesia señala que el bien llamado “trabajo” es la vía para la inclusión…”

 

Al leer el Informe FOESSA, me pregunto: ¿qué hace que miles de personas y familias enteras se vean en tal situación? ¿Cómo se llega a la exclusión social en este mundo “desarrollado”? ¿Qué factores hacen que crezca no solo el número, sino también la intensidad y la extensión de esta exclusión hacia nuevos sectores sociales? Los investigadores señalan varias causas que contribuyen a que crezca la distancia entre a “los que les va muy bien” y a “los que cada día les va peor”. La Doctrina Social de la Iglesia señala que el bien llamado “trabajo” es la vía para la inclusión, puesto que, como derecho y deber, es el medio por el cual se accede al resto de bienes imprescindibles para la vida. La “inclusión-exclusión” es una dinámica que señala la situación social de las personas y familias: se trata de “estar dentro o fuera”, de ser protagonista o no en la sociedad.

Veamos algunos ejemplos: una familia cuyo primer sustentador se queda en paro empieza buscando ayuda en la familia, en los servicios sociales o en las entidades de ayuda asistencial. Si vuelve a conseguir trabajo, este es precario, a tiempo parcial, con bajo salario y sin alta en la Seguridad Social. Si se trata de una mujer, las dificultades son mayores: la edad y lo que se llama “tener o no cargas familiares”. Salir cada día de casa con la esperanza de encontrar “algún trabajo” y “en lo que sea”, o volver a casa con un salario que no cubre las necesidades básicas, afecta al sentir, pensar y hacer de las personas y familias, se sienten los “no necesarios” y anulados como ciudadanos; cada día ven descender su calidad vida, van perdiendo la alegría y aparece la desesperanza. La vulnerabilidad de las familias se acrecienta, los abuelos/as se ven obligados a recibir en su casa a sus hijos con sus familias, pues no encuentran empleo y han sido desahuciados de sus viviendas por impago. Así, si antes la familia en proceso de exclusión era de cuatro miembros, ahora es de ocho. Se oyen frases como: “¡No entiendo a estos inmigrantes! ¿Cómo pueden vivir ocho en el mismo piso? Y dicen que ¡todos son familia!”.

Dios-comunidad pide respuestas dignas a las necesidades de los más pobres

En esta situación de crisis generalizada, que evidencia no solo nuevos rostros de pobreza y exclusión social, sino también nuevas respuestas ciudadanas y comunitarias, encontramos a
Dios-comunidad, que llegó primero y habita esta realidad, desde donde ve, oye y grita con urgencia, para que demos respuestas dignas a las necesidades de los más pobres. La experiencia de encuentro con la verdadera imagen de Dios es lo que nos lleva a un “hacer cotidiano” nuevo que desacomoda y desestabiliza lo ya conocido y aprendido. Vivir en la práctica aquello de “quien tenga dos túnicas que ceda una al que no tiene”, es lo que hacen hoy muchas familias. Hoy nos sentimos invitados a seguir actualizando el texto del Apocalipsis: “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con él, y él conmigo” (Ap 3, 20).

En el nº 2.916 de Vida Nueva

 

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