“Si algo había en el Aquarius eran muchas ganas de vivir”, relata una de las periodistas a bordo del barco

  • Sara Alonso, de Radio Nacional, acompañó a las 630 personas en su travesía hasta Valencia
  • Reivindica a Vida Nueva que los inmigrantes son “un ejemplo de dignidad” frente a las políticas populistas

Tras unos necesarios días de margen para recuperar la normalidad (o al menos dentro de lo que se puede, después de vivir una experiencia sin duda quebradora), Sara Alonso, periodista de Radio Nacional, recuerda en conversación con Vida Nueva lo que experimentó el pasado domingo 17, cuando llegó con el Aquarius al puerto de Valencia y, tras una semana junto a 630 personas que le han dado “todo un ejemplo de dignidad”, se despidió de muchas de ellas con un sentido abrazo.

Como la periodista comprometida que es, no le gusta ser “parte de la noticia”; por eso centra toda la charla en la situación de los inmigrantes que vivieron una dura experiencia cuando, tras ser rescatados en sus pateras por el barco de Médicos Sin Fronteras que opera en las costas de Libia, no obtuvieron el permiso de Italia para ser atendidos en sus puertos y, tras unas horas de mucha incertidumbre, se anunció que finalmente serían acogidos en España.

Compromiso de toda la UE

A lo largo de una semana marcada por un alud de emociones encontradas, Alonso, que ha acompañado el barco junto a un pequeño grupo de compañeros de otros medios –en la imagen que ilustra esta información, del perfil de Twitter de Óscar Corral (El País), ella es la segunda por la derecha–, reivindica que algo debe cambiar a partir de ahora: “El Aquarius se ha convertido en un símbolo, pero debemos tener claro que no estamos ante algo puntual… Van a seguir huyendo muchos inmigrantes de Libia, Marruecos o Nigeria, y vamos a seguir comprobando que el Sur, con Grecia, Italia y España a la cabeza, no puede estar solo en esto. Se necesitan soluciones amplias, globales, a nivel del conjunto de la Unión Europea”.

Sobre el momento en el que Italia, gobernada por la coalición populista entre el Movimiento 5 Estrellas y la Liga Norte, cerró las puertas a la acogida del barco humanitario en cualquiera de sus puertos, Alonso cuenta que “se optó por no explicárselo de un modo detallado a la gente, pues su situación era muy mala y bastante tenían ya como para ser conscientes de que un estado no les quería. Básicamente, se les dijo que estábamos más lejos de Libia y que lo que era seguro era que no tendrían que volver allí. Eso les tranquilizó, pues lo que más temían era ser devueltos al territorio libio. Hubo episodios de mucha tensión y nervios, sobre todo cuando se acercaban lanchas con periodistas… Finalmente, cuando les dijeron que España aceptaba el barco, la alegría fue enorme. No sabían muy bien qué les depararía el futuro, pero la noticia de la acogida por nuestro país desató la euforia”.

Musulmanes en la misa de acción de gracias

Así, una de las vivencias que la periodista española nunca olvidará es cuando desde la embarcación se divisó a lo lejos Baleares “y los nigerianos improvisaron una misa de acción de gracias por la vida. La ofició un pastor protestante y fue increíble por su alegría, por los ‘aleluyas’ que les salían de dentro mientras cantaban y bailaban. Se invitó a toda la tripulación y también acudieron musulmanes, pues, como dijo el pastor, ‘todos estamos bajo el mismo sol’”.

Como reconoce, esto despertó en ella sentimientos encontrados: “Lloraba de alegría, pero también de tristeza y con una cierta culpabilidad, pues te emociona ver su dignidad personal, su inmensa esperanza, que contrasta con la respuesta que se les da desde nuestros países a su situación”.

Aunque aún tiene que “asimilar todo lo vivido” y explica que “es muy difícil destacar una historia sobre las otras, pues todas evocan esa idea de absoluta dignidad”, Alonso se queda con el testimonio de “Hope, una joven nigeriana que tuvo que huir tras el asesinato de sus padres por Boko Haram. Ella trabajaba como secretaria en una oficina y tenía una vida normal, pero, de un día para otro, tuvo que dejarlo todo y huir de su hogar. Pudo llegar a Libia, donde la convirtieron en una esclava sexual y padeció todo tipo de atrocidades”.

“Pero allí –continúa– conoció a un chico de Ghana, también refugiado, y se enamoraron. Ambos se enrolaron en una patera aceptando que preferían morir a seguir en Libia…, y eso que está embarazada de seis meses. Tenía la preocupación de que su chico pudiera acabar en Italia y ella en España, siéndoles luego muy difícil reencontrarse. Por eso espero que les vaya muy bien. Ella quiere estudiar en nuestro país. Me emociona el hecho de que me dijera que su nombre es Hope, que se traduce por ‘esperanza’, cuando no se llama así en realidad. Tiene muchas ganas de vivir y se merece lo mejor”.

Cicatrices más allá de la piel

Otra historia es la de Jack: “También es nigeriano y también ha visto a sus padres asesinados por los islamistas. En Libia sufrió tales maltratos que tiene su espalda marcada ya de por vida con unas terribles cicatrices. A bordo hablaba mucho con él. Me contaba que no dormía por las pesadillas. No podía dejar de llorar, y eso que es alegre y le tranquiliza la música. Fue impresionante cuando nos cantó en directo en la radio. En la llegada del Aquarius a Valencia, el primero en desembarcar fue él. Iba nervioso porque tiene una hermana en Madrid, pero hace siete años que no la ve y no sabe si le acogerá o no. Toda mi ilusión es que así sea”.

Echando la vista atrás, la periodista reconoce que es mucho lo aprendido: “Todo lo vivido ha sido algo inmenso…, sobre todo a nivel humano, que es lo que busqué transmitir en mis crónicas en la radio. A los oyentes quise acercarles a personas con sus sentimientos, no a simples números ni a integrantes sin rostro de ‘otra patera más’. En lo personal, ha sido una experiencia muy destructiva, pues te duelen muchas historias, pero a la vez muy constructiva, pues allí he palpado la dignidad”.

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