La Casa del Forastero Santa Martha atiende a cinco mil migrantes al año

  • “Llega el huésped, llega Cristo”, reza un letrero en la entrada del refugio ubicado en la colonia Industrial de Monterrey
  • Es uno de los tres albergues para migrantes con que cuenta la arquidiócesis regiomontana

Miles de migrantes llegan a los Estados Unidos por Nuevo León, entidad mexicana con un alto índice de actividad industrial que, no obstante, cada año expulsa, debido a la falta de oportunidades de desarrollo, una gran cantidad de personas hacia el vecino país del norte.

Es por ello que la Arquidiócesis de Monterrey, que gobierna pastoralmente monseñor Rogelio Cabrera López, ha construido tres refugios para migrantes: Casa Monarca, Casa Nicolás y Casa del Forastero Santa Martha. Esta última, con 20 años de existencia, atiende en promedio a cinco mil personas al año.

En entrevista para Vida Nueva Digital, el director y fundador del refugio, el sacerdote Jesús Garza Guerra, explica que lo primero que ven los migrantes al llegar al refugio es la siguiente frase de bienvenida en latín: Hospes Venit, Christus Venit, que significa: “Llega el huésped, llega Cristo”, la cual se encuentra escrita en la entrada de la casa, ubicada en la colonia Industrial de esa ciudad.

El también Coordinador de la Pastoral de Movilidad Humana de dicha arquidiócesis detalló que la casa tienen capacidad para 40 personas; sólo se recibe a hombres, y estos pueden quedarse como máximo tres días. Aunque si llegan al refugio con la intención de encontrar algún trabajo en el estado, se les ayuda a conseguirlo.

Explica: “Cuando buscan trabajo, no los dejamos salir hasta que las personas que se los brindan vengan por ellos; nosotros ya las conocemos. Tiempo atrás ellos buscan trabajo por su propia cuenta, y se salían del refugio, pero luego no les pagaban o los tenían laborando a la intemperie, y terminaban por regresar a nuestra casa para migrantes”.

El sacerdote refirió que los servicios con los que cuentan los migrantes en la casa son gratuitos, y constan básicamente de hospedaje y alimentación. También se les permite hacer llamadas telefónicas: “Cada mes se realizan llamadas por más de mil minutos a los Estados Unidos, y otro tanto a Centroamérica; por lo regular se comunican a Honduras, Guatemala y El Salvador”.

Más allá de la solidaridad

Explicó que a los migrantes les gusta mucho participar de las actividades culturales y religiosas del refugio; por ejemplo, cada año, en enero, se disfrazan de Melchor, Gaspar y Baltazar; elaboran piñatas y se organizan para repartir juguetes a los niños de la comunidad El Pozo, un barrio peligroso de narcomenudistas.

Al referirse a la fundación de la casa, recordó que fue hace 20 años durante la fiesta de Santa Martha. “Era una casa antigua en la que se vendían cosas a granel: grano, frijol y arroz; pertenecía a un matrimonio que no tuvo hijos, y sólo había dos recámaras; posteriormente, el matrimonio construyó en la parte superior dos departamentos más. Con el tiempo, sus sobrinos nos vendieron la casa, y una de las primeras cosas que hicimos fue construir una capilla”.

Por ello, concluyó, cada año, para los festejos de Santa Martha, el 29 de julio, elevamos una oración muy particular a la hermana de Lázaro y María: “Tú que recibiste al hijo de Dios en tu casa, concédenos la gracia de no cerrar nunca las puertas a los necesitados”.

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