Narrativas de infancia desde la guerra

Jóvenes excombatientes publican un libro sobre el impacto del conflicto y las posibilidades de la paz

Jóvenes excombatientes, testigos del conflicto armado colombiano en bandos diferentes (como niños guerrilleros o paramilitares), publicaron esta semana un libro.

La obra titulada Les di la mano, tomaron la piel reúne poemas, canciones y otras formas de expresión escrita (entre coplas y gualíes), con que dan cuenta de su paso por la guerra y de las posibilidades de la paz.

La literatura como herramienta de transformación social estuvo en el centro del trabajo mancomunado de dos instituciones: la Fundación Fahrenheit 451  y Huella Indeleble, quienes desarrollaron en los últimos dos años talleres de lectura y escritura creativa entre jóvenes de Bemposta, y gestionaron los recursos para la edición.

“Solo soy un niño”

“En mayo de 1999, en medio de la confusión ocasionada por el secuestro de 285 personas en la Iglesia La María, en Cali, un joven reclamó a los guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional (ELN) culpables del plagio: ‘¿por qué me hacen esto?, yo solo soy un niño, tengo catorce años’. Casi de inmediato, otro adolescente, uniformado, le respondió: ‘yo también tengo catorce años y soy un hombre'”.

El testimonio es recuperado del olvido por Claudia Julieta Duque, autora del prólogo, quien como periodista, a finales de la década de 1990 comenzó las primeras investigaciones sobre el problema de los niños soldados en Colombia y más tarde estudiaría el fenómeno en Guatemala, como parte de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico.

Para Javier Osuna, director de Fahrenheit, en parte a ello apunta la iniciativa: a visibilizar qué ha sido la niñez para algunas personas cuando, por las formas que ha adquirido en la guerra la explotación infantil, más de dos mil menores en el caso colombiano han sido obligados a llevar armas entre sus manos. El aporte del proyecto es revelar por los caminos del arte que la guerra no siempre logra hacerse con el alma de sus víctimas, por más pequeñas que sean.

“La vida no siempre es dulce, no siempre es un sueño cumplido […] No me avergüenzo de mis heridas y las llevo con mucho honor porque en esta larga vida no volverá ese dolor”, firma Juan José, de 17 años; sus versos y los de sus compañeros fueron leídos el pasado lunes, con aforo completo en el Goce Pagano, pleno centro de Bogotá, signo del interés que muchos tienen de asomarse a la historia atendiendo a las voces de sus protagonistas, para aprender de lo sucedido y evitar que los errores cometidos se vuelvan a repetir.

 

 

 

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