Mario Iceta: “No debe asustarnos abordar las situaciones nuevas de las familias”

  • “Hay que familiarizar la vida de la Iglesia”, afirma el obispo de Bilbao
  • El responsable de Familia y Vida de la CEE encabeza la delegación española en el EMF de Dublín, compuesta por un grupo de 250 personas

Mario Iceta, obispo de Bilbao

En medio de una sociedad en la que crece la indiferencia religiosa, Mario Iceta asegura que el mayor desafío para las familias tiene que ver con una cultura y unas ideologías “que no entienden aspectos fundamentales de la realidad familiar”. De esos retos –también dentro de la Iglesia– se hablará en el Encuentro Mundial de las Familias, que se celebra en Dublín del 21 al 26 de agosto. En sus jornadas participará el obispo de  Bilbao y presidente de la subcomisión episcopal de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal, cuya delegación encabeza, y que viajará hasta la capital irlandesa con un grupo de 250 personas de la diócesis vasca.

PREGUNTA.- ¿Qué espera del Encuentro Mundial de las Familias (EMF)?

 RESPUESTA.- Es un espacio de encuentro de familias de todo el mundo para reunirnos, orar, fomentar la comunión y el conocimiento mutuo, celebrar nuestra fe, profundizar en las diversas dimensiones de la familia, sus desafíos, sus alegrías, sus dificultades, y para proponer caminos de crecimiento en el amor conyugal y familiar. Durante el Congreso Teológico Pastoral se abordarán estas cuestiones. Y también queremos encontrarnos con el papa Francisco, que presidirá la clausura del encuentro. 

P.- ¿Cuáles son los principales retos que tiene hoy la familia cristiana?

R.- En ‘Evangelii gaudium’ se nos hablaba de que el mayor desafío que tiene hoy la familia es un desafío cultural, el encontrarse con una cultura y unas ideologías que no entienden aspectos fundamentales de la realidad familiar. También asistimos a otros retos, como el individualismo exacerbado, la cultura del hedonismo y el descarte, la debilidad del vínculo familiar, principalmente en Occidente, la debilidad de la vivencia espiritual y de la propia identidad familiar, que incide en la misión de la familia en la Iglesia y en la sociedad, las estructuras económicas y sociales que no le dan el protagonismo y la atención que necesita, las antiguas y nuevas pobrezas, la falta de trabajo, el envejecimiento en nuestra sociedad…  Son muchos los desafíos, pero también mucha la gracia de Dios y su empeño en llevar adelante este maravilloso proyecto, que es de Dios, y muchas personas y familias dispuestas a ir adelante confiadas en quien las ha elegido para esta maravillosa vocación, reunidas en una gran familia que se llama Iglesia.

Escuchar y acompañar

P.- ¿Qué le pide hoy la familia cristiana a la Iglesia?

R.- Uno de los retos fundamentales es escuchar a las familias, ver su situación, comprender sus necesidades y responder a sus desafíos. El Papa nos habla de acompañar a las familias. Debe ser un acompañamiento cercano, respetuoso, esperanzador, que las ayude a cumplir su vocación. También la Iglesia necesita profundizar y crecer en comprenderse como una familia de Dios, una gran familia de familias. Familiarizar la vida de la Iglesia es una tarea necesaria que nos ayudará a cohesionar y dar unidad a las múltiples tareas eclesiales.

P.- Cada vez menos jóvenes deciden casarse por la Iglesia. ¿Están echando a Dios de sus hogares? ¿Es inevitable la tendencia a la baja en el sacramento del matrimonio?

 R.- Asistimos a una progresiva secularización de la sociedad, donde avanza la irrelevancia de la fe para muchas personas. En este ambiente es difícil percibir en toda su amplitud y profundidad la belleza de la vocación a la vida matrimonial, así como su carácter sacramental y de gracia. “No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido”. La vida matrimonial es, antes que nada, una elección de Dios, una vocación que nos invita a dar fruto, nos abre a una esperanza, a un amor nuevo, a una misericordia, a una enorme fecundidad que traspasa los límites de la propia carne y da vida a la Iglesia y al mundo. No olvidemos la fundamental vocación social de la familia. La sociedad, en último término, depende de la familia. Cuidar de ella es cuidar la sociedad y prevenir la cultura del descarte.

También cabe la secularización interior de la propia Iglesia, donde se corre el riesgo de pensar que somos una estructura humana, donde nosotros mismos nos autoconvocamos y, por nuestras fuerzas y métodos, fiados en nosotros mismos, se encontrarán los resultados apostólicos. Evangelii gaudium nos prevenía de esta tentación. Iglesia, como bien sabemos, viene del término griego ekklesia, que significa convocación, los que somos llamados para llevar adelante y testimoniar un don que hemos recibido, nos ha transformado, nos envía y nos capacita para dar fruto abundante.

El camino que marca ‘Amoris laetitia’

P.- Surgen nuevas formas de familia. Y el tema se va abordar en el EMF, incluso sobre cómo pueden apoyar las parroquias a aquellas familias con miembros LGTB. También el arzobispo de Dublín ha dicho que estas parejas son bienvenidas. ¿Está habiendo un cambio en la Iglesia en esta cuestión tras Amoris laetitia?

R.- ‘Amoris laetitia’ nos habla de las familias que tienen en su seno a personas con tendencias homosexuales. Para ellas, y para toda persona, más allá de la situación de cualquier tipo en que se encuentre, Dios ofrece su amor ilimitado sin excepción, porque ha sido creada por amor y para el amor. Para todas las personas existe un camino que es preciso recorrer, dejándose transformar por el amor de Dios, que nos va guiando, edificando y plenificando. Y la Iglesia está dispuesta a acompañar a toda persona que se acerca a ella, siguiendo la llamada de Dios y poniendo en Él su confianza. Toda persona debe ser respetada, acogida y amada. Amoris laetitia nos habla de asegurar un respetuoso acompañamiento para comprender y realizar plenamente, en todas y cada una de las personas, la voluntad de Dios. Este es el reto al que debemos responder con verdad, esperanza y amor.

P.- Estos cambios, sin embargo, asustan a no pocos en la institución. ¿Tienen motivos para el miedo?

R.- No pienso que sea una cuestión de asustarse, sino de abordar situaciones nuevas que necesitan discernimiento y profundización, con el fin de alumbrar los caminos por los que debemos transitar en esta sociedad tan cambiante y que plantea continuamente desafíos nuevos. Se trata de sembrar esperanza y ayudar a crecer en la vocación a la santidad a la que todos estamos convocados. Toda persona está llamada a una plenitud y la Iglesia, que es sacramento de salvación, recibe de Dios los dones que necesita para realizar esta tarea.

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