El comentario del Evangelio, por Pedro Barrado

  • 12 de agosto de 2018. XIX Domingo del Tiempo Ordinario

Juan 6,41-43.47-50

Los judíos comenzaron a murmurar de él, porque había dicho: “Yo soy el pan que ha bajado del cielo”. Decían: “Este es Jesús, el hijo de José. Conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo se atreve a decir que ha bajado del cielo?” Jesús replicó: “No sigáis murmurando. Os aseguro que el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y, sin embargo, murieron. Este es el pan del cielo, y ha bajado para que quien lo coma no muera”.

murmurar
El evangelio de hoy parece una actualización de la primera lectura del domingo pasado. Son varios los términos comunes: murmurar, pan, desierto. No en vano, el capítulo 6 de san Juan alberga el llamado discurso del pan de vida, que tiene como trasfondo los episodios del maná.

Conocemos
El verbo que se utiliza para “conocer” es eidô, que también significa “ver”, “percibir por los sentidos”. Y aquí está la clave: los adversarios de Jesús creen conocerlo porque se fían de lo que le dicen sus sentidos; pero hay un conocimiento que es mucho más profundo.

cree
La creencia (verbo pisteuô) discurre por la misma vía que el conocimiento profundo y verdadero. Porque creer en Jesús, en último término, es experimentarlo, saber de él, conocerlo. Por eso se puede decir que solo el que cree en Jesús sabe quién es en realidad.

pan de la vida
Sin solución de continuidad se pasa de la creencia en Jesús al pan de la vida. La razón tiene que ver con lo que acabamos de mencionar: creer no tiene que ver solo con lo intelectual, con la cabeza, sino con el saboreo, con el gustar. De ahí que el pan aparezca en la escena.

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