Marcelo Barros: “En Medellín, don Helder Câmara fue un pionero de la Iglesia en salida”

“La Iglesia se concibe en salida, no por una estrategia pastoral, sino por obediencia al Evangelio”, afirma el monje benedictino brasileño, evocando el legado del ‘obispo de los pobres’ y su papel protagónico en la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano, hace 50 años

Helder Camara defensor de los derechos humanos y figura de la teología de la liberación fallecido en 1999

Pocos como Marcelo Barros han conocido a profundidad y en vida, las ‘obras y milagros’ de don Helder Câmara, pastor de los pobres –de esos que llevaban bien impregnado el ‘olor a oveja’, ya desde el Concilio Vaticano II– y defensor de sus causas, en los tiempos recios de la dictadura brasileña.

El obispo de los pobres

El nombre de don Helder ha sido asociado a la defensa de los derechos humanos, la promoción humana, el compromiso social de la Iglesia y la pastoral de las favelas en Brasil, amén de su aporte indeleble –y siempre profético– a la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB) y a Iglesia latinoamericana, que en Medellín (1968) asumió la ‘opción por los pobres’ como una de sus mayores apuestas postconciliares.

Al cumplirse este año cinco décadas del ‘acontecimiento de Medellín’, Marcelo, quien fuera secretario de don Helder durante nueve años, evoca su legado a la luz de la ‘Iglesia en salida’ que impulsa el papa Francisco, mientras conversa con los estudiantes de la Escuela Superior de Teología y Espiritualidad Franciscana (ESTEF), en Porto Alegre.

El diálogo con el ‘hermano Marcelo’ –como acostumbra firmar– se prolonga unos minutos después del acto académico en la EST, cuando me comparte su testimonio personal sobre una de las facetas menos conocidas de don Helder: su espiritualidad.

Marcelo Barros es monje benedictino, asesor de movimientos populares y Comunidades Eclesiales de Base, abanderado del diálogo ecuménico y asiduo escritor de libros y artículos, muchos de los cuales convergen, justamente, en el binomio mística-espiritualidad.

Marcelo Barros en la ESTEF / Porto Alegre

Espiritualidad inserta

PREGUNTA. ¿Qué representa hoy el aporte de don Helder para una ‘Iglesia en salida’?

RESPUESTA. Yo creo que hace 50 años, en Medellín, don Helder Câmara fue un pionero en ese camino. Allí propuso el concepto de ‘Iglesia pascual’. Está en el Documento 5, sobre juventud. ¿Qué es una Iglesia pascual? Una Iglesia en salida. Y don Helder vivió profundamente eso al priorizar siempre el servicio a los pobres y no la administración eclesiástica. Pienso que él vivió esto como ‘espiritualidad inserta’ y ese es su aporte más importante. La Iglesia se concibe en salida, no por una estrategia pastoral, sino por obediencia al Evangelio y para vivir su fe.

“Qué sería de mí sin la oración”

P. Mucho se ha hablado de la obra social y apostólica de don Hélder. ¿De dónde sacaba fuerzas, cuál era su ‘fuente’ de espiritualidad?  

R. Él decía que su fuerza venía de la vigilia de oración que hacía en la madrugada, desde las 2:30 hasta las 5:00 de la mañana, todos los días. Acostumbraba decir: “qué sería de mí, cómo resistiría, sin este ejercicio de oración que me abastece”. Está en una de sus cartas comunitarias, escritas siempre después de una vigilia. Y yo creo que era así.

También comentaba que muchas veces llegaba a orar destrozado, fragmentado por dentro, y se reconstituía interiormente en la oración. La suya era una oración centrada en los textos bíblicos de la misa cotidiana que siempre meditaba y comentaba.

Mística centrada en los empobrecidos

P. Este año se cumplen 50 años de la Conferencia de Medellín. ¿Cómo describe el legado místico de Medellín para la Iglesia latinoamericana?

R. El legado místico de Medellín fue recuperar la centralidad de los empobrecidos en la misión de la Iglesia. No se trata solo de una “opción privilegiada por los pobres”, la misma opción, de por sí, ya es prioritaria. Es la exigencia del Evangelio: el pobre como sacramento de Cristo. Una profunda espiritualidad conlleva a servir y a vivir en comunión con los empobrecidos.

La mayoría de los obispos no ha comprendido esto. Desde el inicio, el debate sobre la universalidad de la gracia (“la salvación es para todos”) parecía contradecirse con esa opción que Jon Sobrino denomina ‘parcial’, refiriéndose a la parcialidad de Dios: Él toma partido por los pobres.

Como Iglesia tenemos que seguir esta intuición de Medellín: esa es la mística y el tesoro que Medellín nos dejó y que después Puebla y las otras conferencias no han logrado dar suficiente continuidad ni profundidad. Quedó en Medellín, pero eso abrió la posibilidad de dar inicio a la teología de la liberación.

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