La CIEC propone una ‘hoja de ruta’ para el acompañamiento en la escuela católica

  • Al cierre del II Encuentro Interamericano de Pastoral Educativa, el secretario general presentó, a modo de conclusiones, un decálogo de tareas para acompañar a los jóvenes en el mundo de hoy
  • Cultivar la interioridad representa uno de los mayores desafíos para los educadores

Con un positivo balance concluyó en Santo Domingo el II Encuentro Interamericano de Pastoral Educativa que, en esta oportunidad, reflexionó sobre el acompañamiento a los jóvenes en el mundo de hoy.

Durante tres días (del 1º al 3 de junio) 450 pastoralistas del continente latinoamericano, participaron en conferencias, talleres, y compartieron algunas experiencias significativas en el ámbito de la escuela católica, que permitieron vislumbrar algunas claves para el acompañamiento pastoral a los jóvenes.

La última jornada del encuentro –organizado por la Confederación Interamericana de Educación Católica (CIEC)– fue particularmente proyectiva, al señalar diferentes modos de acompañar en la escuela de hoy –tema de la conferencia del asesor pastoral Juan Echeverría–, y algunas pautas para acompañar a los jóvenes en su dimensión espiritual.

¿Qué espiritualidad proponer?

¿Qué espiritualidad proponer hoy a los jóvenes? En torno a esta apremiante interpelación que dio lugar al panel de cierre del encuentro, el Hno. Diego Díaz defendió la centralidad de la Palabra de Dios “desde una lectura existencial que conecte con la vida del joven”. Será necesario continuar abriendo espacios de formación bíblica a los pastoralistas, pues “la Palabra se hace joven con los jóvenes”, propuso el religioso lasallista.

Por su parte, sor Ana Julia Suriel, presidente de la Unión Nacional de Escuelas y Colegios (UNEC) de la República Dominicana, subrayó la primacía del “desarrollo de la interioridad” y de “experiencias de aprendizaje-servicio, en torno a la comprensión y a la solidaridad”, para ofrecer a los jóvenes itinerarios de formación espiritual.

Asimismo, el rescate de la mística en diálogo con las culturas juveniles, a la luz de las virtudes teologales de belleza, bondad y verdad, podrían suscitar una espiritualidad ‘de ojos abiertos’ abierta a la alteridad.

Decálogo para acompañantes

A modo de colofón, las conclusiones que presentó el secretario general de la CIEC, Óscar Pérez Sayago, al finalizar el II Encuentro Interamericano de Pastoral Educativa, planteó una ‘hoja de ruta’ para el acompañamiento en la escuela católica, a modo de decálogo:

1. “Dios es joven, es siempre nuevo”. Al reconocer en los jóvenes la juventud de Dios que “hace nuevas todas las cosas y le gustan las novedades”, los pastoralistas están llamados a construir relaciones con los jóvenes.

2. “La juventud no existe… en su lugar, existen los jóvenes”. Es preciso decantar los mitos de juventud.

3. Hablar de jóvenes significa hablar de promesas, y significa hablar de alegría”. Los jóvenes tienen la capacidad de “mirar con esperanza” y desafían a los acompañantes a comunicar esperanza.

4.  Los acompañantes “no siempre ayudamos a ver el camino”. Por eso, “debemos pedirles perdón a los jóvenes porque no siempre los tomamos en serio”.

5. “Hay que hacer que [los jóvenes] se conviertan en protagonistas”. Para ello, es necesario entenderlos en movimiento. “Si queremos dialogar con un joven, debemos ser flexibles, y entonces será él quien se ralentice para escucharnos, será él quien decida hacerlo”.

6. Las jerarquías no favorecen el acompañamiento. “En el acercamiento de un joven y un adulto hay necesidad de ternura, y hace falta ternura si un adulto quiere acercarse a un joven”. 

7. Es imperativo “demostrar con hechos que el Reino de Dios es posible”. De este modo, es necesario considerar que “los jóvenes son muy sensibles a los testimonios, necesitan hombres y mujeres que sean ejemplos”. 

8. “En el trabajo pastoral es fundamental servir” y asumir el acompañamiento como un servicio a los jóvenes. Parte de este servicio tiene que ver con “levantar a quien ha caído”.

9. “Cuanto más poder se tiene, más dispuesto hay que estar a servir. Es aquí donde debería hallarse la verdadera competición: entre quienes quieren servir más”.

10. “Hacer el bien debe convertirse en una adicción, en una adicción de la que uno no se debe curar”. No podemos olvidar que “basta un hombre bueno para tener esperanza”. 

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