Obispo Arizmendi: “Estamos hartos de tanta propaganda electoral”

El obispo emérito de San Cristóbal de las Casas lamentó el tono de las afirmaciones de los candidatos, quienes, con tal de quedarse con el puesto al que aspiran, intentan destruir a los otros

Un enérgico “¡Ya basta!” lanzó este jueves el obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, a los candidatos tanto presidenciales como a todos aquellos que aspiran a obtener un cargo a nivel estatal o municipal en los comicios del próximo 1 de julio.

El obispo Arizmendi –una de las voces más equilibradas del episcopado mexicano– ahora no se midió en denunciar el hartazgo social en torno a la dinámica de descalificaciones en la que están inmersos los contendientes: “Ya estamos hartos de tanta propaganda electoral. Lo que más molesta es el tono de las afirmaciones que hacen los candidatos, tanto los presidenciables como los de otros niveles”.

Y es que –explicó a través de su tradicional artículo semanal– (los candidatos) “se proponen como los únicos que saben lo que se debe hacer, como los que tienen la solución a todos los problemas que nos aquejan; por tanto, como la mejor opción. Se insultan, se desprecian, se calumnian, intentan destruir a los otros y quedarse con el puesto al que aspiran. Pareciera que todos los demás, menos ellos, son corruptos, ignorantes, despreciables, incapaces, desechables por consiguiente”.

Lamentó que ningún candidato se muestre humilde, reconozca sus limitaciones y sus errores, valore lo bueno que los demás tienen, o esté dispuesto a aprender de los otros. “No se escuchan, sino que están pendientes de los errores ajenos, para criticarlos y noquearlos. ¿Hay candidatos humildes, sabios, maduros, abiertos a aprender de los demás, o todos son orgullosos, engreídos, agresivos, impositivos?”, se preguntó.

Las personas sabias escuchan

Monseñor Felipe Arizmendi –quien durante casi 27 años desempeñó su ministerio episcopal en el estado de Chiapas, uno de los más pobres del país– le recordó a la clase política que una persona sabia y madura es aquella que tiene apertura para escuchar con serenidad a los demás, para aprender de ellos, para analizar los propios puntos de vista y estar dispuesto a cambiarlos o matizarlos.

Pero para ello –dijo– se requiere de mucha humildad. “De esto depende la grandeza de alguien. Los engreídos, los que se imaginan tener siempre y en todo la razón, esos no están dispuestos a escuchar, a valorar opciones diferentes, a aprender de los demás. Se hacen insoportables, orgullosos, vanidosos y prepotentes. Si les dices sus verdades, arremeten contra ti, te descalifican y quisieran deshacerte”.

La escucha requiere humildad

El Obispo recordó que el papa Francisco, en su exhortación Amoris Laetitia, dice algo que es muy importante para la vida en familia, pero que también vale para la política y los procesos electorales: “A veces ocurre que los supuestamente más adelantados se vuelven arrogantes e insoportables. La actitud de humildad aparece aquí como algo que es parte del amor, porque para poder comprender, disculpar o servir a los demás de corazón, es indispensable sanar el orgullo y cultivar la humildad. Jesús recordaba a sus discípulos que en el mundo del poder cada uno trata de dominar a otro, y por eso les dice: ‘No ha de ser así entre ustedes. La lógica del amor cristiano no es la de quien se siente más que otros y necesita hacerles sentir su poder, sino que ‘el que quiera ser el primero, que sea el servidor”.

Advirtió que en la vida familiar (y en la política) no puede reinar la lógica del dominio de unos sobre otros, o la competición para ver quién es más inteligente o poderoso, porque esa lógica acaba con el amor. “Tengan sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes”, concluyó citando al apóstol San Pablo.

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