El enigma Barros 2. Osorno

Al asumir en Osorno el obispo Juan Barros enfrentó el rechazo de sus fieles prolongado hasta la visita del Papa Francisco en la que opacó su impacto. Su historia como discípulo de Fernando Karadima, en la parroquia de El Bosque, lo señala como testigo de sus abusos y encubriéndolos.

En marzo del 2015 al tomar posesión de su nueva designación, la diócesis de Osorno, 850 kilómetros al sur de Santiago, el obispo Juan Barros encontró a gran parte de los fieles presentes en el templo Catedral vestidos de negro y gritando “¡Barros, fuera!”. Otros con globos blancos apoyaban al obispo. En el atrio del templo permaneció un grupo numeroso con pancartas que expresaban el rechazo al nuevo obispo. Fue una Misa tensa que debió abreviarse.

Barros ha sido cuestionado por sus vínculos con Fernando Karadima, párroco de El Bosque, en Santiago, a quien tanto la justicia civil como la eclesiástica consideraron responsable de abuso sexual de menores y abuso de autoridad por lo que fue suspendido de sus funciones sacerdotales a perpetuidad.

“Juan Barros estaba parado ahí, mirando, cuando me abusaba a mí. No me lo contaron, me pasó”, dijo Juan Carlos Cruz a BBC Mundo, en esos días. Cruz es uno de los denunciantes del “Caso Karadima” y ahora del obispo Juan Barros a quien señala como testigo del abuso y encubridor. Esto último lo grafica diciendo que, como secretario del cardenal Juan Francisco Fresno, Barros recibió las primeras denuncias contra Karadima. “Simplemente las rompía”, aseguró.

A estas acusaciones Barros ha respondido que “una cosa es haber participado de una parroquia y otra cosa muy distinta es haber sido testigo de cosas por las cuales se condenó a un sacerdote. Jamás fui testigo de eso”.

División en la iglesia diocesana

El sacerdote de origen alemán, Peter Kliegel de 78 años, ordenado sacerdote el año 1967 en Chile, trabaja desde entonces en la diócesis de Osorno destacando por su alta sensibilidad social que le ha llevado a crear varias importantes obras de ayuda a jóvenes. En reconocimiento a su labor pastoral fue nombrado ciudadano honorario de la ciudad de Osorno. El 18 de enero de 2015 Kliegel escribió al Nuncio, Ivo Scapolo, expresándole las complicaciones y perplejidad que ha provocado en sus comunidades el nombramiento de Barros. “Nuestras comunidades están confundidas e irritadas y tengo que confesarle que no tengo argumentos para contestar a las muchas preguntas, dudas y cuestionamientos con que se nos bombardea”, dice Kliegel al Nuncio. Al finalizar pide al Nuncio que abra una ventana “a informaciones concretas, claras, directas, francas y honradas, sin tapujos”.

Al mes siguiente, en febrero de 2015, unos 30 sacerdotes y diáconos de Osorno también escribieron al Nuncio diciéndole sufrir “mucha tribulación” y estar “confundidos e irritados” por el nombramiento de Barros. “No nos sentimos acogidos, menos comprendidos por la jerarquía de nuestra Iglesia”, aseguraban a través de la carta al representante vaticano en Chile.

Aunque varios sacerdotes algunos meses después se integraron a las actividades comunes en el presbiterio, no lograron acercamiento con el obispo a quien ven lejano y, con frecuencia, protegido por policías. El presbiterio estaba dividido, la comunidad diocesana también.

Un obispo muy cuestionado

En junio de 2015, con Barros ya obispo en Osorno, Pedro Kliegel habló para Vida Nueva: “Se nos entregó un obispo muy cuestionado y que yo también he cuestionado públicamente y frente a él”, explicó. “Personalmente acepto al obispo como autoridad, agrega Kliegel, pero quiero trabajar con él bajo el fundamento de la verdad. Que nos diga lo que esconde, lo que sufre, lo que quiere y decirle lo que nosotros queremos”.  

La situación eclesial que describe Kliegel es compleja: “vivimos una Iglesia desunida, un clero y religiosas desunidas, sabemos que así no puede seguir. En este camino queremos también apoyar al laicado para que volvamos a escucharnos para poder después dialogar, empezar a entendernos y buscar caminos de reconciliación eclesial. Porque sabemos que la autoridad se nos impuso, la autoridad no va a ceder. Lo sabemos”.

Ese diagnóstico no ha cambiado, como pudo constatarse el 2 de febrero de este año cuando, como cada año, miles de personas celebran la fiesta de la Virgen de la Candelaria en Misión Rahue, pequeña localidad rural a 8 kilómetros de Osorno.

La de este viernes, sin embargo, tuvo características especiales. Cuando a las 12 del día se escucha por los altoparlantes que Juan Barros oficiará la misa, a simple vista se pudo ver a decenas de personas abandonando el lugar, incómodos por la presencia del obispo Barros. Según BBC Mundo, Luisa Molina una de las mujeres que se retira, expresó: “Él está haciendo un daño… Barros debería irse, no debería estar ahí. Ese hombre anda como huyendo, ese hombre no es feliz…  Anda arrancando, anda asustado”, confesó.

Varios obispos han hecho gestiones ante el mismo Barros, ante el Nuncio e incluso en la Santa Sede señalando como principal problema la desunión y conflictividad que genera la presencia del obispo en esa iglesia particular. Barros se afirma en la confianza que le ha entregado el Papa Francisco al designarlo y que sería una ingratitud no responderle bien.

Con ese argumento hace frente a las reiteradas manifestaciones en Osorno y en las parroquias a las que concurre, en las cuales se le pide renunciar. El Movimiento de Laicos y Laicas de Osorno es la expresión oficial de quienes no aceptan a Juan Barros como obispo y en estos tres años ha tenido una sostenida y firme actuación.

Así llegó la esperada visita del Papa Francisco a Chile. Juan Barros estuvo en las 3 misas multitudinarias suscitando preguntas de los periodistas que encontraron aquí una arista inédita que, a veces, alcanzó un protagonismo desmesurado con efectos que trajeron nuevos problemas tanto por desviar la atención de la opinión pública opacando al Papa, como por las respuestas que dio el Santo Padre a preguntas de los periodistas.

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