Jean-Claude Hollerich: “Es preferible una UE imperfecta que inexistente”

Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo y presidente de la COMECE

“No debemos ser gente de ayer, sino gente de hoy y de mañana”. Así se expresa el arzobispo de Luxemburgo, Jean-Claude Hollerich, al ser preguntado por Vida Nueva sobre cómo ‘re-conquistar’ una Europa en constante proceso de secularización. El ex misionero jesuita fue elegido el pasado 8 de marzo presidente de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea (COMECE), sustituyendo al cardenal arzobispo de Munich, Reinhard Marx. En conversación con esta revista, demuestra su carácter europeísta y lanza un mensaje –aunque sin nombrar ningún caso concreto– a quienes buscan desligarse de la Unión Europea: “Los problemas que tenemos son comunes y solo podemos resolverlos juntos”.

PREGUNTA.- ¿Qué se puede decir a los europeos que hoy día no aman la Unión Europea?

R.- Creo que, aunque la Unión Europea no es perfecta, es preferible que sea así, a que directamente no exista. Los problemas que tenemos son comunes y solo podemos resolverlos juntos. Por ejemplo, el desempleo entre los jóvenes. No es posible para un estado nacional resolver por sí solo estos problemas. Por tanto, Europa existe para el bien común, pero también tenemos que ser voz de esa gente que no ama la Unión Europea y sus normas. Estamos en un tiempo en el que todo cambia, no solo la globalización, sino también todo el mundo numérico. Los jóvenes de ahora son muy distintos a los de hace diez años. Antes teníamos tantos periódicos, discusiones en los diarios, partidos políticos… había muchas plataformas en las que se podía discutir todo… Algo necesario en una democracia. Pero ahora es diferente porque con Facebook no hay lugar para discutir. Hay un ‘like’ o una breve frase.

P.- ¿Cómo se debería responder a la disminución del número de católicos en tantos países europeos?

R.- Vengo de Japón, donde he sido misionero. Cuando fui nombrado arzobispo de Luxemburgo hace ya seis años, estaba de misionero en Tokio. Me pregunté por qué el papa Benedicto XVI me nombraba a mí. Creo que no soy mejor que los otros y que la única respuesta podría ser que soy misionero. El misionero debe dialogar con la gente. Ser misionero quiere decir encontrar a Cristo y estar presente en la nueva cultura de cada país europeo. No debemos ser gente de ayer, sino gente de hoy y de mañana.

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