Misa de despedida al obispo Goic en Rancagua

Un templo catedral lleno acogió a los diez obispos y dos cardenales que acompañaron a los obispos Fernando Ramos en su llegada a la diócesis y Alejandro Goic, en su despedida.

Con la entrega del báculo a su sucesor, Fernando Ramos, el ahora obispo emérito de Rancagua, Alejandro Goic, hizo el gesto ritual de traspasar la conducción pastoral de esa diócesis. Un prolongado abrazo entre ambos fue la expresión emotiva de ese mismo acto. Mientras, un templo catedral colmado de entusiastas participantes que habían llegado desde temprano procedentes de muchas parroquias, algunas alejadas en las zonas rurales, expresaba con cantos y aplausos su cariño al obispo que se retira y su acogida al que llega.

Después de 15 años Goic entrega la diócesis en un momento difícil, con activa intervención de la Fiscalía regional en representación de la justicia civil, marcado por denuncias públicas que involucran a un grupo de sacerdotes y que a él lo señalan como eventual encubridor.

“Las dolorosas circunstancias que vive la Iglesia diocesana, le imprimen un sabor amargo a este momento, un momento que siempre había esperado poder asumir con la humildad de quien se va a colaborar desde un servicio sencillo mientras la salud lo permita. Pero lamentablemente no es así”, dijo en el comunicado con que se despidió pocos días antes, cuando asumió el nuevo obispo.

Pastor cercano

 Había presentado su renuncia hace poco más de tres años, al cumplir los 75. Hace poco cumplió 39 años de obispo, la mitad de su vida, en los que se caracterizó por ser un pastor cercano, cálido y acogedor. Nacido en Punta Arenas, en el extremo sur del país, descendiente de croatas, estudió en el seminario de Concepción y luego en Santiago. Fue ordenado sacerdote a los 26 años, trabajó en parroquias populares de su ciudad natal, en 1973 asumió como Vicario General y a los pocos meses le correspondió asumir como Vicario Capitular al fallecimiento del obispo.

Juan Pablo II lo nombró Obispo titular de África y Auxiliar de Mons. Manuel Sánchez en Concepción. Recibió su consagración episcopal en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, el 27 de mayo de 1979 de manos del Sumo Pontífice. Es el primer obispo chileno consagrado por el Papa Juan Pablo II. Adoptó como lema episcopal “Cristo es mi vida”. 

“Ustedes saben que he procurado siempre dar testimonio de aquello que expresa mi lema episcopal, “Cristo es mi vida”, dijo en el comunicado de despedida. He buscado configurarme con Él en cada palabra que pronuncio, en cada encuentro, en cada decisión, en cada paso que he dado”. Sin embargo, reconoce que su salida ocurre en un momento que no hubiera deseado vivir.

El Consejo de prevención de abusos

Después de haber sido obispo de Osorno, llegó a Rancagua como coadjutor de mons. Javier Prado. Desde abril del 2004 es obispo de esa iglesia diocesana. En la Conferencia Episcopal de Chile fue su presidente durante dos períodos entre 2004 y 2010. Participó en el Sínodo de Obispos en Roma (1990) y en la IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano, en Santo Domingo (1992). Presidió la sección de la juventud del CELAM entre 1993 y 1994.

Fue el inspirador y principal gestor para la puesta en marcha del proceso de prevención de abusos a menores por parte del clero en todo el país, lo que dio origen al “Consejo nacional de prevención de abusos sexuales a menores de edad y acompañamiento a víctimas”, organismo de la Conferencia Episcopal de Chile que él presidió hasta fines de mayo pasado cuando renunció para dedicarse completamente a la crisis que se originó en su diócesis por las denuncias a varios sacerdotes.

La eucaristía al atardecer del viernes 6 se inició presidida por Goic y, luego de la entrega del báculo, la continuó su sucesor Ramos. Al término, la procesión con diáconos permanentes, sacerdotes y obispos salió por el pasillo central de la iglesia catedral hasta la calle, mientras Alejandro Goic era saludado por cientos de personas presentes que lo abrazaban, besaban, lloraban con él. En el templo se escuchaban cantos de “Alejandro, amigo, el pueblo está contigo”, vivas al obispo emérito, y muchos que le gritaban “hombre justo y santo”.

  

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