Adriana Pinzón. Fundación Atención al Migrante

“La expresión ‘no aplica’ no existe al momento de ayudar al venezolano”

Adriana Pinzón hace parte de la Fundación Atención al Migrante, entidad de la Arquidiócesis de Bogotá al servicio de personas en condiciones de vulnerabilidad asociadas a su situación de movilidad humana. La institución les ofrece acogida, orientación psico-social, formación y capacitación laboral, para contribuir a la dignificación de sus vidas, con el fin de mitigar las necesidades más inmediatas de sus grupos familiares. Adriana desempeña su labor en el Centro de Acogida y Acción Pastoral de la Terminal de Transporte, en donde recibió a Vida Nueva.

¿La creciente migración de venezolanos hacia Colombia cómo desafía al trabajo que realizan en la Terminal?

El trabajo aquí se ha desbordado. Nunca lo imaginamos. Este es un sitio donde se puede evidenciar la problemática, porque el Terminal es un puerto de recepción. 25 de las 30 personas que, en promedio, atendemos a diario son venezolanas. El recurso que tenemos para todo el año ya lo gastamos, porque es demasiada la demanda. El tema de Venezuela nos tiene sin saber qué más hacer para atender tantos casos que nos llegan. El trabajo se ha intensificado, además, porque no hay ninguna política pública que les esté ayudando con pasajes ni albergues. Nosotros estamos solos frenteando el tema. Gracias a Dios hemos tenido el apoyo de muchas parroquias, de muchos sacerdotes, de muchas personas de buen corazón, incluso de la iglesia cristiana, que han querido ayudar de alguna u otra manera, colaborando con kits de aseo, colchonetas y cobijas, porque nuestro albergue se ha desbordado por tanta gente que hemos tenido que mandar de aquí para allá.

¿En qué condiciones llegan?

Llegan muy shockeadas por la falta de alimentos y de medicamentos; con traumas, porque la situación está muy difícil. Muchos vienen buscando medicamentos para familiares que tienen enfermos allá o para algún proceso médico, a buscar trabajo por tres o cuatro meses, para poder conseguir lo de la cirugía. Desafortunadamente el bolívar está totalmente devaluado. Los venezolanos vienen con una cantidad de dinero que no les alcanza absolutamente para nada. Llegan con las manos vacías. En la gran mayoría de casos, se viene uno de los miembros de la familia, con el ánimo de conseguir un empleo y enviar dinero para allá; porque al cambiar los pesos colombianos por bolívares sirve muchísimo el dinero. Pero, por más plata que tengan, no hay cómo comprar alimentos, porque no hay qué comer.

¿Cuál es la contribución particular de la Iglesia ante esta realidad? 

Nosotros somos Iglesia y trabajamos de puertas abiertas; a nadie le podemos decir que no, desde que esté a nuestro alcance poder colaborar. Aquí tratamos de articularnos con quien corresponda, dependiendo de la necesidad que traiga cada persona. El Consulado venezolano no está prestando ningún tipo de apoyo; el Gobierno no autorizó recurso para ayudas. Para nosotros, como Iglesia, no existe la expresión “no aplica”. Cuando tú vas a una entidad del Gobierno, esa es la expresión si no se cumple con los requisitos exigidos. Tenemos que hacer honor al mensaje del Papa. Estamos dispuestos a colaborar, pero también a darles a entender que siempre tenemos que estar agarrados de Dios y ponernos en oración, para poder conseguir las cosas que necesitamos. Aquí llega mucha gente, porque sabe que siempre va a haber puertas abiertas; mucha gente pasa la noche, aguanta frío; y aquí encuentra algo caliente que comer y siente el calor de Dios en este rinconcito de la terminal. El mensaje del Papa es un estímulo. Él siempre dice que no podemos esperar a que la gente llegue a la Iglesia, sino que debemos salir a su encuentro. De eso se trata, de hacerle entender a la gente que no tenemos ningún tipo de discriminación, sino que estamos aquí para todos. En eso estamos.

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