Opinión // Desafío para católicos y protestantes

Con la visita del Papa en septiembre los colombianos vivimos una experiencia comunitaria de gozo, pero también un desafío a desatar los nudos de violencia. Los lugares visitados por el Papa respondían a los retos de reconciliación, visibilización y reconocimiento de las heridas, sufrimientos y procesos de reparación que aún son necesarios y urgentes en la reconstrucción del tejido social. En sus discursos, Francisco nos invitó a vivir en la cultura del encuentro y a generar espacios de encuentro.

A propósito de esa invitación, un lugar de encuentro entre católicos y protestantes es la Biblia, fundamental para nuestra vida de fe. Se resalta el valor de leer la Escritura en la lengua de cada pueblo, para que el encuentro con Dios en la historia también se dé y se comprenda a través de su Palabra.

El 30 de septiembre los católicos recordamos a san Jerónimo, quien tradujo la Biblia del griego y el hebreo al latín, facilitando el entendimiento y comprensión de la Palabra de Dios al pueblo y que la gente conociera a Cristo por medio de la Escritura en una época en que la lengua hablada era el latín. En la tradición protestante un 26 de septiembre de 1569 se terminó de imprimir la primera Biblia en español, traducción realizada por Casiodoro Reina y revisada por Cipriano de Valera, en 1602; es la versión conocida como Reina y Valera. También para facilitar la comprensión de la Palabra de Dios y el encuentro con Jesucristo a través de ella.

En la misma línea, el 31 de octubre se celebraron los 500 años de la Reforma Protestante, iniciada por el fraile agustino Martín Lutero, quien también tradujo la Biblia al alemán, con el deseo de hacer accesible el mensaje de la Escritura al pueblo. Durante 500 años las tradiciones católica y protestante estuvieron en conflicto y uno de los rostros de la división, aunque no la causa, fue el texto bíblico. Era fácil reconocer a un católico o a un protestante por la versión de la Biblia que tuviera en sus manos; la comprensión e interpretación de la misma generó una fuerte división.

Sin embargo, desde el Concilio Vaticano II, en 1965, se empezó a dar un gran impulso al “encuentro” entre protestantes y católicos. El papa Francisco retomó este camino trazado por el Concilio y el 31 de octubre de 2016, en la catedral de Lund, Suecia, se encontró con los luteranos para dar inicio a la conmemoración de la Reforma Protestante, cuyo signo más importante fue la firma de la declaración conjunta en la que se rechaza toda forma de violencia en nombre de Dios y la religión.

Para nosotros, católicos y protestantes, ese camino sigue en construcción; el gesto y la invitación del Papa a “encontrarnos” lo podemos empezar a concretar ahora, pues nos unen la Palabra y el interés por la reconciliación en nuestro país. Sin desconocer que aún tenemos como tarea el reconocimiento del lugar de la mujer en las confesiones cristianas, dejando atrás la sumisión, y dependencia patriarcal, falta mucho por hacer, pero la Palabra nos presenta varios ejemplos de colaboración conjunta en el anuncio del evangelio.

He querido resaltar el tema del “encuentro” porque es una tarea pendiente. Necesitamos ese encuentro verdadero, como mujeres y hombres, protestantes y católicos, para ser testimonio de Jesús Resucitado; pues un encuentro verdadero transforma la vida personal y comunitaria, tal como lo expresa María Magdalena en Jn 20, 11-18 ¡he visto al Señor!”… Y ese encuentro suscitó el anuncio del evangelio.

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