Francisco deja en Bangladesh una llamada a la alegría, la armonía y el servicio

  • El Papa ha pasado su último día en el país visitando a los enfermos, a los sacerdotes y religiosos y a los jóvenes
  • A estos últimos les ha pedido que “actualicen constantemente el software” del programa de Jesús para guiar la propia vida

papa Francisco visita la Casa Madre Teresa en Bangladesh 2 diciembre 2017

Apenas el sol comenzaba a declinar sobre el inmenso territorio de la ciudad de Dacca, Francisco se despedía de Bangladesh para emprender un viaje de 11 horas de duración rumbo a Roma, donde se espera que aterrice a las 23 h. de la noche. Quedan atrás cinco días de rara intensidad que el Papa no olvidará fácilmente y que han dejado en Myanmar y Bangladesh recuerdos imborrables.



Visita a la Casa Madre Teresa

Hoy sábado 2 de diciembre, el Papa ha querido comenzar su última jornada con una visita a los más pobres entre los pobres, y a primeras horas de la mañana visitó la Casa de Madre Teresa, la más pequeña entre todas las que gestionan en la capital bengalí las Misioneras de la Caridad.

Está situada en el barrio de Tejgaon, uno de los sectores urbanos más céntricos, y en ella las religiosas atienden a miles de huérfanos y de personas física o psíquicamente muy disminuidas. En ella residía la santa Madre de Calcuta cuando con frecuencia visitaba Bangladesh desde la limítrofe India.

Acogido por un coro de niños y acompañado de las religiosas del sari blanco orlado de azul, Francisco visitó las modestísimas habitaciones de la fundadora de la congregación y dejó como regalo un retrato de Madre Teresa.

Encuentro con sacerdotes y religiosos

La casa se encuentra en un amplio complejo que acoge también la antigua iglesia del Santo Rosario –construida por los misioneros portugueses en el siglo XVI–, dos cementerios y dos de los centros educativos católicos de mayor prestigio. En el templo se habían reunido unas 1.500 personas, entre obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas y novicias de diversas congregaciones que esperaban con ansiedad ver y aplaudir a Bergoglio.

Animado por el caluroso ambiente, el Santo Padre renunció a leer el discurso preparado para esta ocasión y se lanzó a una improvisación. “Ustedes han venido –les dijo en castellano simultáneamente traducido en inglés– a escuchar al Papa, pero no a aburrirse con la lectura de un discurso de ocho páginas”.

“La semilla de la vocación –aseguró– la siembra Dios y Él la hace crecer. Nosotros tenemos que cuidarla, regarla con ternura humana, que a veces falta en nuestras casas. También el demonio, de noche, siembra otras semillas. Tenemos que discernir cada día cómo crecen esas semillas diferentes, y para el discernimiento es necesario tener un corazón orante, que reza”.

Luego prosiguió advirtiendo a su auditorio contra las pasiones que amenazan a la buena semilla, especialmente la división. “Si el Cardenal Tauran dijo que Bangladesh es el mejor ejemplo de armonía en el dialogo interreligioso, tenemos que ser igualmente ejemplares y vivir en armonía. Contra ella lucha el que he llamado ‘espíritu del chisme’; si las malas lenguas rompen el amor entre nosotros, ¡mordeos la lengua, pero no hagáis daño a los hermanos o hermanas!”.

Finalmente les pidió espíritu de alegría, sin la cual no se puede servir a Dios. “Da pena –reconoció– ver a algunos amargados, con cara triste, con cara de vinagre, pero a mí me alegra cuando encuentro sacerdotes o monjas ancianas que han sido alegres, tienen los ojos brillantes, con picardía, porque tienen la sabiduría del Espíritu de Dios”.

Última parada, con los jóvenes

En el mismo recinto y ya como calderón de su estancia, Francisco se reunió con algunos centenares de jóvenes católicos, pero no solo, puesto que también asistían algunos musulmanes, lo cual demostraba –reconoció el Pontífice– “vuestra determinación a promover un clima de armonía”.

Invitándoles a vivir “con sabiduría”, les ha hecho esta advertencia en su discurso: “Cuando un pueblo, una religión o una sociedad se convierten en un ‘pequeño mundo’ pierden lo mejor que tienen y caen en una mentalidad presuntuosa, la de ‘yo soy bueno, tú eres malo’”.

Al principio de su discurso, les había hecho una petición para “actualizar su software”: “Elegir el sendero justo significa saber ‘viajar’ en la vida, y no ‘vagar’ sin rumbo. Nuestra vida tiene una dirección; tiene un fin que nos ha dado Dios. Él nos guía, orientándonos con su gracia. Es como si hubiese colocado dentro de nosotros un software, que nos ayuda a discernir su programa divino y a responderle con libertad. Pero, como todo software, necesita también ser actualizado constantemente. Tened actualizado vuestro programa, escuchando al Señor y aceptando el desafío de hacer su voluntad”.

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