Perfil de los dos obispos eméritos de Chile, dimitidos por el Papa

En una breve declaración el Comité Permanente del Episcopado Chileno afirma haber conocido la decisión del Papa Francisco de “dimitir del estado clerical a Francisco José Cox, arzobispo emérito de La Serena, y a Marco Antonio Órdenes, obispo emérito de Iquique, como ‘consecuencia de actos manifiestos de abusos a menores’. Nuestra palabra, continúan la declaración, es de cercanía hacia quienes han sufrido el abuso y daño causado por obispos. A ellos, a sus familias y comunidades, les pedimos perdón en nombre de los Obispos y de la Iglesia”.

El Comité Permanente agrega que siguen adelante con la renovación eclesial apoyados por laicos, laicas y consagrados “para cumplir e implementar nuestras decisiones y compromisos del 3 de agosto pasado”, afirman.

Declaraciones similares emitieron los obispos de Iquique, Guillermo Vera, y de La Serena, René Rebolledo.

Nuevas denuncias

También los superiores general y provincial de los Padres de Schöenstatt hicieron una declaración conjunta en la que, respecto a Francisco José Cox, informan que “los abusos sexuales contra menores de edad denunciados en los últimos meses, fueron investigados por la Congregación para la Doctrina de la Fe y llevaron a esta sanción. Asimismo, ésta nos ha pedido expresamente que quede bajo el cuidado de nuestra Comunidad”, por tanto el ex obispo continuará acogido por ellos, aunque agregan que “pediremos una evaluación médica para determinar si es posible el retorno de Francisco José Cox a Chile”.

Después de estudiar dos años Economía en la Pontificia Universidad Católica de Chile, Cox ingresó a los Padres de Schöenstatt junto a otros universitarios, casi todos provenientes de la clase alta chilena, como él. Estudió en las universidades de Friburgo, Suiza, y Lateranense de Roma, alcanzando las licenciaturas en Teología, Filosofía y Derecho.

Ordenado sacerdote a los 27 años en julio de 1961, a los 41 años fue elegido obispo de Chillán donde permaneció entre 1974 y 1981 cuando fue designado secretario del Pontificio Consejo para la Familia y trasladado a Roma. En 1985 regresa intempestivamente a Chile como arzobispo coadjutor de Bernardino Piñera, en La Serena, donde asume en septiembre de 1990 hasta 1997 cuando renuncia a la arquidiócesis y toma la presidencia, en Santiago, de la Comisión Nacional del Jubileo 1997-1999. 

“Conductas impropias”

En octubre de 2002, investigaciones periodísticas lo relacionan con abusos cometidos durante 10 años en contra de niños y jóvenes. Renunció a toda actividad pastoral y salió del país. El entonces arzobispo de Santiago, Francisco Javier Errázuriz, cercano amigo de Cox y compañero en Schöenstatt, anunció su salida de Chile por “conductas impropias” y su traslado a hogares de su institución en Alemania.

Ese año, 2002, Hernán Godoy Ángel fue la primera persona en hablar públicamente sobre los abusos cometidos por Francisco José Cox. Aún no había estallado el caso Karadima y Hernán sufrió burlas, humillaciones, maltrato. “Eran otros tiempos”, reflexiona ahora en una entrevista en The Clinic digital, con ocasión de la denuncia que interpuso en Fiscalía el 19 de junio de este año, en contra de Cox, por el delito de abuso sexual a menor de edad, ya que Godoy era un niño cuando sufrió la agresión del arzobispo, en La Serena.  

Otra denuncia también presentada ahora, 40 años después, la hizo Abel Soto Flores, hoy de 49 años de edad, quien acusó haber sido abusado por Francisco José Cox, por primera vez, cuando tenía tan sólo siete años. Después de vivir más de cuatro décadas con este secreto, decidió contar su historia al oír al Papa en Iquique, durante su visita a Chile en enero pasado, decir que “no hay una sola prueba contra el obispo Barros, todo es calumnia”. “Me dije, ‘si yo hubiera hablado esto antes, o hubiera denunciado, a lo mejor Francisco no habría dicho esa frase’”, confesó entrevistado por un medio chileno. 

Estas podrían ser las denuncias actuales que la Congregación para la Doctrina de la Fe consideró suficientes para proponer al Papa la dimisión de Cox.

Sobreseído por la justicia civil

Marco Antonio Órdenes, por su parte, nació en Iquique en 1964, en una familia modesta. Estudió Obstetricia y Ginecología en la Universidad de Tarapacá y una vez titulado trabajó en el hospital regional de su ciudad natal, hasta reconocer su vocación sacerdotal e ingresar al Seminario Pontificio, en Santiago, el año 1989. Ordenado sacerdote en 1996 asumió como Rector del Santuario de Nuestra Señora del Carmen de La Tirana y asesor general para los bailes religiosos.

En octubre de 2006 Benedicto XVI lo nombró obispo de Iquique y al mes siguiente es consagrado y asume en reemplazo de Juan Barros, trasladado al Obispado Castrense.

En octubre de 2012 renuncia informando problemas de salud que requieren su traslado a Perú, sin embargo a sus cercanos les anuncia que está siendo investigado sin revelar más detalles. Poco tiempo después Rodrigo Pino Jelcic, ex acólito de la Catedral de Iquique, reveló haber sido víctima de reiterados abusos sexuales por parte del obispo en su juventud y que en 2009 había presentado su denuncia ante el Ministerio Público.

Se abrieron dos causas judiciales: una por la Nunciatura Apostólica y otra por la justicia civil. Esta última culminó, en enero de este año, cuando el caso fue sobreseído por la Corte de Apelaciones de Iquique. El proceso canónico no llegó a emitir un fallo.

Es necesario acudir a la información de la Santa Sede para comprender que en ambos casos se ha actuado con rigor a “consecuencia de actos manifiestos de abusos a menores”, como señala el comunicado, el cual agrega que esta decisión adoptada por el Papa “no admite recurso”.

Drásticas sanciones aplicadas por el Papa Francisco que llegan ahora a dos obispos, luego que otras iguales había impuesto a dos sacerdotes íconos de la Iglesia chilena: Fernando Karadima y Cristián Precht.

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