Omella: “El cambio de orientación de la Iglesia en los años 80 dificultó la comunión eclesial”

  • El cardenal de Barcelona presenta en Madrid el libro ‘Pablo VI, España y el Concilio Vaticano II’ (PPC)
  • “Montini fue el papa más moderno hasta que llegó Francisco”, asegura su autor, Juan María Laboa

El cardenal Omella preside la presengtación del libro de Juan María Laboa 'Pablo VI, España y el Concilio Vaticano II' el 21 de noviembre de 2017 en Madrid

Durante demasiados años, las palabras Pablo VI, España o Concilio Vaticano II jugaron a repelerse entre ellas, cuando no a ignorarse o tirarse las culpas a la cabeza. Sin embargo, Juan María Laboa, un gran estudioso de aquel papa, de la Iglesia española y del más decisivo acontecimiento eclesial del siglo XX, las ha unido con mucho criterio y una conjunción y le ha salido Pablo VI, España y el Concilio Vaticano II (PPC).

Se trata de una obra que pretende ser un homenaje al papa Montini, pero también a los obispos españoles que, a contracorriente, trataron de aterrizar el aggiornamento conciliar en una Iglesia maridada con el franquismo; a los fieles de los años 60-70, que agradecían aquel aire fresco “y entender algo de la liturgia”; y también a los sacerdotes, que, como expuso el autor, acogieron aquel Concilio “con una gran ilusión, aunque luego se viese traicionada” tras “un secuestro de más de treinta años”.



La presentación del libro –celebrada en Madrid, en el Salón Arrupe, en la tarde del 21 de noviembre– fue presidida por el cardenal Juan José Omella, quien subrayó el “buen trabajo” hecho por el historiador en este libro, “en el que ha cogido los anteojos con el corazón con el que ve a Pablo VI, un Papa que tuvo que esperar a aplicar el Concilio que no convocó”.

A lo largo de su exposición, el arzobispo de Barcelona también dejó entrever su admiración por el papa Montini. “Mientras la prensa del régimen de Franco lo presentaba como un enemigo de España por su resolutiva actitud ante algunas situaciones contrarias al Estado de derecho, sin embargo, el curso de la historia nos ha ido entregando a una figura progresivamente engrandecida de una gran talla moral y social, de una finura interior, de una inquebrantable espiritualidad, de gran apertura intelectual, gran espíritu evangélico, abierto al diálogo con un mundo en rápida transformación y de un gran empuje misionero y apostólico”, afirmó el purpurado, quien añadió: “La figura de Pablo VI se engrandece conforme pasa el tiempo. Y aquí le estamos ahora admirando”.



En este sentido, Omella quiso hacer un paralelismo y subrayó como “muy interesante” el hecho de “ver cómo el papa Francisco nos hace redescubrir el gran valor de este gran Papa del siglo XX y cómo su pensamiento sigue vigente y animando a muchos cristianos del siglo XXI”.

“Una Iglesia compenetrada con el franquismo”

Volviendo a los años objeto de análisis en el libro del profesor emérito de Comillas, Omella reconoció que “el fuerte conservadurismo de la Iglesia española de aquellos momentos se vio acentuado por su compenetración como el régimen de Franco”.

Pablo VI era consciente de la politización del catolicismo español y estaba convencido de que la Iglesia española debía renovarse y liberarse de las ataduras políticas tradicionales”, destacó el cardenal, que realzó en esa labor, además de al propio Papa, al nuncio Dadaglio, al cardenal Tarancón, a Elías Yanes y a Fernando Sebastián como “cinco nombres imprescindibles en un estudio sobre la historia eclesiástica española de estos decenios, en los que la sociedad abandona inequívocamente el siglo XIX y se encuadra en el mundo moderno”. “Y el elemento aglutinador –añadió– fue el Vaticano II. Fueron años apasionantes, difíciles y dolorosos en muchos momentos”.

Gracias a ese ambiente conciliar que tímidamente se iba abriendo paso en la comunidad cristiana española, se produjo un cambio de actitud en la Iglesia, que, renovada por Pablo VI, “tuvo como consecuencia un aumento de la credibilidad de la Iglesia para anunciar a Dios, pero al mismo tiempo disminuyeron su influencia y poder en determinados ambientes e instituciones, fundamentalmente en la política”.

Juan María Laboa y el cardenal Omella posan ante una imagen del P. Arrupe

Iglesia y política se separan

Omella también ponderó el hecho de que la Iglesia en España supiese resistir la tentación presente en aquellos momentos de “cooptar el voto católico en partidos cuasi confesionales”. “El tiempo –dijo– ha validado aquella opción, que dejó a la Iglesia española más libre e independiente”, una separación de la cosa política, añadió, “que le ha hecho mucho bien”.

El purpurado reivindicó el papel de los católicos en la llegada de la democracia, “pero las relaciones entre la Iglesia y el Estado han resultado desde entonces complicadas y discontinuas. Los católicos votaron en todos los partidos, pero apenas influyeron en sus políticas”, sentenció.

Citó también Omella la aparición en el seno de la Conferencia Episcopal de una serie de documentos programáticos, que, sin embargo, “no fueron suficientemente asimilados”. Esta situación, añadió, “confirmó a una parte más conservadora del creyente que el cambio conciliar no había sido el adecuado y propició un cambio de orientación de la Iglesia española en los años 80. Ha sido una historia complicada que ha dificultado la comunión intraeclesial, pero que no ha impedido una importante recepción del Vaticano II por parte de los católicos españoles”.

“Montini no hubiese convocado el Concilio”

Tras la intervención del cardenal de Barcelona, tomó la palabra el autor, Juan María Laboa, para indicar que el objeto del libro es un homenaje a uno de sus papas de cabecera. “El Vaticano II  nunca hubiese sido convocado por un papa como Montini, pero ningún otro papa hubiese llevado hasta el final un Concilio tan complejo y renovador como el Vaticano II”, señaló, para subrayar que hoy es “muy difícil separar a Pablo VI del Concilio y al Concilio de Pablo VI”.

El libro, añadió quien es uno de los grandes estudioso de la historia eclesial española, quiere ser también un homenaje a muchos obispos del momento. Destacó como “el auténtico líder, no hubo otro igual en todo el siglo XX”, al cardenal Tarancón. Pero no se olvidó de otros pastores que ayudaron a cambiar el rumbo de aquella Iglesia, como Elías Yanes, Gabino Díaz Merchán o Fernando Sebastián, “autor de los mejores documentos de la Iglesia española, y que, como muchos en esta Iglesia, fue maltratado y llevado de aquí para allá, lo que le valdrá a él el cielo y a algunos el infierno”, señaló con sorna.

Asimismo, el sacerdote vasco confesó que esta nueva aproximación que hace a Montini en su ya dilatada tarea investigadora, “es un acto de homenaje a los cristianos españoles de los años 60 y 70, que vivieron el Concilio con una ilusión enorme y que, a lo mejor, no entendieron mucho lo que significaba la colegialidad, pero sí una Iglesia en la que se pudiese ser mejor, que creyese más en el Evangelio y en donde pudiese entender algo la liturgia”.

“La extraña simbiosis entre Pablo VI y Francisco”

Finalmente, Laboa quiso dedicar también su libro a los sacerdotes. “Hubo miles de sacerdotes ultraconservadores y muchísimos sacerdotes abiertos, muchos desnortados porque el cambio fue tan brusco… pero Pablo VI nunca condenó a nadie.  De él se habló mal y sufrió mucho, pero él acogió a todos. Fue el hombre del diálogo en el sentido más literal del término. Fue seguramente el Papa más moderno hasta el actual, no en vano hay una simbiosis extraña y absolutamente maravillosa entre Pablo VI y Francisco. Es el primer Papa que no participó en el Concilio, ni como obispo ni teólogo”.



Laboa invitó a estudiar en un segundo volumen “de dónde nace esta simbiosis entre estos dos papas, qué tienen que ver Juan XXIII, Pablo VI, Francisco, Juan Pablo II y Benedicto XVI, por qué el Concilio ha estado durante 30 años secuestrado y olvidado, por qué tantos sacerdotes, habiendo cogido el Concilio con ilusión, vieron que desde la dirección de su diócesis se intentaba olvidar el Vaticano II, se sintieron traicionados y acabaron secularizándose…”.

Según el historiador, “el Concilio nos abrió los ojos y le dijo a la Iglesia que el signo de los tiempos exige otra manera de evangelizar, de predicar, de catequizar. Pero romper rutinas es dificilísimo y peligrosísimo. Y hasta a nuestros obispos les cuesta… Individualmente lo pueden hacer, pero cuando se juntan, les cuesta”.

Por eso, enfatizando que “la historia de nuestra Iglesia de estos últimos decenios es la historia de una Iglesia que va cambiando, y con unos papas a los que les cuesta hacerlo”, dejó una pregunta en el aire: “¿Cómo responder desde la Iglesia a las inquietudes de hoy?”. “Pero eso – añadió– será para el siguiente libro”, concluyó.

Vista del Salón Arrupe, en Madrid, donde el cardenal Omella presidió la presentación del libro de Juan María Laboa el 21 de noviembre de 2017

Un momento de la presentación del libro, en el Salón Arrupe

“Años grandes y terribles para la Iglesia”

La presentación contó también con la intervención de Rafael Díaz-Salazar, quien destacó la “gran aportación” que hace este libro “al sumergirnos en años grandes y terribles para la historia de la Iglesia, también muy dolorosos, aunque todo esto puede ser el humus para la acción en el presente y en el futuro”.

El profesor de Sociología y Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid destacó que la obra de Laboa es “el relato histórico de un milagro sociológico realizado por unos actores, que conllevó muchos conflictos, dolor, desgarros y tensiones”, y que ese milagro, que logró “transmutar muy sustancialmente, tanto a nivel nacional como internacional, a una Iglesia que se había desnortado ya en el siglo XVI, fue el Concilio Vaticano II”.

De aquel “proyecto comunitario que Pablo VI canalizó”, hoy quedan, según el profesor, “el diálogo con el mundo, con la humanidad, con las religiones, con los no creyentes…”, y abogó por que hoy día sea complementado con las propuesta que está haciendo el papa Francisco “de diálogo y presencia con el mundo de los empobrecidos y con el mundo de la ecología, para ser una Iglesia que está a la altura de los fascinantes y terribles tiempos en los que nos encontramos”.

“Un historiador con libertad de espíritu”

“Juan María Laboa escribe sin notas a pie de página porque no las necesita y porque hace su labor con libertad de espíritu”, subrayó por su parte Pedro Miguel García Fraile, director de PPC España, editorial de la que dijo estar convencido “que es el lugar natural del historiador, puesto que, como la revista Vida Nueva, también nació al abrigo del Vaticano II”.

Un Concilio, añadió, que “fue como un torpedo en la línea de flotación del régimen de Franco y en esa parte de la Iglesia que se identificaba con él”, y del que Laboa “ha sido testigo ya como estudiante en Roma”, pero también “como protagonista de esta historia por la influencia que ha tenido en cientos de alumnos, en decenas de obispos y en miles de lectores” de sus obras.

Por su parte, Pablo Guerrero, superior de la comunidad jesuita en cuyas instalaciones se acogió un acto que contó con una nutrida asistencia de personas –entre ellas, el arzobispo castrense, Juan del Río, el emérito de Ciudad Real, Antonio Algora, el obispo de Jerez, José Mazuelos, y el de Osma-Soria, Abilio Martínez, aprovechando su asistencia, esta semana, a la Plenaria de la Conferencia Episcopal– , invitó a la Iglesia española a hacer presentes los consejos que Pablo VI desgranó en su encíclica Ecclesiam suam, entre ellos, “la autoconciencia eclesial, la renovación eclesial y el diálogo”.

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