Carlos Simón: “Debe haber una alianza entre el hogar y la parroquia”

  • “La familia es un capital social de primer orden”, reivindica el delegado de Familia y Vida del Vaticano
  • De cara al Encuentro Mundial de Dublín, pide que las parroquias “sean lugares de acogida para las familias”

Carlos Simón Vázquez, delegado del prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida

Que no están solas. Que toda la Iglesia, con el papa Francisco a la cabeza, las acompaña. Esto es lo que al sacerdote extremeño Carlos Simón Vázquez (Cáceres, 1965), delegado de la sección Familia y Vida del nuevo Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, que preside del cardenal Kevin Joseph Farrel, le gustaría que quedase como una de las enseñanzas del próximo Encuentro Mundial de las Familias, que se celebra en Dublín del 21 al 26 de agosto. De ello, de los retos que desafían a la familia cristiana en una sociedad que da la espalda a Dios, pero también de lo mucho que el testimonio cristiano puede ofrecer al bien común de las naciones, habla en este entrevista.

PREGUNTA.- ¿Cuáles son los principales retos que afronta hoy la familia cristiana?

RESPUESTA.- No son muy distintos a los de otras épocas y hacen referencia a la familia como “iglesia doméstica”, expresión utilizada en el Vaticano II, y a la familia como célula de la sociedad. En la primera acepción, esta iglesia doméstica es una buena noticia para el mundo. El papa Francisco emplaza a la familia a ser un evangelio que sea “alegría para el mundo”. Este es el título y el mensaje y, sobre todo, el reto que se hará presente en el IX Encuentro Mundial de las Familias de Dublín. E implica una vivencia de la vocación del misterio familiar, que se resume en un amor de donación especial entre sus miembros. Ese amor se puede alimentar plenamente viviendo en sintonía y en cercanía con el Amor con mayúscula que sostiene, ayuda y guía el amor humano capaz de entregarse y de recibirse.

El otro reto es abrirse cada vez más a la sociedad, mostrando la conveniencia de que esta adquiera ese estilo familiar para que nuestras sociedades pongan en el centro el bien integral de la familia. Esto significa que la familia, fundada en el matrimonio monógamo e indisoluble, es un capital social de primer orden, ya que solo esta alianza puede difundir plenamente fuera de los muros domésticos los valores que la hacen distinta de otras instituciones sociales. Ese capital social que la familia puede aportar es una contribución insustituible al bien común. Para esta finalidad social, sería bueno que las familias se unieran e hicieran ver y valer el tesoro que son, porque igual que los seres vivos se mantienen vivos por la vitalidad de sus células, de igual modo, las células de la sociedad pueden hacer que esta sea más justa, más solidaria en conseguir un bien común más pleno.

Dos mil años dando la espalda al Evangelio

P.- ¿Está siendo hoy la familia cristiana verdadera alegría para el mundo o el mundo le está dando la espalda a este modelo de familia?

R.- Es alegría para el mundo, primero, si ella misma vive el Evangelio. No es una novedad que el mundo dé la espalda al Evangelio. Lleva ocurriendo dos mil años. El tema está en que hoy las familias cristianas se encuentran en medio de un ambiente complejo y distinto del de otras épocas. Ni mejor, ni peor, pero sí bastante distinto. Y en esta situación debería hacer caer en la cuenta de que su vocación debe ser reforzada para que su misión pueda llevarse a cabo quizá en un mundo más indiferente o, como dice usted, de espaldas al modelo de familia. Pero esto, lejos de ser algo con tonalidades negativas, podría ser acicate como hacen tantas familias para desplegar su belleza y autenticidad en medio del mundo, sirviendo a los hombres en lo específico de la vocación matrimonial, siendo testigos del Dios familia revelado en la Sagrada Escritura.

P.- La familia es la institución más valorada, pero cada vez hay menos jóvenes que deciden casarse por la Iglesia. ¿Qué nos dicen estos datos? ¿Están sacando las actuales generaciones a Dios de sus hogares?

R.- Hoy, el individualismo y el emotivismo son los fundamentos de muchas elecciones personales en el ámbito familiar. Pero estos planteamientos acaban por desilusionar y desenamorar a los jóvenes, porque la persona es relación y en su estructura más íntima está el abrirse, el relacionarse. Y esto implica reconocer que necesitamos de otro u otra para ser mejores y ser felices. Esta acción no es fácil: implica darse previamente para ulteriormente recibirse. El don tiene como enemigos al egoísmo y al individualismo, que te permiten hacer cosas, pero que no construyen personas, y los jóvenes intuyen esto: que pueden tener en el mejor de los casos todo y, al mismo tiempo, sentirse vacíos, porque la felicidad es siempre comunión y donación.

Carlos Simón, delegado de Familia y Vida del DIcasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, en su despacho en el Vaticano (foto julio de 2018)

Carlos Simón, en su despacho del dicasterio

Este anhelo es intuido, pero no sabemos cómo abordarlo en un contexto cultural individualista. El testimonio de los matrimonios y familias cristianas que, a pesar de los problemas y dificultades, son a pesar de todo felices, es algo importante en el contexto actual. Cuando en el matrimonio se deja espacio en la vida al Dios Familia se puede iniciar un camino de auténtica felicidad. Es lo que testifican y testimonian muchas familias.

Las familias, sujetos activos de la pastoral

P.- ¿Cómo ayuda hoy la Iglesia, de manera concreta, a las familias que pasan por momentos de dificultad? 

R.- Actúa a distintos niveles. El nivel organizativo es ya, desde hace tiempo, consciente de que la familia debería ser el centro de la pastoral de la Iglesia. Esto significa que está al servicio de las familias, procurando que las comunidades cristianas reflejen el estilo familiar. No se trata solo de resolver problemas, sino de dar vida, porque si la vida es fuerte, los problemas se resuelven. Ya van entrando paulatinamente en tantos lugares, que igual que tenemos gracias a Dios un servicio de Cáritas en cada parroquia, el reto ahora es que en cada parroquia haya también dónde atender a personas y familias que desean ser acompañadas, orientadas, ayudadas.

El Papa insiste tanto en el acompañamiento porque, en el fondo, es connatural al hombre. Un acompañamiento que favorece el discernimiento y la integración, ejes basilares que eliminan el individualismo y el emotivismo. Por ejemplo, qué importante es este planteamiento en las familias, como dice el Papa, heridas, pero igualmente importante y útil en la preparación al matrimonio. Muchas veces ha dicho Francisco que esta preparación no debería estar exclusivamente centrada en contenidos, sino en acompañar unas vidas, en discernir en el camino del noviazgo, etc. Por último, la Iglesia invita a que la pastoral familiar se centre en dar protagonismo a las mismas familias como sujetos activos y responsables de la pastoral y no solo como objeto de esta, sino sujetos responsables. Esto implica una responsabilidad y maduración, pero esto es posible si la familia está unida.

El desafío es hacer de nuestras comunidades lugares de acogida, donde las familias puedan ser confortadas, acogidas y escuchadas porque, previamente, ellas han hecho posible ese mismo estilo y ambiente. Debe haber, por tanto, una alianza entre el hogar y la parroquia y me atrevería a decir que también con la escuela, porque son lugares donde la familia está muy presente. Esta es la tarea de las familias como sujetos de evangelización que toman protagonismo activo en la dimensión litúrgica, catequética y caritativa en la vida de la misma Iglesia.

Un encuentro tonificante

P.- ¿Qué cree que les gustará vivir y escuchar a las familias que participan en el Encuentro Mundial en esos días de convivencia?

R.- Creo que les gustará comprobar que no están solas, que en todo el mundo hay muchas familias que afrontan todos los días los mismos gozos y sufrimientos. Sentirse acompañado te da una fuerza increíble para seguir viviendo tu vocación como familia cristiana. Es lo que he comprobado en todos los encuentros de las familias a los que he asistido. Suelen ser estos eventos como tonificantes para las familias. Regresando a sus países se crea una comunión virtual y muchas inician una amistad a partir del Encuentro Mundial.

Igualmente han valorado siempre el poder rezar juntos y, en efecto, en el encuentro de Dublín habrá momentos para la oración en común y la Eucaristía diaria. La oración tiene también ese poder de relativizar, en el buen sentido del término, las diferencias y límites para convertir los corazones a veces divididos y encontrar el perdón y la paz familiar. Por último, pienso que querrán escuchar al papa Francisco, que tanto ha hecho y continúa haciendo por la familia. Su aliento es fuerza para seguir adelante en medio de tantas dificultades internas y externas de la vida familiar. El Papa espera mucho de las familias para que ellas sean trasparencias del amor de Dios en el mundo. Esta alegría del amor es la buena noticia para el mundo y es lo que el Papa viene diciendo de forma diversa desde hace tiempo. Ojalá las familias escuchen al Papa y puedan ser trasparencias de este amor.

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