“En el Pacífico todo suena”

El nuevo centro cultural de Buenaventura

El nuevo Centro Cultural del Banco de la República abrió sus puertas a la comunidad bonaverense el pasado 1 de noviembre. El espacio, creado a partir de una metodología participativa que integró especialmente las voces de los jóvenes, nació con el propósito de promover la riqueza cultural del Pacífico y responder a los desafíos de la construcción de paz y convivencia en esta ciudad. Por ello, su colección bibliográfica y su programación cultural responden a la música, a los saberes ancestrales, a las prácticas que estrechan lazos generacionales y a las investigaciones académicas sobre la región afropacífica y su relación con otras culturas. Además de contar con  material lúdico y pedagógico y con el catálogo de la Red de Bibliotecas del Banco de la República, el Centro Cultural integró a sus colecciones históricas y patrimoniales de la ciudad, el Archivo fotográfico del proceso de comunidades negras de PCN-Palenque El Congal, el Archivo documental de la Diócesis de Buenaventura, el Archivo histórico fotográfico de Buenaventura y una colección especial con publicaciones sobre convivencia y formación ciudadana. La inauguración del centro contó con la muestra Partería: saber ancestral y práctica viva, el estreno de la serie documental La pesca y los sonidos del mar, la divulgación de investigaciones académicas sobre la vivienda palafítica y la exhibición del mural El viejo habla de Leopoldo Richter.

Partería: patrimonio cultural

La exposición Partería: saber ancestral y práctica viva, bajo la curaduría de Hugo Portela Guarín, estará abierta durante todo el primer semestre de 2018. En ella se ponen en diálogo las visiones académicas y tradicionales sobre una de las prácticas más entrañables del Pacífico. Los testimonios de las parteras y de las mujeres a las que han asistido revelan conocimientos sobre el cuerpo humano, las plantas medicinales y la creación de un vínculo de las comunidades afrocolombianas con su territorio, desde la gestación y, especialmente, en su nacimiento, cuando la partera siembra la placenta y el cordón umbilical del recién nacido en las raíces de un árbol: “todos los partos que yo he asistido me dan alegría; se reúnen las mujeres de la familia, la mamá, la suegra, las hermanas y a veces el marido y así acompañadito llega el recién nacido”, resalta la partera Ermenejilda Riazcos. La partería tradicional fue declarada Patrimonio Cultural Nacional en el 2017. Se suma a su relevancia cultural e histórica, la necesidad de esta labor en los municipios más apartados del país, donde no llegan ni la medicina occidental ni el servicio de salud pública. Las parteras contribuyen a disminuir la tasa de morbilidad y mortalidad en el parto. Aunque, como atestigua una de ellas “una parte de la sociedad desconoce nuestra profesión y no reconoce la sabiduría que tenemos, porque somos mujeres pobres, negras y analfabetas”, la partería tradicional del Pacífico “tiene su lugar indiscutible en la memoria cultural colectiva como un saber ancestral sobre el origen de la vida” y ofrece otro argumento para cuestionar la mercantilización de la salud.

Legado: soberanía alimentaria

En la misma lógica de la armonía con el territorio, la serie documental La pesca y los sonidos del mar relata a través de las historias de los pescadores la relevancia que tiene esta práctica para las comunidades de mar y río. Henry López, pescador artesanal, afirma que gracias a la continuidad de la pesca artesanal las familias tienen buena alimentación para sus hijos y gozan de la soberanía alimentaria. Otro pescador, que también es desde muy niño tejedor de trasmallos (redes), agrega que la pesca es vital para la gente, porque de eso viven. En esa relación  de dependencia del agua y la tierra, se hace fundamental para los pescadores leer los ciclos de la marea, porque “la marea tiene tiempos de quiebra y tiempos de puja”, dice Lucio el pescador; interpretar la fuerza y dirección de los vientos; conocer la resistencia de la madera y la fase de la luna en la que pueden cortar los árboles que se han de volver potrillo (canoa) y los movimientos de los pájaros que, generosos, les anuncian con sus movimientos dónde es el mejor lugar para lanzar la atarraya o para poner la catanga (trampa para peces hecha en guadua). La transmisión de los saberes de la pesca, que se enseñan a los niños que cumplen los doce años, no solo se basa en el conocimiento del territorio, sino también en desarrollo del carácter del pescador: la paciencia y la generosidad ante lo imprevisible: “cuando Dios no me da a mí le da a otro”, dice sosegadamente Lucio, después de horas de estar esperando recoger su red y no sacar nada. La faena de pesca, sus utensilios, su transmisión, sus significados y su relación con la música y la danza son bien retratados en esta serie documental, dirigida por Mario Mayolo, que contrasta la práctica cultural con la realidad social de Buenaventura y la escasez de peces que amenaza, a largo plazo, la soberanía alimentaria de estas comunidades.

Palafito: identidad y cosmovisión

Se sabe que la selva del Pacífico es uno de los lugares de mayor biodiversidad del mundo. En una hectárea se pueden encontrar hasta 265 clases distintas de plantas leñosas, advierte el botánico Alwin Gentry, por lo que el conocimiento especializado de los recursos forestales es fundamental en las zonas de selva del Pacífico colombiano. Algunos trabajos de investigación biogeográfica con comunidades del Chocó han mostrado que en la construcción de este tipo de viviendas palafíticas se han usado hasta 67 clases de árboles, clasificados a partir de sistemas locales que tienen en cuenta sus propiedades vegetales. El desarrollo de los palafitos es producto del saber detallado, tanto el uso de ciertas maderas especiales para las casas, como el conocimiento de los ciclos del agua y las técnicas de construcción en condiciones específicas. El material recopilado en el Centro Cultural, titulado La vivienda palafítica del Pacífico: expresión y persistencia de una forma de ver el mundo de Carlos Enrique Osorio Garcés, atestigua que este tipo de construcciones son un signo de la identidad regional de estas comunidades, de su estrecha y armónica relación con la naturaleza y de un saber que se ha venido heredando por generaciones por más de cuatro siglos.

Pese a que todo el país se beneficia de su puerto, el abandono estatal de Buenaventura ha sido constante a lo largo de su historia. Por ello, la creación de un espacio, que surge de las necesidades de la Buenaventura profunda, hace reverdecer la esperanza en “ese hermoso lugar en donde todo suena”.   

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