El encargo del Papa a Lituania: “Poned a las minorías, migrantes, jóvenes y ancianos en el centro”

Un grupo de feligreses en el Santakos park de Kaunas, donde celebró misa el Papa/EFE

Que el pueblo lituano no pierda su memoria. O al menos, que esta no sea selectiva. Fue una idea constante en todas las intervenciones del Papa Francisco en su primera jornada de viaje en los países bálticos, mensaje que ha primado también en la eucaristía celebrada a primera hora del domingo en un parque de Kaunas, la segunda ciudad más importante del país. En la ciudad lituana, el Papa recordó como “Lituania entera lo puede testimoniar con un escalofrío ante la sola mención de Siberia, o los guetos de Vilna y de Kaunas, entre otros; y puede decir al unísono con el apóstol Santiago, en el fragmento de su carta que hemos escuchado: ambicionan, matan, envidian, combaten y hacen la guerra”.

Durante la homilía, Francisco se conmovió con ellos, consciente de que “las generaciones pasadas habrán dejado grabado a fuego el tiempo de la ocupación, la angustia de los que eran llevados, la incertidumbre de los que no volvían, la vergüenza de la delación, de la traición”. Sabedor de que en muchas de estas situaciones cruz se puede “tambalear vuestra fe porque no apareció Dios para defenderos”, les invitó a “sanar la memoria de su historia” y borrar toda tentación de caer en “quien fue más puro en el pasado, quién tiene más derecho a tener privilegios que otros”. Así, imploró a Dios para que “reconcilie nuestra memoria y nos acompañe en un presente que nos sigue apasionando por sus desafíos”.

En salida

Tomando como referencia el gesto de Jesús de poner a un niño en el centro de los apóstoles, propuso a los lituanos escribir un nuevo episodio de su historia “a cien años de nuestra independencia” acogiendo a “las minorías étnicas de nuestra ciudad, o aquellos desocupados que deben emigrar”, además de a “los ancianos solos, o los jóvenes que no encuentran sentido a la vida porque perdieron sus raíces”.

“’En medio significa equidistante, para que nadie se pueda hacer el distraído, ninguno pueda argumentar que ‘es responsabilidad de otro’, porque ‘yo no lo vi’ o ‘estoy más lejos’. Sin protagonismos, sin querer ser los aplaudidos o los primeros”, les explicó.

Este fue el encargo que les dejó al único país de mayoría católica de los tres que visitará estos días: “Se trata, de ser una Iglesia ‘en salida’, de no tener miedo a salir y entregarnos aun cuando parezca que nos disolvemos, de perder en pos de los más pequeños, de los olvidados, de aquellos que habitan en las periferias existenciales”, les planteó, “sabiendo que ese salir implicará también en ocasiones un detener el paso, dejar de lado ansiedades y urgencias, para saber mirar a los ojos, escuchar y acompañar al que se quedó al borde del camino. Y todo, con una moraleja: “Aprender que cuando se recibe a un pequeño es al mismo Jesús a quien se recibe”.

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