La red Tamar busca sumar fuerzas en el día mundial de oración contra la trata

  • La articulación, vinculada a la Conferencia de Religiosos de Colombia, concentra sus esfuerzos en  sensibilizar a la sociedad sobre este flagelo, bajo la consigna “migración sin trata”
  • “Solos no podemos, necesitamos unirnos como Iglesia, con la sociedad civil y el gobierno”, afirma la coordinadora de la red.

manos de mujer con cadenas trata de personas

La esclavitud del siglo XXI existe y tiene nombre: la trata. Por ello, con la fiesta de Santa Josefina Bakhita –en vida esclava–, hoy 8 de febrero la red Tamar de la Conferencia de Religiosos de Colombia (CRC), así como la Comisión de Justicia, Paz e Integridad de la Creación, se unen a la celebración del Día mundial de oración contra la trata de personas que tiene como tema central: “Migración sin trata de personas. Sí a la libertad, no a la esclavitud”.

Otras articulaciones de la vida consagrada como la red Talitha Kum, de la Unión Internacional de Superioras Generales; la red Un Grito por la Vida, liderada por la Conferencia de Religiosos de Brasil; la red Kawsay, en los países de América del Sur; la red Ramá, en Centroamérica y el Caribe; y la red Rahamin, de México; también participan de la jornada de oración.

La trata de personas es el tercer negocio ilícito más lucrativo del mundo, después del tráfico de armas y estupefacientes. Según la oficina de las Naciones Unidas contra la droga y el delito, genera aproximadamente 32 billones de dólares al año.

“Solos no podemos”

La hermana Sandra Hernández, coordinadora de la red Tamar y una de las organizadoras de esta jornada de oración, ha extendido la invitación a toda la ciudadanía, especialmente a los laicos, los religiosos y los presbíteros. “Estamos uniendo fuerzas porque solos no podemos, necesitamos unirnos como Iglesia con la sociedad civil y el gobierno”, afirma la religiosa.

En Colombia, con el día mundial de oración se busca crear conciencia en la población ante un problema que, con el aumento del flujo migrantorio en el país, se ha incrementado. De ahí la importancia de acentuar la consigna de una migración sin trata. Su prevención es tarea de todos los comprometidos en la defensa de la vida.

“Es un movimiento que se hace espiritualmente pero también con acciones significativas que lleven a prevenir el delito. Como colombianos ante este delito guardamos silencio y hasta por desconocimiento también cometemos delito”, señala la hermana Sandra.

A Dios rogando y con talleres formando

Durante la jornada del 8 de febrero, además del momento de espiritualidad que se ha convocado, se realizará un taller de sensibilización donde se abordará la perspectiva bíblica y jurídica del fenómeno de la trata.

En un primer momento se analizarán tanto el decreto 1066 de 2015 como la Ley 985 de 2005, por medio de la cual se adoptan medidas contra la trata de personas y normas para la atención y protección de las víctimas.

Este proceso de sensibilización culminará con los ecos de los participantes a partir de frases generadoras, por ejemplo: “la esclavitud no ha terminado”; “el sistema capitalista todo lo transforma en mercancía”; “la trata es un fenómeno global facilitado por las nuevas tecnologías de la comunicación”.

Un desgarrador testimonio

El equipo organizador se ha inspirado en la historia de una mujer haitiana que el 22 de mayo de 2015 fue internada en un hospital de Bogotá, presuntamente víctima de trata de personas. A su grave estado de salud se sumaban los problemas de comunicación, porque ella solo hablaba creole, por lo que fue necesaria la intervención de los jesuitas para ayudar con la traducción y posterior entrevista.

Fue así como se supo que la señora tenía 33 años, nació en Plaisance (Haití) y era responsable de un hijo y una hija. Por una deuda que tenía, y después de recibir amenazas (ella y sus hijos), aceptó un viaje donde le prometieron trabajar en Ecuador o en Brasil, pero al llegar a Colombia, cuando la vieron enferma, la dejaron en el Hospital de Fontibón, sin ninguna información adicional.

Comentó que tuvo que pagar 1.000 dólares para hacer el viaje. Su salud empeoró. Aunque logró comunicarse con sus hijos, su mayor preocupación era la situación de riesgo en la que se encontraban, pues si no volvía con el dinero, los matarían a todos.

Lamentablemente, el 28 de mayo de 2015 la mujer haitiana falleció. Las autoridades colombianas hicieron todos los protocolos necesarios, pero la repatriación fue imposible, la opción era cremarla o enterrarla en territorio colombiano. Finalmente sus familiares, muy pobres, pidieron que fuera enterrada. No hubo manera.

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