Silvano Pedroso Montalvo, el primer obispo negro de la historia de Cuba

  • El prelado tomó posesión de la sede de Guantánamo Baracoa el pasado 27 de mayo
  • Pedroso se presentó a los fieles con una clara premisa: “Que en comunidad muchos hagan, aunque sea poco, y no que pocos hagan mucho”

Silvano Pedroso Montalvo, obispo de Guantánamo Baracoa (Cuba)

El nuevo obispo de Guantánamo Baracoa, en Cuba, es una muestra de que Dios guía a quienes le buscan con sincero corazón. A pesar de vivir en Cuba y en un contexto que negaba la existencia de Dios, el recién ordenado obispo, Silvano Pedroso Montalvo, no cesó en su búsqueda y hoy se atreve a afirmar que en Dios ha encontrado una mayor felicidad. El pasado 27 de mayo se ha convertido en el primer obispo negro de la historia de la Iglesia cubana.

Nacido en 1953, confiesa que desde niño tuvo inquietud religiosa. Su padre Silvano era católico y el niño fue bautizado a los 8 años en 1961. Su madre Catalina era bautista y él frecuentó la iglesia bautista en la niñez hasta desconectarse en la adolescencia. En su casa le hablaron sobré Dios principalmente su abuela materna y su madre. Él siempre se sintió identificado con su padre y hasta quiso ser médico como él. Pero su padre le dijo que terminara la carrera de geógrafo y después él mismo le orientaría para la medicina.

En sus años de universidad admiraba y se relacionaba con jóvenes creyentes y él mismo se preguntaba sobre el hecho religioso. En un curso sobre Cosmología y Marxismo le llamó mucho la atención que en su entorno se insistiese en negar la existencia de Dios. Él admiraba la belleza del cosmos y el orden del universo y se decía: “Lo que no existe no hay que negarlo. Si este lo niega y aquel lo niega es porque existe, luego Dios existe, llámenle como le llamen”.

“Tenía proyecto de familia y novia”

Reconoce que: “Yo era muy feliz, incluso tenia mi proyecto de familia y de hijos, y tenía novia, pero pensaba que había algo “en lo que voy a ser mucho mas feliz”. Entró en el seminario en 1988 y reconoce que le resultó difícil aquel régimen interno “que nunca soporté”. Pero reconoce que el seminario le sirvió “para poner nombre a las cosas para abrirme mas a la gente necesitada. Antes yo era de mi grupo y de mi gente pero ahora me tuve que abrir a otro mundo y a las necesidades del prójimo”.

El 9 de enero de 1995 recibió el diaconado y fue ordenado presbítero el 12 de junio del mismo año en la Catedral. En sus palabras de saludo el día de su ordenación episcopal, Pedroso agradeció la acogida del pueblo y de los fieles de Guantánamo y Baracoa, expresando publicamente su compromiso para con ellos. Les dijo que consideraba voluntad del Señor “que en comunidad muchos hagan, aunque sea poco, y no que pocos hagan mucho”.

Benito Luis Espinosa aún recuerda como llegó el padre Pedroso, recién ordenado sacerdote, a su parroquia de San Felipe Neri, en un barrio de La Habana: “Risueño como siempre, saludando a todos”. Dice de él que es persona que se da muy a querer y atrae a las personas. Entonces tenía 42 años y “nos nucleamos a su alrededor pues tenía un carisma particular para tratarnos, siempre para todos sacerdote, director espiritual, colega y amigo”. Dice que toda su “sensibilidad humana le potenciaba sobre todo en el confesionario adonde acudíamos siempre en busca de la misericordia de Dios y el consejo de amigo”.

“Hombre de figura distinguida y muy equilibrado”

Alfredo Petit Vergel, hoy obispo emérito de La Habana, acompañó la búsqueda del joven Pedroso hasta su entrada al seminario. Lo describe como “hombre de figura distinguida y muy equilibrado. Con amplio sentido del humor y madurez de juicio en sus asuntos más fundamentales. De trato afable y de fácil conversación. Atento, educado, correcto en todos los momentos. Se da a querer y no parece tener ningún complejo. Acepta su condición racial con equilibrio y sencillez”.

Reconoce que este nombramiento “aporta a la Iglesia en Cuba la apertura a la ordenación del primer obispo de la raza negra en su historia, porque sacerdotes los ha habido y hay varios pero nunca un obispo”. En entrevistas a raíz de su nombramiento, Pedroso manifestó que nunca se había sentido superior o inferior a nadie por el color su piel. Es consciente de que, “a muchas personas les puede gustar tener un obispo negro porque la Iglesia es universal”. Su lema episcopal es: ‘Ámense como yo les he amado’. Está convencido de que con dulzura las cosas se llevan bien, y en cuanto a su espiritualidad dice: “Yo voy con el Evangelio”.

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