El Papa invita a “no sembrar odio” para evitar el auge del populismo

El papa Francisco con jóvenes en la presentación del libro de Antonio Spadaro

El debate sobre los jóvenes que protagoniza el Sínodo de los Obispos que se celebra en el Vaticano hasta el próximo domingo se trasladó en la tarde de este martes 23 de octubre a la sede romana del Instituto Patrístico Augustinianum, donde tuvo lugar la presentación de ‘La sabiduría de los años’, un libro publicado de forma simultánea en nueve idiomas (en español por Mensajero) y que recoge el testimonio de 90 ancianos de 30 países diferentes entrevistados por jóvenes. El impulsor del proyecto es el jesuita italiano Antonio Spadaro, director de la La Civiltà Cattolica.

El papa Francisco fue el protagonista indiscutible del acto. Primero respondió a varias preguntas tanto de representantes de la juventud como de personas ancianas, entre las que se encontraba el afamado director de cine estadounidense Martin Scorsese. Al final del encuentro le entregó el libro a los jóvenes que participan en la asamblea sinodal.

Durante más de una hora, el Pontífice habló sobre cómo transmitir la fe, evitar los populismos y hacer frente a la ‘cultura del descarte’. Al responder a Fiorella Bacherini, una señora de Florencia de 83 años que enseña italiano a refugiados y mostró su miedo ante la xenofobia, el Papa subrayó la importancia de que los jóvenes conozcan la atribulada historia del siglo XX con sus dos Guerras Mundiales de por medio.

El “cementerio” del Mediterráneo

“Es un tesoro negativo que hay que transmitir para crear conciencia”, comentó Francisco. Para “no caer en el mismo error” consideró que se debe saber “cómo crece un populismo” y, en particular, las “promesas de desarrollo para Alemania de Hitler en los años 30 tras un Gobierno que fracasó”. El Papa invitó a “no sembrar odio” y reconoció que también la Iglesia cayó en este error en el pasado por la pugna entre católicos y protestantes. También alertó sobre lo “feo” que resulta en la “vida cotidiana” hablar mal del familiar, el vecino o el compañero de trabajo, pues se crea “división” y se “mata la paz” haciendo crecer en cambio “la envidia y la competencia”.

En su intervención, Francisco volvió a calificar de “cementerio” el Mediterráneo debido a la muerte de los inmigrantes que tratan de atravesarlo en su camino hacia Europa y recordó que la acogida de estas personas “es un mandato bíblico”. También afeó al Viejo Continente que no recuerde que millones de sus habitantes tuvieron que buscarse la vida en otras partes del mundo y pidió “acoger, acompañar e integrar” a los extranjeros.

Los gobiernos europeos, remarcó Bergoglio, deben tener “el corazón abierto” para recibir y poner en marcha estructuras que faciliten “la integración”, aunque siempre con “prudencia” para saber hasta dónde se puede llegar. “Por eso es importante que toda Europa esté de acuerdo con este problema. Si no, el peso más importante recae en Italia, en Grecia, en España y en Chipre también un poco”, dijo.

Testimonio cristiano “en dialecto”

En su respuesta a una pregunta que le planteó una joven italiana, Francisco pidió reaccionar a la “cultura del maquillaje y la hipocresía” con la “mano tendida y abierta”. Ante la “cultura de la competición”, que trata de impulsar al individuo a “llegar, escalar y pisotear cabezas”, propuso “compartir y la fraternidad”. De esta manera la persona “se abre y se ensucia las manos”.

A una pareja de abuelos malteses dolidos porque sentían que habían fracasado en la transmisión de la fe a sus hijos y nietos, el Pontífice les recomendó “paciencia y serenidad” y localizó en los “malos testimonios” la causa del alejamiento del cristianismo. “Están los curas neuróticos, la gente que dice que es católica y tiene una doble vida, las incoherencias para buscar valores dentro de la comunidad cristiana que no son valores cristianos…” Frente a esta realidad pidió el ofrecimiento de un “testimonio en dialecto, con las caricias que cada uno entiende”.

La “gracia” de las lágrimas ante el mal

El último en plantearle una pregunta al Papa fue Scorsese, quien le solicitó un consejo sobre cómo no perder la fe frente a la “experiencia del mal”. Francisco aprovechó su respuesta para denunciar una vez más la existencia de la tortura en muchos países. “En nuestro mundo es el pan nuestro de cada día. Parece normal y nadie habla. Y es la destrucción de la dignidad humana”.

Al célebre cineasta y a todos los presentes les invitó a no tener empacho en responder al “mal” y a la “crueldad” con la “sabiduría del llanto”, que consideró “humano y cristiano”. “Hay que pedir la gracia de las lágrimas”, subrayó.

Al final de su alocución, Francisco deseó que los ancianos compartan su experiencia con los jóvenes y animó tanto a unos como a otros a que se traten con “empatía” y “sin condenar”. “Y luego está la cercanía, que hace milagros”, concluyó antes de despedirse con la habitual invitación a que los presentes rezaran por él.

Noticias relacionadas
Compartir