Stephen Hawking, el científico “ateo” abrazado por cuatro papas

  • Compartió anécdotas y diálogos enriquecedores con Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco
  • La Pontificia Academia de las Ciencias, de la que era miembro, le ha despedido con dolor

Desde su fallecimiento este miércoles 14 de marzo a los 76 años, víctima del ELA, no han cesado los homenajes hacia el astrofísico inglés Stephen Hawking. También desde la Iglesia. Y es que, pese a explicar muchas veces que era “ateo”, el investigador de los agujeros negros siempre fomentó un diálogo constructivo entre la ciencia y la fe.

Prueba de ello es que, desde 1986, fuera uno de los más reputados miembros de la Pontificia Academia de las Ciencias, cuyo canciller, el arzobispo Marcelo Sánchez Sorondo, quien, en un cariñoso mensaje, recordó que Hawking se encontró personalmente con hasta cuatro papas: Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.

Con Pablo VI

A Montini le saludó en el Vaticano el 9 de abril de 1975 (en una jornada en la que los focos mediáticos se los llevó la entrega en Los Ángeles de los Premios Oscar, llevándose cuatro estatuilas la segunda parte de ‘El Padrino’), con motivo de serle concedida por la Santa Sede la Medalla Pío XI. El científico británico tenía entonces 33 años y llevaba una década padeciendo su enfermedad (pese a que le diagnosticaron uno o dos años de vida, ha alargado con tesón su existencia medio siglo más), estando ya en silla de ruedas. De ese encuentro entre ambos queda la significativa imagen del Papa arrodillado durante dos minutos ante Hawking.

En su discurso, Pablo VI le mostró su “alegría” por estar ante una figura “cuyos estudios le han merecido fama internacional”. El Pontífice se despidió del “querido profesor” expresándole sus “mejores deseos” por su incesante labor. Al producirse el encuentro en un acto de la Pontificia Academia de las Ciencias, Montini concluyó su saludo extendiéndolo a todos los presentes: “Añadimos, como prenda de nuestra solicitud por su vida espiritual y la de sus seres queridos, nuestra bendición apostólica”.

Con Juan Pablo II

Con Juan Pablo II se vio el 3 de octubre de 1981, con motivo de una reunión de la Pontificia Academia de las Ciencias a la que asistió el astrofísico. En el bello mensaje que les dirigió Wojtyla, además de hacer referencia a su intento de asesinato por parte de Alí Agca solo unos meses (ante lo que dio las gracias “por haber recobrado mis fuerzas físicas”, lo que achacaba “a la Providencia misericordiosa de Dios y a la competencia de los médicos que me han cuidado”), les transmitió “la estima que siente la Iglesia por la ciencia pura”, que es “conocimiento y, por tanto, perfección del hombre en su inteligencia”. “Se la debe honrar por sí misma –enfatizó–, como parte integrante de la cultura”.

Como la jornada estaba dedicada de un modo especial a la cosmología, el Pontífice polaco entró de lleno en la materia: “La Biblia misma nos habla del origen del universo y de su constitución, no para ofrecernos un tratado científico, sino para señalar las justas relaciones del hombre con Dios y con el universo. La Sagrada Escritura quiere decir sencillamente que el mundo ha sido creado por Dios y, para enseñar esta verdad, se expresa con los términos de la cosmología usual en tiempos del que escribe”.

“Por otra parte –añadió Juan Pablo II–, el libro sagrado quiere hacer saber a los hombres que el mundo no ha sido creado como morada de los dioses, tal como lo enseñaban otras cosmogonías y cosmologías, sino que ha sido creado al servicio del hombre y para gloria de Dios. Cualquier otra enseñanza sobre el origen y la formación del universo es ajena a las intenciones de la Biblia, que no quiere enseñar cómo ha sido hecho el cielo, sino cómo se va al cielo”.

Por último, Wojtyla argumentó que ciencia y fe pueden coexistir al formar dos caras de un mismo camino explicativo del origen de la vida: “Toda hipótesis científica sobre el origen del mundo, como la de un átomo primitivo del que procedería el conjunto del universo físico, deja abierto el problema referente al comienzo del universo. La ciencia no puede por sí misma resolver dicha cuestión: hace falta ese saber del hombre que se eleva por encima de la física y de la astrofísica y que recibe el nombre de metafísica; hace falta, sobre todo, el saber que viene de la revelación de Dios”.

Con Benedicto XVI

El mismo espíritu constructivo presidió el encuentro entre Hawking y Benedicto XVI el 31 de octubre de 2008. En su discurso a la Plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, que versó sobre el tema ‘Visión científica de la evolución del universo y de la vida’, Ratzinger recalcó que, en relación al origen del Universo, “no hay oposición entre la visión de la creación por parte de la fe y la prueba de las ciencias empíricas”.

“Afirmar que el fundamento del cosmos y de su desarrollo –ahondó el Pontífice alemán– es la sabiduría providente del Creador no quiere decir que la creación solo tiene que ver con el inicio de la historia del mundo y la vida. Más bien, implica que el Creador funda este desarrollo y lo sostiene, lo fija y lo mantiene continuamente”.

Con su particular estilo pedagógico, Ratzinger apeló a un espíritu íntimo que se mantene a lo largo de la Historia: “’Evolucionar’ significa literalmente ‘desenrollar un rollo de pergamino’, o sea, leer un libro. La imagen de la naturaleza como un libro tiene sus raíces en el cristianismo y ha sido apreciada por muchos científicos”. Para ello, recuperó la figura de Galileo, que “veía la naturaleza como un libro cuyo autor es Dios, del mismo modo que lo es de la Escritura. Es un libro cuya historia, cuya evolución, cuya ‘escritura’ y cuyo significado ‘leemos’ de acuerdo con los diferentes enfoques de las ciencias, mientras que, durante todo el tiempo, presupone la presencia fundamental del autor que en él ha querido revelarse a sí mismo”.

“Esta imagen –finalizó Benedicto XVI– también nos ayuda a comprender que el mundo, lejos de tener su origen en el caos, se parece a un libro ordenado: es un cosmos. A pesar de algunos elementos irracionales, caóticos y destructores en los largos procesos de cambio en el cosmos, la materia como tal se puede ‘leer’”.

En su saludo personal a Hawking, el hoy papa emérito bendijo al científico haciendo la señal de la cruz sobre su frente y, en una entrañable conversación, mostró su admiración por su sistema de comunicación informático.

Con Francisco

Su último encuentro con un papa fue el que mantuvo el 28 de noviembre de 2016 con Francisco. Aquí, más allá del Big Bang, sobre el que el científico disertó en una ponencia durante 20 minutos, ambos confluyeron en la “voluntad concreta de buscar el bien común”, centrándose en la defensa de nuestro medioambiente.

Precisamente, esta era una de las cuestiones que más preocupaban últimamente a Hawking, que advertía que, de seguir con los actuales hábitos de consumo, la humanidad no llegará a sobrevivir mil años más. Recogiendo el guante, Bergoglio llamó a que cristianos y científicos se unieran con el “objetivo compartido de proteger nuestro hogar común, amenazado por el colapso ecológico”. Para ello, estos últimos debían comprometerse a “trabajar libremente de intereses políticos, económicos o ideológicos”.

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