Premio Nacional de Derechos Humanos: “La paz es misión y ministerio de los creyentes”

  • “Como creyentes, somos actores de esperanza, y nos toca jugar, sonreír, proponer y construir”, asegura Miguel Álvarez, presidente de Serapaz, quien fue galardonado por sus 50 años de trabajo a favor de la paz

“Yo no tengo problema en que se sepa que vengo de un proceso eclesial a favor de la paz. Soy un laico comprometido, y convencido de que el tema de la paz es misión y ministerio de los creyentes; no es un tema exclusivamente civil”.

Miguel Álvarez Gándara, presidente de Servicios y Asesoría para la Paz (Serapaz) recibió el pasado 8 de diciembre el Premio Nacional de Derechos Humanos 2017 en la residencia oficial de Los Pinos, como reconocimiento a su labor por más de 50 años en la promoción y construcción de la paz y la defensa de los derechos humanos.

Hoy habla para Vida Nueva Digital sobre su trayectoria, marcada por una profunda experiencia de mediación de la Iglesia en conflictos de diversa índole en Latinoamérica.        

Entender las causas del conflicto

Durante su labor de más de cinco décadas, Miguel Álvarez ha acompañado a varios obispos de la región en su ministerio pastoral a favor de la paz, entre ellos, al obispo de Cuernavaca, don Sergio Méndez Arceo (1907-1992); al obispo de la Sierra Tarahumara, don José Alberto Llaguno Farías (1925-1992); al arzobispo de Antequera Oaxaca, don Bartolomé Carrasco (1919-1999), y por supuesto, al obispo de San Cristóbal de las Casas, don Samuel Ruiz (1924-2011).

También ha recogido la experiencia en el trabajo de mediación que han llevado a cabo la Iglesia católica en países como Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Panamá y Colombia, entre otros.

Asegura Miguel Álvarez que Serapaz, fundada por don Samuel Ruiz, ha recogido toda esa experiencia latinoamericana de mediación, procurando que los conflictos sean entendidos por sus causas, y evitando que en ellos crezca la lógica de violencia; “éste es el trabajo que hemos venido haciendo por más de 20 años como Serapaz”.

Explica que el organismo que preside surgió para facilitar la gestión administrativa y financiera en respaldo de la labor mediadora que ejerció la Comisión Nacional de Intermediación (CONAI) entre el gobierno federal y el movimiento zapatista a partir de 1994, “una mediación con sentido y sabor eclesial latinoamericano”. Al término de ésta, en junio de 1998, la CONAI trasladó a Serapaz sus diversas tareas de mediación y articulación civil para el trabajo de paz.

La propuesta de paz de la Iglesia

Para Miguel Álvarez, el Episcopado Mexicano ha reflexionado y trabajado en el tema de construcción de paz, pero no todos los sectores la entienden en los términos constructivos en que la Iglesia lo plantea.

Considera que ha sido el actual arzobispo de Morelia, Carlos Garfias Merlos, quien ha llevado la batuta en este sentido. “Desde que era Arzobispo de Acapulco, don Carlos entendió la importancia de darle su lugar a las víctimas, escuchándolas y atendiéndolas”.

Agrega: “Por eso creo que don Carlos hoy representa la visión más avanzada de la Iglesia mexicana para hacer una propuesta de paz que incluya la seguridad, pero que no se limite a ella, sino que pueda asumir con profundidad el respeto a los derechos humanos, y desde ahí, ofrecer una visión nueva de justicia y democracia”.

Recordó que hace unos días el Episcopado nacional publicó una carta que plantea la postura de la Comisión Episcopal de Pastoral Social sobre temas de seguridad y paz, la cual cuenta con el respaldo del arzobispo Carlos Garfias; “así que yo me sumaría a esta esperanza que tiene el Episcopado Mexicano, que aún se encuentra animado por la visita del papa Francisco, y que da señales importantes de acercamiento a las víctimas de la violencia y muestra su preocupación por la defensa de los derechos humanos”.

Actores de doble agenda

“Esta es la gran hora de los laicos –advierte Miguel Álvarez– no sólo en México y en Latinoamérica, sino también en Europa. Si no nos atrevemos a ser actores en los procesos internos de la Iglesia, y al mismo tiempo en los procesos de la sociedad civil, no estaremos actuando conforme a lo que nos reclama el hecho de ser creyentes. Creo que hay que ser actores en la doble agenda: eclesial y ciudadana, ni una sin la otra; creo que hoy las dos son parte de la misión”.

Para el presidente de Serapaz, en la coyuntura actual resulta fundamental recordar lo que don Samuel Ruiz dejó escrito en su carta pastoral En esta hora de gracia. “Lo tengo grabado en mi corazón: ‘Esos tiempos oscuros que debemos entender son para nosotros, los creyentes y constructores de paz, una hora de gracia, porque a pesar de lo oscuro, hoy podemos ver mejor las luces, comprenderlas mejor y saber mejor cómo fortalecerlas y articularlas, porque a nosotros nos toca ser expertos en las razones de la luz, no en las razones de lo oscuro; porque a nosotros nos toca el nuevo amanecer, porque a nosotros como creyentes y constructores de paz, nos toca empujar las razones de la esperanza’”.

Concluye: “Como creyentes, somos actores de esperanza, y nos toca jugar, sonreír, proponer y construir”.

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