Obispo Arizmendi: “Los indígenas están desplazados y despojados”

  • El Administrador Apostólico de San Cristóbal de las Casas llama a seguir orando por la paz en la región y a ser solidarios con las más de cinco mil personas que han encontrado refugio en las montañas tras un conflicto de tierras

Luego de la resolución en días pasados del Tribunal Unitario Agrario, cuyo fallo a favor del municipio de Chenalhó obliga a los habitantes de Chalchihuitán –ambos en el estado de Chiapas– a ceder 363 hectáreas que venían habitando desde hace más de 40 años, la emergencia humanitaria, lejos de resolverse, continúa y se agrava.    

Así lo constató el pasado fin de semana el obispo Felipe Arizmendi Esquivel, actual Administrador Apostólico de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, quien visitó el municipio de Chalchihuitán, donde conversó con varias personas desplazadas de sus comunidades, sobre todo mujeres con niños en brazos, así como con autoridades municipales y con una comisión representativa de diversos poblados.

Para el obispo, son dos las situaciones preocupantes y dolorosas: en primer lugar, sigue habiendo miles de desplazados que viven en las montañas, expuestos a todas las inclemencias del tiempo, y a pasar hambre y enfermedades.

Así lo explica el prelado: “Observé muchas casas totalmente abandonadas. Sus dueños no se atreven a regresar por sus pertenencias y ver a sus animalitos, menos a cosechar su café, porque dicen que todavía se siguen escuchando disparos de armas de alto poder por parte de grupos armados que dicen son promovidos por autoridades de Chenalhó. Es imposible que ahora puedan recuperar sus casas y sus tierras después del fallo del Tribunal Unitario Agrario, que dictamina regresar esas tierras a Chenalhó”.

El hambre acaba en muerte

Durante su recorrido por el municipio, hombres y mujeres le describieron sus sufrimientos y carencias. Cabe mencionar que ya han fallecido niños y otras personas por falta de alimentos y de atención sanitaria adecuada, y siguen necesitando sobre todo maíz y frijol, sal, azúcar y petates para dormir, pues muchos siguen durmiendo en el suelo.

“Una mujer me decía que sentían miedo por las culebras que hay en esos lugares despoblados. Por ello, seguimos pidiendo a las personas que sigan apoyando con ayuda humanitaria para ellos, en particular por medio de las parroquias y de la Cáritas diocesana”, asegura.

Arizmendi considera que el otro problema sumamente delicado es el referente al fallo del Tribunal Agrario. Recuerda que hace 43 años, la entonces llamada Secretaría de la Reforma Agraria entregó a Chalchihuitán 363 hectáreas en los límites con Chenalhó, con documentos oficiales, y a partir de una resolución presidencial: “Las ocuparon legalmente –dice– no fueron ni son invasores, sino legítimos propietarios. Conservan sus documentos oficiales. Sin embargo, Chenalhó no aceptó la resolución de hace 43 años porque dice que no se tomaron en cuenta los límites del río, que consideran ancestrales, y por tanto anteriores a lo prescrito por la Reforma Agraria”.

Por su parte –abunda Arizmendi– los de Chalchihuitán señalan que, conforme a mojones (señales para delimitar territorios) y límites mucho más antiguos, a ellos les pertenecían no sólo esas 363 hectáreas, sino muchas más del mismo municipio actual de Chenalhó. Pero no han querido argumentar razones ancestrales porque es muy difícil demostrar su veracidad. “Lo que ellos aducen son sus documentos oficiales como legítimos dueños de esas hectáreas”.

Recurso en los tribunales

Durante su visita a Chalchihuitán, los pobladores le aseguraron al obispo que ellos no recurrirán a las armas ni a otras medidas de lucha o de venganza, sino que acudirán a las instancias superiores al Tribunal Unitario Agrario, como es el Tribunal Colegiado y, si es necesario, a la Suprema Corte de Justicia, por lo pronto, continuarán en condición de desplazados.

Arizmendi asegura que rechazan la fuerza de las armas porque dicen confiar en que se respeten sus derechos protegidos por documentos oficiales. “Dicen que son hermanos con los de Chenalhó, de la misma etnia tsotsil, algunos incluso parientes, y que no van a armarse ni a acudir a la violencia. Dicen que no confían en las armas como recurso para defender sus tierras, porque su fuerza son sus documentos oficiales, que protegen sus derechos. Oremos al Señor de la paz, y sigamos siendo solidarios con los desplazados, ahora despojados”.

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