Jóvenes sintonizados con la paz y la vida digna

Fe y Alegría realiza el IV Foro Regional de Desarrollo y Empoderamiento Comunitario

Días atrás el equipo regional para Bogotá, Soacha y Tolima del movimiento de educación popular Fe y Alegría llevó a cabo en la Universidad Pedagógica Nacional su cuarto foro sobre desarrollo y empoderamiento comunitario.

Los jóvenes convocados fueron protagonistas de una jornada dedicada a reflexionar y articular iniciativas de paz y promoción de vida digna en torno a los derechos humanos; la defensa del medio ambiente; el enfoque de género; la comunicación popular y la memoria histórica.

La actividad siguió el impulso de los foros anteriores, que en años pasados se han ocupado de pensar el territorio en relación con la identidad de sus habitantes; la juventud, la paz y la ciudadanía; así como la dimensión política del arte.

Juan Fernando Lañas, coordinador regional de la institución, trajo a colación los planteamientos de Paulo Freire al momento de subrayar que la indignación implica acciones de transformación y va acompañada de sueños. ¿Qué indigna a los jóvenes que participaron en la actividad? Las dinámicas de violencia que se desarrollan en sus barrios; la falta de servicios públicos en poblaciones como Ciudad Bolívar y Soacha, en donde viven muchos de ellos; la depredación ambiental que día a día destruye el paisaje frente al cual desarrollan sus vidas.

“Debemos ser gestores de cambio desde nuestra propia realidad”, dijo Lañas. “No esperemos un impacto hecho por otros”.

Las reflexiones que se sucedieron a lo largo del día tuvieron como punto de partida responder a la pregunta: ¿qué es la vida en plenitud y cómo alcanzarla?

Como explicó Marcela Vega, coordinadora de contenidos pedagógicos de Fe y Alegría, a día de hoy, la entidad entiende esta aspiración a partir de un mandala en cuyo centro está la dignidad de la persona, la cultura de paz y la cultura del cuidado. “La dignidad entendida como un derecho inherente del ser humano, como una condición que favorece el despliegue de las capacidades; la cultura de paz, como la posibilidad de relacionarnos en un ambiente libre de violencias y sin discriminación; y la ética del cuidado, como la capacidad que tenemos para construir relaciones interpersonales y sociales fundamentadas en el amor, en el respeto y en la compasión”.

En una sociedad excluyente, injusta y desigual como la colombiana, Fe y Alegría le apunta a la formación integral de agentes y protagonistas de cambio, desde la conciencia de que las transformaciones se hacen con la gente y para la gente. Esta pretensión se alimenta de una espiritualidad liberadora orientada a la afirmación de sentido, para sobrellevar las diversas situaciones que le hacen perder la esperanza a los jóvenes.

Juventud Es+

En alianza con la Fundación Atención al Migrante, de la Arquidiócesis de Bogotá, y el Servicio Jesuita para Refugiados, Fe y Alegría adelanta un proyecto en función de la participación, la acción y el  emprendimiento juvenil para la construcción de paz y la integración en Soacha y Ciudad Bolívar.

De Juventud Es+ se benefician, principalmente, jóvenes que han sufrido el desplazamiento forzado. ¿Qué realidades enfrenta esta población? Según explicó a Vida Nueva Jorge Leonardo Moreno, quien lidera la iniciativa, uno de los principales riesgos que corren es el de verse involucrados en el negocio del tráfico de drogas. “Son lugares donde es muy difícil el acceso y el control del Estado, en los cuales los jóvenes no tienen espacios para el esparcimiento y en donde lo más parecido a un lugar de relación social han sido las casas de pastoral o la iglesia; sectores alejados de los servicios de transporte público, como Altos de la Florida, Altos de Cazucá, y el sector rural de Ciudad Bolívar (Quiba Alta, Mochuelo Alto, Alpes)”.

El proyecto trata de ofrecerles una formación que permita, por una parte, identificar los riesgos en que se encuentran sumergidos; y, por otra parte, darles herramientas para la toma decisiones. “Muchos han caído en el conformismo frente a los problemas que se les presentan a diario; y no reconocen, por ejemplo, cuándo sus derechos son vulnerados en casos puntuales como la violencia intrafamiliar”.

La propuesta está orientada a mejorar las capacidades de los jóvenes que han sido vulnerados en sus derechos o que forman parte de una población en condición de vulnerabilidad, “quienes por su contexto y la situación en que se encuentran pueden llegar a introducirse en dinámicas que perjudican tanto su estado psicosocial, como también sus capacidades socio-laborales”, explica Moreno.

Juventud Es+ les ofrece educación para la ciudadanía, acompañamiento vocacional y herramientas para la participación y el emprendimiento, a través de una formación técnico-laboral, en artes y oficios, así como posibilidades para el empleo, a través de ciclos de empleabilidad con las instituciones aliadas.

Lina Malaver, una de las jóvenes que participa de la experiencia, tomó la palabra durante el foro, para enfatizar que la vida digna solo se puede alcanzar con una educación de calidad.

El paso a la acción

Múltiples experiencias de desarrollo comunitario se pusieron en común durante el encuentro. Baste, por el momento, con citar el trabajo cultural del Clan Changó, en la localidad de Bosa, un ejemplo del entusiasmo con que dentro de la Red Juvenil de Fe y Alegría se pretende pasar de la indignación a la acción.

“Si el cambio no pasa por la transformación del pensamiento, solo seremos masas volubles”, reflexionó durante la mesa de trabajo dedicada a pensar la comunicación popular una de sus integrantes, Leidy Ayala. Como sus compañeros, la joven encuentra en el proyecto una oportunidad para aprender a leer de manera crítica la información suministrada por los medios tradicionales y para generar canales de divulgación para dar cuenta de la realidad cotidiana de su localidad.

El Clan se ha unido a otras organizaciones juveniles de Bosa para profundizar la vida de las comunidades y para generar procesos de recuperación del espacio público. También ha creado un cineclub comunitario como posibilidad de encuentro familiar.

Hechos locales que poco análisis ameritan para las grandes cadenas de información son cotejados por los miembros del grupo y las personas que acceden a sus propios productos comunicativos. La idea es que la comunicación esté al servicio del bien común y de la vida digna, y contribuya a la superación de la indiferencia.

FOTOS: GALO NARANJO

 

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