Los jesuitas peruanos cierran la casa donde fue asesinado Carlos Riudavet

  • “Durante este semestre, evaluaremos con el obispo y con Fe y Alegría el futuro del colegio y de nuestra presencia en él”, explica el provincial de Perú
  • El velatorio y funeral por el sacerdote fue seguido por numerosos vecinos de la Amazonía, donde el español llevaba 38 años

El provincial jesuita de Perú, Juan Carlos Morante, ha publicado una carta sobre el asesinato del sacerdote español Carlos Riudavet, en la región de la Amazonía peruana, la pasada semana. Haciendo un breve repaso por los 38 años que el español llevaba en el colegio Fe y Alegría, en Yamakaientsa, menciona las “circunstancias violentas y muy dolorosas” de su fallecimiento.

A continuación, comienza a hacer un recorrido por cómo se vivieron los días posteriores al conocimiento de la trágica noticia, agradeciendo en todo momento que “las muestras de afecto, gratitud y dolor por la muerte de Carlos han sido muy grandes”.

“Desde que se supo la noticia, muchas personas de Imaza y Chiriaco se fueron acercando a la casa de los jesuitas para expresar su dolor y solidaridad. En la noche del viernes, el cuerpo fue llevado a la morgue de Bagua para la autopsia de ley. Después fue conducido a la iglesia para ser velado hasta el día siguiente. El párroco de Bagua y la feligresía se organizaron rápidamente para atender a todas las personas que acudieron al velorio”, escribe Morante.

El día 11 el cuerpo fue trasladado a Imacita, “frente al colegio, en la otra orilla del río Marañón, donde Carlos celebraba la misa dominical”. Religiosas y feligreses fueron llegando hasta el lugar para celebrar la eucaristía y, posteriormente, salir en caravana hacia Chiriaco. “El recibimiento fue multitudinario. El cuerpo fue velado durante toda la noche hasta el día siguiente”.

Desconcierto

El Provincial narra también como el sábado por la noche mantuvieron una reunión autoridades, catequistas y religiosas para hablar de los hechos. “Todos se expresaron con respeto y gratitud por el servicio de Carlos y de los jesuitas. Igualmente expresaron su propio dolor y desconcierto por la muerte que había sufrido, así como su compromiso para ayudar a esclarecer la verdad de los hechos y a que se sancione a los responsables, respetando las leyes del estado peruano. Fue una reunión muy reveladora de la problemática compleja y cambiante que vive el pueblo Awajun-Wampis”.

La jornada del domingo continuó con los homenajes a Riudavet “por sus largos años de servicio en la educación de niños y jóvenes nativos, así como en el servicio pastoral de la zona”. También se celebró una misa que presidió el obispo del Vicariato Apostólico de San Francisco Javier de Jaén, Alfredo Vizcarra. La homilía la realizó Juan Cuquerella, que fue director del colegio y compañero muy cercano al jesuita español, “a Carlos no le pudieron arrebatar su vida, porque durante 38 años él la había regalado a manos llenas a Jesús de Nazaret, a la Iglesia, a sus compañeros de comunidad, a sus alumnos, al pueblo Awajum y Wampis. Ya apenas le quedaba nada que le pudieran arrebatar”. Después de la misa, fue enterrado en la misma iglesia de Chiriaco.

Foto: Facebook Jesuitas de Perú

Cierre de la casa

Juan Carlos Morante explica a continuación: “La casa de los jesuitas en el colegio ha sido cerrada. Los dos maestrillos van a ser destinados a otros lugares. La oficina nacional de Fe y Alegría se ha hecho cargo de supervisar la dirección y administración del colegio y del internado. Durante este semestre, evaluaremos con el obispo y con Fe y Alegría el futuro del colegio y de nuestra presencia en él”.

La carta contiene un sincero agradecimiento a todas las personas que les han ayudado estos días y pide que “tengamos presente en nuestras oraciones a todas las misioneras y misioneros del Alto Marañón, para que el Señor los fortalezca en su servicio y les haga sentir en todo momento el gozo del evangelio”.

“Nuestro hermano Carlos recibió la gracia de compartir el amor de Cristo a los pobres y marginados de la sociedad y, en el momento final de su vida, le tocó cargar más de cerca la cruz de su Señor. Por eso también, ha recibido la gracia de compartir más plenamente la gloria de su resurrección. Que su ejemplo y su testimonio nos reconforten y nos animen a seguir entregando nuestras pequeñas vidas en el servicio de nuestros hermanos”, concluye el jesuita.

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